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Chamorro. Me pareció buena la situación para una con– vivencia general de los Partidos y una elección con el consentimiento unánime de los nicaragüenses.

Me pareció que el veto para el General era una ju– gada para obtener mayorés ventajas por aceptarlo. En su primera Administración ,constitucional, en l. cual fuí su escribiente de confianza, y don Bartplomé su Subsecreta– rio de Gobernatión, él General Chamorro dio muestras de una gran ecuanimidad, respetó todas I~s libertades y garantras otorgadllS por la Constitución, excepto en el campo electoral, donde no hubo palos ni ultrajes, sino viveza,. Y también había habido considerable honestidad en el manejo de los dineros públicos. No había tontra su persona el temor de un gobíerno de arbítrariedades. Don Bartolomé me propuso que yo fuera a Granada para poner en su conocimiento lo anterior y proponerle un arreglo. Textualmente me dijo: "Dile a Emiliano que yo me he opuesto a la cándidatura de Benllrd ,porque lo considero sin capacidad ni energl" necesaria para el ejer– cicio de la Presidencia, pero en mi afán de unificar al Partic(o Conservador, estoy dispuesto a apoyar y hacer que los Liberales acepten a cualquier candidato que él indique, inclusive don Marlin".

Me pareció que la situación era brillante y que 105

nicaragüenses ibam9s a arreglar nuestros asuntos sin presiones interesil~as y extrañas a nuestros problemas. Inclusíve si don Emilíano se empecinara en su candidatu– ra, ya era cuestión de toma y daca en la que el Partido 'Conservador compacto y en el Gobierno tenia cierta su-premacía en las negociaciones. '

~I General Chamorro estilba ell (,l~allj!da Y le telefo– nié para anunciarle mi v¡aj~ P!Jr ,1 'Jen de la mañana, y él quedó de esperarme. Enseguida fur a ver al doctor tepeda, que gúiudaba au!'l cama por un ataque de ti– foidea, y siendo !lno de los dirigentes del grupo emilia– nista le plantié el prolJleJTIa político del momento y le pedí su apoyo. En cuanto yo saJl de su casa, el doctor

'Zepe~a llamó a ChamorrQ y le dijo que de ninguna ma– nera debfa r~cibirme, pues con sólo que ciertas personas

supj~ran qll8 habia conferenciado conmigo, todo lo con· seguido quecfaría cancelado.

Cuando llegué a Granada al siguiente día, encontré recado del General Chamolro de que se habia visto obli· gado a salir d~ !a ciudacf. Como yo ya sabía de la con– vernción del doctor Zepada con el General Chamorra por el telefonista que la captó, no tuve menos que reco– nocer que el Caudillo habra dejado de serlo, que era sólo un mito y que ahora era un pobre pel~le en las hábiles manos de don Adolfo Díaz y el doctor ~epeda, y que éstos ahora le decían con quién ¡podía hablar y con quién no.

El doctor Zepeda salió dos días después para Estados Unidos y según dice el General en su Autobiografía, su misi6n era conseguir que el Gobierno Americano no diera su reconocimiento al conservador don Carlos Sol6rzano al ser electo o al tomar posesión de la Presidencia. Los co– mentarios huelgan y dejo a los j6venes tonservadores de ahora el juzgar por qué el Partido ha estado 30 años cardo, cada día perdiendo las batallas y perdiendo tamo bién el honor que salvó Francisco I de Francia. El Partido

Conservador ha estado dirigido por una colecci6n de los Grandes Pachecos de Queiroz.

El Partido Liberal había estado solicitando del De– partamento de Estado que mllndara a sus profesores de Democracia, el cuerpo de Marinos, a hacer las elecciones en Nicaragua. ,El Partido que había gritado tanto contra la Intervenci6n, ahora humildemente pedra que los Esta– dos Unidos cerGenaran la soberanía nicaragüense y se erigieran en árbitros de la pédítica.

"Es una tontería", dijo Washington en su discurso de Despedida, "que una nación crea en favores gratuitos de otra nación", y también dijo que las pasiones polític~s

desbordadas daban lugar a las más grandes monstruosi-dades en rperjuicio de la Patria. ' Así es que los liberales que pedían entregar a Una nación extranjera el derecho, por imperfecto que fuera de elegir a sus gobernantes, ~on su solicitud entregaban la soberanla nacional.

Ya los políticos que querían la Presidencia no nece– sitarían ganar la voluntad popular, sino congraciarse con los grandes electores extranjeros. Los candidatos ya no necesitarían lener aunque fuera la minoría ,sino ganarse la albarda en las antesalllS de la Legación Americana. Don Bartolomé tenía en su Gabineté dos Ministros, entusiastas partidarios de que el Presidente Martínez en– tregara al país: el de Relaciones Exteriores, Ingeniero don José Andrés Urtecho, que ,entraba por derecho propio a

las antesalas; y el doctor Román y Reyes, de Goberna– ción, representante del viejo sistema zelayista. Ambos indujeron al Presidente para que trasladara la nota del Gobierno Americano a los Partidos y les pidiera su opi– nión, es decir, que abrierilD un certamen de servilismo para obtener como premio el ser capataz de los nicara– güenses. Comprendí la sucia jugada y el lavado de las manos de Herodesl Rogué al señor Presidente me diera permiso para ir a Nicaragua y que no tomara decisión al– guna sin esperar mi llegada.

Por supuesto que enconfré a don Barfolom~ con el mismo alto principio de patriotismo del "indito d& Mati. guás". le hablé que él y sólo él era el guardián de la soberanra e integridad de Nitarilgua; que él y sólo él tenía la obligación y los medios para de~enderla. Le de– mostré que la ateptación de la propuesta de entregar a extranjeros la autoridad para ejercer la más importante función de una democracia era, absolutamente, una vio– lación de la Constitución, un golpe de estado, que ni si– quiera serra una enseñanza rpara los nicaragüenses, y que la nota de los Estados Unidos era una simple propuesta no un ultimatum y que estaba libre de aceptar o no. . El Presidente me escuchó tranquilamente y al ter– minar mi alegato me dijo que él siempre había pensado lo mismo y que esfá resuelto a no aceptar. Que (onvoca· ría una reunión del Gabinete para el siguiente dla en la tarde, pero que nuestra conversación la mantuviéramos en absoluto secreto. Le pedí que me permitiera llevar a la reunión a nuestro buen amigo don Max Borgen, quien a su vez tenra la confianza del General Chamorro para que tomara parte en la reunión y refiriera al General la resolución tomada para que cambiarll de rumbo político.

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