Page 85 - RC_1966_09_N72

This is a SEO version of RC_1966_09_N72. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

contingente guatemalteco estaba todo compuesto de indios y el odio que existía entre éstos y los leoneses era feroz No escaseaban las querellas entre guate– maltecos y hombres del pueblo en las numerosas taber– nas diseminadas en los subul bias de Subtiaba, y en estas riñas salían a relucir los cuchillos y corría la san– gre Tan apremiante llego a ser el mal que se acabo por ordenar a los soldados guatemaltecos quedarse en cuarteles, y fué necesario no deiarlos salir a la calle pa– ro evitarles los insultos del pueblo. A los salvadoreños los toleraban los leoneses; pero las autoridades no pu– dieron hacer que éstos los mirasen como a sus liberta– dores de la tiranía y de la opresion

No habían estado mucho tiempo las tropas alia– das en leon cuando fueron atacadas por la fiebre y el co/era Especialmente los guatemaltecos sufrieron de estas enfermedades, y tanta gente se les murio que mu– chos de los soldados y aun algunos oficiales atribuye– ron la peste a la mezcla de substancias toxicas en los alimentos que les daban Pero el ojo de un médico podía ver fácilmente que parc1 causar aquella mortali· dad en las tropas, bastaba con haberlas traido de las tierras altas de Guatemala a las llanuras de Nicaragua, así como la falta total de confort y limpieza en los cuar– teles y las personas de los soldados Como lo escribio Manning, andaban casi sin lapas, y paro el indio gua– temalteco esto era una gran privacion, acostumbrado como está a usar la gruesa chaqueta de lona que lo protege del frío de sus montañas natales En Nicara– gua es indispensable para la salud del soldado un abri– go de lana por la noche Los días calurosos, seguidos de noches frías, hacen necesarios las mantas de lana en todas los estaciones del año; y la falta de cuidado para dormir era el motivo de muchos de los casos de enfermedad, no solo entre los guatemaltecos de Lean, sino también ent¡e los americanos de Granada Si a esto se añade lo poco que se cuidan los oficiales centro– americanos de la salud de su tropa y la escasa compe– tencia de los cirujanos y médicos del país, no será difí– cil comprender la mortalidad que hubo entre los Alia· dos

A la vez que la enfermedad iba acabando con los soldados y surgían disensiones entre éstos y el pueblo, los jefes no abrigaban, los unos respecto de los otros, sentimientos más amistosos que los de sus subalternos Consecuencias de esto eran las disensiones en los con– sejos y los procederes antagonicos El mando en jefe de las fuerzas aliadas lo había dado el gobierno de Rivas al general Ramon Belloso, comandante del con· tingente salvadoreño; pelo Paredes, jefe de los guate–

~altecos, se mostraba poco dispuesto a obedecer las ordenes de un hombre al cual juzgaba totalmente in– ferior a él en saber y capacidad; además, creía indigno de su país ceder el mando de sus fuerzas al general de un Estado mucho más débil Los guatemaltecos consi– deran a su país como el mejor organizado y el que va

~ la cabeza de los de Centro América; y la raza espa– nol? que mantiene su supremacía en el asiento de la ?ntlgua capitanía general con ayuda de Carrera y sus indiOS, mira con algún desdén los gobiernos irregula– res que las razas mestizos tratan de establecer En cambio, los llamados liberales de todo la América Cen– tral odian profundamente o Carrera y a sus paniagua– dos, como llaman a los Aycinenas y las Pavones, que b

o .n los ~ue realmente dil igen los negocios de la Repú-Iica balO la presidencia de un indio iletrado; y por los

cetos que tenían de Guatemala, Rivas y Jerez confia– ron el mando a un general salvadoreño Sin embargo Paredes conservo, según parece, la facultad de negar la obediencia a Belloso, sienipre que lo creyera convenien– te y éste no estaba en situacion de hacerse obedecer ni de prescindir de Jos servicios de los guatemaltecos Además de las disensiones que reinaban en el cam– po de los Aliados, dos autoridades reclamaban para sí el poder ejecutivo en el norte de Nicaragua En Leon don Pah icio Rivas y su gabinete sostenían su derecho a que los Aliados les considerasen como la autoridad so– berana de lo República, en tanto que D José María Es– trada había establecido su gobierno en Somoto Grande, Segovia, y desde allí daba ordenes en nombre del pue– bla nicOlagüense Cada una de estas camarillas hacía ridículo de las pretensiones de la otra y sus disputas eran a proposito para suscitar a los Aliados nuevas di– ficultades Después del tratado del 23 de octubre Es– trada fué a refugiOl se en Honduras y publico un folle– to en que alegaba su derecho a la jefatura del poder ejecutivo de Nicaragua, por cuanto había emitido un decreto reservado declarando nulo el convenio hecho por Corral en virtud de los plenos poderes que él le había conferido Todos se rieron de la idea de querer dar valor a lln decreto del cual nadie supo nada hasta que fué publicado en Honduras; pero cuando vino la defec–

cion de Rivas, Estrada penetro en Segovia protegido por unos pocos legitimistas a las ordenes de Martínez Este siguio hacia Matagalpa para enrolar a los indios de esa region, en tantO que el senador presidente, títu– lo que se daba Estrada, se quedo en Somoto Grande De modo que el pretendiente legitimista se atrave· soba así en el camino de su propio partido No fué bastante discreto para ver que al convertirse en obs– tóculo para la union de las dos facciones contra los americanos, tonto sus amigos como sus enemigos iban a procular expulsarlo de Nicaragua Según parece, no se le ocurrio que lo hubiesen dejado adrede en Somoto Grande sin una guardia conveniente; pero la noticia de hallarse Estrada indefenso pronto se supo en Lean; tan pronto que casi no cabe mós explicacion del hecho que la ele haber sido enviada por alguno de sus mismos partidarios Inmediatamente un democrata exaltado que había estado preso en Granada durante la guerr~

civil y a quien Walker puso en libertad el 30 de octubre de 1855, reunio una partida compuesta de unos cua. rer.ta y cinco o cincuenta hombres con al mas y salía disparado para Somoto Grande Este individuo, que se llamaba Antonio Chaves, difícilmente pudo hacer esto sin conocimiento y ayuda del gobierno de Rivas Chao ves \lego a Somoto Grande sin que Estrada lo supiese,

y mientras el granadino soñaba con recobrar el poder en la República, los democratas de Leon le SOl plendie– ron y asesinaron en los calles de la aldea de las mon– tañas

El asesinato de Estrada hace pensar en los negros artificios que caractel izan la historia de Jos repúblicas italianas durante los siglos trece, cotorce y quince Las mismas causas que en Italia produjeron los Carreras de Padua, los Viscontis de Milán y, por último, la obra maestla de la escuela, César Borgia, duque de Urbino, han dado

01 igen entre los políticos y soldados de las repúblicas hispanoamericanas a tipos de igual carácter. Cierto es que éstos carecen del talento eminente y de"1 gusto refinado que tuvieron aquéllos, y que la raza mes– tiza de Centro y Sur América no podría nunCa producir

63

Page 85 - RC_1966_09_N72

This is a SEO version of RC_1966_09_N72. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »