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Después de la retirada de las fuerzas ata– canies de Bluefields, de las que una parie re– gresó al interior del país y la otra logró pasar–
se a El Bluff nos dedicarnos a la tarea de la limpieza de enemigos de esa posición y de otras de menor iInportancia como Laguna de Perlas, etc. Considerábamos ~que es~s fuerzas enemigas allí acampadas serías un estorbo pa– ra la lucha que tendríamos que emprender otra vez en los campos de Chontales y demás deparfamentos del interior.
Antes de seguir refiriendo los sucesos cul– minantes de la Revolución quiero hacer aquí mención al hecho de que en la mañana del se– gundo día de combate en Bluefields, por invi– tación del Cónsul Americano, Thomas P. Mof– faÍ, concurrimos al Consulado varios dé los ;19–
fes superiores, civiles y militares a una confe– rencia que el Cónsul Motíat nos invitaba a sos– tener. Moffat, sm<¡:¡~éigárar la situación mlitar de la Revoluciq::n, ,p-6r 'la pérdida de El Bluff, -que en realidad'éliliaba compensada por las medidas tomadasc-con el transferimiento de la Aduana a Bluefields-', estimaba conVeniente pensaren lo que' deberia hacerse en caso que aquella situación se hiciera desfavorable para la Revolución, mas sin decirlo claramente dió a eniender que si tal cosa llegara a suceder, habría que llegar hasta iniciar la secesión de la Costa Atlántica.
Recuerdo muy bien que a la exposici6n que nos hizo el señor Moffat y al planieamien– to de estas cuestiones, ninguno de nosotros allí presente hizo eco alguno, ni mucho menos de– jó ver la remota posibilidad de aceptar aquella absurda idea y desde el General Juan J. Estra– da abajo nos despedimos fríamenfe de Moftai, y casi en silencio. Recuerdo también que al dejar la casa del señor Moffat me dirigí a don Adolfo Díaz, quien aún e!iltá vivo y por eso me refiero a él, -y le' dije estas precisas palabras: "Si a mí me piden que firme una acta procla– mando fal secesi6n, me voy inmediatamente a
preseniarme a las ~uerzas del nodor Madriz".
y Díaz me contest6: "No, hombre, no habrá nada de eso. Esas son cosas de Moffat sola– mente" .
Corno dije anteriormente, al General Luis Mena, Jefe Militar de las fuerzas de la Revolu– ción, le gustaba permanecer en Ciudad Rama y pudiéramos decir que apí tenía su campa– mento general.
Como para sostener los empujes de los ejércitos de Godoy, Chavarría, Padilla y oiros tantos Generales que comandaban las fuerzas Madricisias varias veces tuvimos que ocurrir al General Mena para que nos enviara algunos refuerzos y por consiguiente debilitarnos un lanto las fuerzas que él mantenía en El Rama, aunque a esía ciudad continuamente esfaban llegando voluntarios de Chontales, de los ca– seríos de los ríos y aun del inferior del país a incorporarse a la Revolución. D 13 esta manera se fueron engrosando BUS fuerzas poco a poco hasta volver a estar casi listas, por el mes de Junio o Julio, para emprender 'la marcha ha– cia Chontales y el interior.
Como Íodos saben, el General Mera era un hombre de muchos recursos militares y su fuerte principal era el acedado manejo y uso que hacía del espionaje, lo que con frecuencia le daba resul±ados verdaderamente fantásti– cos.
Por ejemplo, una vez el General Chavarría había dejado un tren de guerra, provisiones y muchas cosas útiles para el ejército en Muelle de los Bueyes. Cuando el espionaje del Gene– ral Mena se informó de la existencia de eSe gran depósito de materiales de guerra, provi– siones, medicinas, etc., se lo comunic6 a su Jefe y éste concibió la idea de capturarlo o destruirlo. El General Mena puso en práctica su plan, aun sirviéndose para ello de la amis– fad personal que había cuHivacio antes con el Gel}eral Chavarría. y para qu.e éste creyera que Mena estaba, temeroso dé un ataque, 10
buscaba para entablar con él negociaciones de paz. Es decir, por un lado le inspiró confianza, y por otro, le desplegó una columna volante expresamente instruída para destruír por el fuego todo lo que no pudieran llevarse los co-misionados a realizar tal empresa. '
En honor a la verdad, los hombres de Me– na llevaron a cabo el plan maravillosamenie bien. Cuando Chavarría se vi6 sin provisiones, ni medicinas, ni parque, no hizo oira cosa más que emprender el camino para el interior, lo que Mena aprovechó, sin pérdida de tieIJlpo, para dejar El Rama y siguiendo las huellas de Chavarría, llegar hasta Acoyapa.
Ya aquí el General Mena, con voluntarios en abundanCia, reorganizó sus tropas dándole la vanguardia al General José Mana Moneada, quien formó dicha vanguardia con una especiE de columna volaroe, para con ella aiacar a la~
fuerzas del Gobierno donde quiera que est\1' vieran.
En estas operaciones, Moneada y Mena tu -82-,
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