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« Previous Page Table of Contents Next Page »ondía al General Corree.. Tal era-<la linea de &efensa ~e Bluefields que me tocaba recorrer e inspecCIOnar.
Mas se me olvidaba decir que en Blue– fields habían desembarcado los Marinos ame– ricanos y que éstos se habían hecho cargo de la ciudad, de manera que nosotros teníamos que defenderla a una prudente distancia de la poblacíán misma, y teníamos, además, el in– conveniente de no poder cruzar gente armada por ella, así es que todo nuestro poder militar estaba limitado a los mismos lugares donde esperábamos combatir.
No sé por qué el enemigo escogi6 para principiar el ataque las posiciones del General Durón, que fueron las primeras en recibir un vigoroso empuje. Quizás lo haya movido a ello la esperanza de que tomadas esas posiciones se podría establecer una fácil comunicaci6n con las fuerzas del General Irías que estaban en El Bluff.
El ataque fue muy violento, mas cuando eran ya las nueve o las diez de la mañana no– sotros estábamos seguros de poder conservar nuestras posiciones, porque estábamos con– vencidos también que ellos no podrían repetir ataques tan violentos como los que habían he– cho, ya que no habíamos tenido nosotros peli– gro alguno de ser desalojados.
Es indudable que el tener allí al General Durón como jefe sirvió de mucho para que nuestras fuerzas tuvieran confianza en el éxito y mantuvieran su entusiasmo que siempre de– mostraban vivándolo aun en medio de los com– bates. Las fuerzas del General Masís estaban sin combatir pero siempre alertas para repe– ler cualquier intento que hubieran hecho las iropas enemigas. Las del General Correa sólo tuvieron, lo que pudiéramos llamar, ligeras es– caramuzas, por lo menos hasta esa hora, esto es, como a las diez de la mañanf!..
Sería como entre las doce y la una del día cuando el Gobierno Americano comunicó que había notificado al Jefe Militar de las fuerzas del Gobierno, que la Aduana que anfes estaba en El Bluff, pasaría ahora a B1UEifields, y que los vapores desembarcarían en la Isla de Scooner Rey que queda en la desembocadura del Río Escondido en la Laguna de Bluefields. Con esa disposición se le, quitó a El Bluff la importancia que tenía para la Revolución, d? manera que en realidad esa posición no te– nla ya valor alguno para nosotros, hasta el punto que en el fragor de la lucha que estába– mos sosteniendo con las fuerzas de Godoy y Chavarría, llegamos hasta a olvida.r que la ha– bíamos perdido por la mañana.
, Así fue que pasarnos peleando el resto del dla en las posiciones del General Dur6n. Al siguiente día el enemigo generalizó el combate, pues durante la noche no se había atrevido a hacer movimientQ militar alguno, aunque por uno que airo prision~ro que el Ge– neral Durón había logrado capturar,' teníamos ya.. conocimiento de que las provisiones del
Los Generales Arsellio Cruz y Luis Correa con un g¡'UPO
de compañeros de lU'mas.
enemigo escaseaban y que las enfermedades diezmaban a las tropas, y que el desaliento empezaba a cundir entre ellas. Mientras tanio, la moral de las nuestras y las seguridades del triunfo aumentaban entre nosotros.
En este segundo día el General Masís tu– vo, por un buen rato, que hacerle frente a un ataque muy fuerte, pero al final 10gr6 recha– zar brillantemente a las tropas atacantes, las que no volvieron durante el día a intentar airo ataque.
También las fuerzas del General Correa sostuvieron un buen rato de lucha intensa con éxito feliz para los soldados que defendían esa sección.
Durante la segunda noche hubo un tiroteo esporádico pero constante mas ningún ataque formal y no fue sino hasta el tercer día que por la mañana volvieron a atacar con violen– cia a las tropas del General Durón, pero con el mismo resultado que antes, es decir, que nun– ca tuvieron la más pequeña esperanza de de– salojar a nuestros soldados de aquellas zanjas inmundas llenas de agua y de lodo que eran nuestras trincheras.
Este tercer día fue el último que tuvimos de combate, pues al cuario día nos dimos cuenta de que el enemigo había abandonado sus posici9nes y que ya estaban libres de ene– migos las casas de la finca del señor Bolaños Garay, pero nuestras tropas estaban tan mal– tratadas, tanto por los combates sostenidos co– mo por el rigor de la intemperie, que no pudi– mos emprender la persecusión del enemigo, mas nos dedicamos en cambio a recoger a los heridos, a enterrar a los muertos y ti recoger rifles y parque abandonados"
Las pérdidas habidas por una y otra parte fueron bastante serias, yeso me hace creer que la Revoluci6n de la Costa ha sido, quizás, la más sangrienta que Nicaragua ha tenido con excepción, probablemente, de la que hizo el Partido Liberal en 1896 al General Zelaya, en la que también hubo derroche de sangre en los combates que sostuvieron hermanos .contra hermanos.
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