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SUPERSTlCION
Según la revista médica Rache,
a mediados del siglo XVI nacía el\ Amberes, Antonio Marffn del Río, hijo de españoles. Desde niño se distinguió por su amor al estudio, aprendió griego, hebreo, alemán, francés e italiano; y llegó a ser un buen latinista. Con un vasto caudal de conocimientos, escribi6 sobre too
LOS MEDiCaS FRENTE A LA SUPERSrlCION
El indio, Come sin sabor, Quiere sin amor, Vive sin temor,
y muere sin dolor.
Es muy difícil destruir la superstición. Tiene pro– fundas rafees en la humanidad. En todos Jos tiempos la ha habido y en todas las razas las hay.
La raíz es más o menos profunda, según el grado de civilización siendo ésta la contra-corriente de los usos
y costumbres legendarios, pero siempre va quedando uh estrato de superstición.
Nuestros primitivos abuelos consideraban los fe– nómenos naturales mucho más poderosos que todos los humanos juntos. Consideraban que el sol, el eco del retumbante trueno, la descarga fulgurante del rayo, el convursivo sismo volcánico, el furor del viento, los eclip– ses, las calamidades epidémicas, eran como serias adver– tencias, amonestaciones, castigos o premios de los dioses.
E! hombre no temía al hombre, sino a los fenómenos na– turales, tenía miedo frente a lo desconocido, criadero de superstición. Ante la imposibilidad de enfrentarse a esas fuerzas superiores el indio se volvió indolente. Por eso alguien escribió de él:
ccintra un alto paredón de talpuja entre los caminos que conducen a las comarcas de Veracroz y Guapinol. La ma– yor parte de estos fascinantes originales estaban des– truidos por la humedad y el tiempo y los que todavfa se podlan apreciar demostra'ban que correspondían al año de 1789. La fjnma ya casi borrada al remate del legaio parece indicar el nombre de un Morales, que se– gún contaba Tata Cruz correspondía a la firma de un famoso curandero de aquella época, "hombre de clien– tela centro-americana, que se casó con una linda gua– temalteca y quien tenía grandes zurrones de monedas de plata, quel no se sabe dónde las dejó enterradas por lo que la misteriosa laguna de Apoyo lo castigó, tra– gándoselo".
El Baile de San Vito (Dibujo de Brueghel)
He procurado también, en lo posible, crear en las figuras presen– tadas en esta obra un estilo lo me– nos burdo, un estilo como de pie– dra viviente en algunas, y un estilo como de ficción arcaica en otras. Son figuras que las he diseñado si– guiendo las líneas de los dibujos ori– ginales que encontré, por casuali– dad, en los archivos de la Piedra Cautiva del Matapalo enmarañado
Este trabajo aunque interesante y pintoresco debo considerarlo todavía inconcluso, porque desde el punto de vista geográfico las leyendas sólo se refieren a una sección del territorio nacional: la región del Pacífico y
parte de Chontales. Con el tiempo iremos ampliando nuestras investigaciones hasta comprender todo el te– rritorio nicaragüense.
El vulgo no tiene obligación de saber terminología médico-científica. El clínico debe ¡mantenerse a nivel del paciente que se está expresando a su manera propia, debe oirle y mostrarle interés, percibiendo con discre– ción muy disimulada sus términos médicos propios. A un paciente, por ejemplo. no se le debe preguntar si padece de "epistaxis", pues él solamente entiende de "chorrear sangre por las narices".
Es muy cierto que los términos médicos vulgares -del vulgo- son más exactos, más expresivos, más vivos y más pintorescos que los científicoS'.
Es importante que al oir estas palabras extra-léxi– co castizas recojamos datos hasta donde sea posible, pa– ra poder acertar en el diagnóstico del enfel1mo, sobre todo si él está ausente y es un familiar el que nos ha– bla. No culpemos a estos nomenclaturistas que tienen <.amo estigmatizada una común e fntima relación con los ritos supersticiosos, la mayor parte de ellos aceptados como cosas naturales. Nosotros somos los llamados a educarlos, hasta donde sea posible, en lo que respecta a la inverosimilitud, superstición o fantasía.
Por curiosidad, negligentemente, empecé a recoger estos datos suministrados involuntariamente por muchos enfermos. Cada dato va traducido con todos los deta– lles, más o menos amplios, de su significado. Además, algunos tienen un dibujo que representa una creación imaginativa.
En ciertas ocasiones, a manera de charla, mostraba a mis amigos estas gráficas y me dí cuenta enseguida que éstas despertaban gran interés, no s610 desde el punto de vista médico-científico, sino también desde el punto de vista médico-humorístico. En el primer caso, hay detalles curiosos para el médi-co. En el segundo es como si se presentara una caricatura de la me– dicina moderna.
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