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Sobre uno de los biombos que dividían su casa estaban multitud de papeles de color Un calen– dario que anunciaba los cigart illos "Esfinge", varias primeras páginas de "Life" y de otras revistqs, y dos o tres ediciones de La PRENSA

Una de ellas decía en títulos rojos y grandes "Cayó Batista", y estaba situada en lugar de pre-ferencia

El hombre hizo que nos SirVieran unos huevos, y luego prometió guiarnos un rato por la montaña -Hasta donde yo conozco -dijo

Solo se puso los caites, tomá su cutacha y comenzó a caminar adelante, pero antes de iniciw lu mCllcho me dijo

-Con que Ud es el doctor de LA PRENSA ?

* "* *

Tuve que doblar mi periódico apresuradamente porque escuché luidos afuera ':

En efecto, vino el Oficial del día a hacer una inspección a pesar qe que son las 11 de lo noche Ellos vienen así de vez en cuando y me ponen un foco en la cara pora cerciorarse de que estoy oquí

Yo me pregunto

--Donde más rodi ía estar . ?

Ayuda exterior

20

Septiembre

lQSq

H ACE lres días que el tribunal está en receso, para mientras los abogados estudian 700 páginas de un sumario que nadie ha visto, más que el Fiscal

Punto importante del iuicio, será la clase de ayudo que nosotros obtuvimos en el extranjero, y la cLlal está sintetizada (aunque el fiscal pretenda lo contrariol por lo colaboración de pOi ficulares que en sus respectivos países arriesgaron tanto o más que nosotros, realizando una operación de contrabando sin lucro, en beneficio de la libertad de un puebla

Personas particulares y exfuncionarios de gobiernos democráticos, nos regalaron o vendieron des– de una caja de tiros hasta un lote de rifles

Otros, como un piloto cuyo recueldo viene ahora a mi mente, 10calizOIon el lugar apartado, des· habitado y sin conexión con pueblos o ciudades en donde nos entrenamos

Al piloto le llamábamos "Muñeco" Su pequeño Vultee, bautizado por Víctor como "el alaclán", IOdoba por el aetopuerto La Sabana en San José haciendo un gran estruendo de latos "Muñeco" se sen– toba muy recto sobre el asiento delantero, mientras del rás en la pequeña cabina, íbamos dos o tres de no– sotros a visitar el campamento Justamente a nuestras espaldas se cerraba hacia lo cola el mínimo fuse– laje del avión, dejando entrever en su vientre los delgados hilos de aCero que movían los alerones

"El Alacrán" trepidaba cuando al rodar sobre la pisto terrosa de La Sabana, cogía velocidad pa– ra remontarse, pero uno vez en el aire, volaba suavemente sobre el accidentado terreno de la meseta cen– tral

Durante la hora entera que duraba el viaje "Muñeco" hacía dos o tres virajes pOlO despistar o un posible perseguidor

También tenía la costumbre de no mirar para atrás

Simplemente cuando quería "verse las espaldas" inclinaba el bastón de mando, tocaba olgún pedal misterioso para los pasajeros, y el avión se torcía cOl)1o sostenido en un mástil verticol, a derecho o izquierda, para que "Muñeco" se viera las espaldas sin mover la cabezo

La sensación poro nosotros era la misma que podía sentir quien en la butaca de un cine, logroro ver de pronto y sin moverse, que toda la concurrencia sentado al final de la sola, daba cómodamente vuel– 1m hasta colocarse en la pantalla

"El Alacrán" entrabo en el mar Pasaba luego cerca de una isla, viraba nuevamente y comenza– bCI a descender casi 10cando con los alas las rocas vírgenes de la costo

Había cuevas y caídos de agua, pequeños brazos de mar, y después, como al final de una se– rie de pases mágicos equivalentes al "sésamo ábrete", una playa firme, extensa, dura, interminable

El pequeño avión viajaba, pasando a dos metros de una roca inmensa con un arco enmedio, y

luego se posaba en la qreno, hasta quedar en silencio

Al rededol del aparata había también soledad Altas palmeras, vegetación exhuberante, selva virgen

De pronto estallaba la algazara, y veinte, treinta o sesenta muchachos llniformados de vel de 05–

cl/ro, rodeaban al sonriente "Muñeco"

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