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discordia, aún no ha sido contestada por el Gobierno de Ud., que así hace mofa del Gobierno del Sr. Echandi, al cual dice querer y respetar profundamente, del mismo modo que hace menos- ,

precio de los superiores intereses de Costa Rica.

Los juicios que me ha visto en la necesidad de emitir en esta respuesta no constituyen

en modo alguno la expresión de sentimiento de desafecto al pueblo nicaragüense, ni siquiera de desafecto personal a Ud. sino que van dirigidos a ser una crítica que estimo saludable de las

clases dirigentes de Nicaragua.

Nosotros tenemos mucho que aprender de los nicaragüenses, como la exquisitez y la ele– gancia en el cultivo de la inteligencia y como el espíritu de trabajo que en ocasione's nos induce o

traer nicaragüenses en inmigraciones masivos.

Algo tienen también Uds. que aprender de nosotros.

En lo que va del siglo, las dos únicas revoluciones que aquí se han producido, surgidas de la entraña popular, sin contaminaciones con los cuarteles, fueron poro derribar una dicta– dura o atajar la tentativa de crearla, y sólo las inspiraron lo pasión por la libertad y la vocación por fa justicia.

Estoy seguro de que cuando las e/ases dirigentes de Nicaragua sustituyan el régimen a

que han acostumbrado al pueblo, de que el poder se ejerce al calor de pasiones subalternas, para desplazarse de él los unos o los otros y adquieran la conciencia ,de que las democracias no

pueden tener otro origen que la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, el pueblo nicaragüense habrá encontrado la mejor y más puro orientación de sus destinos.

La extensa referencia que hace Ud. de palabras cordiales que emití en ,presencia del General Somoza y que parece ser lo medular de su carta, no las juzgo interesantes cuando es– tamos en una discusión más trascendente.

Por una' irrevocable vocación espiritual, desde el año de 1936, en que él asumió el poder mediante un golpe de cuartel, lo vine combatiendo como a los demás dictadores americanos con la rudeza que me daba la milirancia periodística; pero en el ejercicio de la función pública de que fuí investido, mantuve con su gobierno, como con todos los demás del Hemisferio, las re– laciones que me estaban impuestas por los intereses de mi país de que era depositario y guar– dian. Sellé los labios y no volví a abrir/os sino cuando sin la investidura que me daba la función, volví o la tarea a que he consagrado una gran porción de mi vida.

Las palabras mías que Ud. reproduce son similares a las que el ex-Presidente don Cleto González Víquez le dijo al Presidente Ze/aya en el valle de Brimont; CJ las que el Presidente Cor– tés le dijo cuando lo recibió en San José; a las que el Presidente Figueres estampó en el Tratado de Amistad con que parecía haberse dado término a las diferencias del año de 1948.

Gracias o aquella conducta y a estas palabras, sin intimar con su gobierno ni enfrentar–

me a él, cuando dejé el cargo el país tuvo constancia de que durante los cuatro años de mi pe– ríodo de trabajo, ni había sido invadido el territorio nocional, ni se había derramado una gota de sangre en Jo frontera, ni sufrimos humillaciones, ni padecimos vejámenes.

Si por los azares de un destino incierto, mañana tuviera que deCir/as a Ud., lo haría sin que esto me produjera un sonrojo en la cara ni una trepidación en la conciencia, porque de ese modo salvaría la paz y la honra de mi muy amada Costa Rica.

La única rectificación que tengo que hacer es la de que yo le diese puerta secreta a su

Embajador el Dr. Alejandro ArgüeJlo Montiel para entrar a la Casa Presidencial. Si él lo dijo a

Ud., lo irrespetó con un embuste. Cuando el Ministro de Hacienda del gobierno en que yo tra– bajé, con instrucciones precisas míos, exigió la devolución de tres aviones que retenía el gobierno de Nicaragua el Embajador Argüello Montiel propuso que nos devolverían uno; en seguida que dos; después, que pagáramos una cuantiosa suma en dólares por el mantenimiento de los avio– nes. A las tres proposiciones dió una rotunda negativa el Ministro de Haciendo. Esto motivó que el Embajador ArgüeJlo Montiel me visitara para decirme palabras inconvenientes contra el Mi– nistro. Le respondí que estaba terminada la entrevista y podía marcharse. Salió por donde debía, sin que nada hubiera que ocultar. Los Presidentes de Costo Rica, gracias a Oios, viven en casa de cristal y su casa no tiene puertas secretas. Los tres aviones fueron devueltos según lo exigió nuestro gobierno.

Con sentimientos de la más distinguida consideración, soy su muy atento servidor.'

OTILIO ULATE

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