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pa, la que considerábamos llave del Departa– menío, los que, dos o t ..es días después estaban siendo derrolados por las fuerzas que, con el General Zeledón había despachado de Masaya el General Mena para ocupar aquella: pobla-ción. I

Las causas, sin embargo, de la derrota del General Bolaños Chpmorro fueron la f{'lHa de tiempo con que contó para dar a sus h9mbres una organización adecuada y que fueron afa– cados por fuerzas muy superiores en número a las sUyas.

I Con lo ocurrido en Tipifapa iuvirrios una lección que aprovechamos en esfa ciudad de Managua, cuál era la de preferir la calidad a la caniidad, lo que estaba ~ambién de acuerdo con el número de elemenfos de que disponía– mos. La prontitud conque fue aiacada Tipíta– pa nOs enseñó, también, qué para defender Managua lénÍamos que trabajar incesante– men·t.e, dí.a y noche, para ponerla en un buen pie de guerra, como se dice generalmenfe.

No- obstante que todos 1:"econocíamos la debilidad material en que l1abia quedado el Gobierno de Díaz con el i;~tiro del General Me– na llevándose paríe de la Policía y los elemen– tos de guerra de esta plaza, en ninguno de nosotros hUQo el más pequeño asomo de des– mayo, antes por el contrario, había un excesQ de coraje y todos trabajamos con la" seguridac;;l de que al final el éxito <:;oronaría nuestros es– fuerzos.

Por otra paríe, de iodos los Departamen– tos nos llegaban pequeños confingentes que habían logrado burlar la vigilancia de las fuer– zas del Ceneral Mena para venir a pl-estar sus servicios al Gobierno de Díaz.

Así fue que en el pequeño férmino de unos ocho a diez días habíamos logrado poner esta Plaza de Managua en condiciones de recibir los primeros embaíes de las fuerzas, ahora enemigas, del General' Mena.

Uno o dos días anteriores al afaque de Managua, fuí yo a la Penitenciaría para orde– nar la colocación de una pieza de arlilleria en la torre que ese edificio fenía. Como allí se en– contraba prisionero mucho elert'lento adverso, éste al darse cuenta de mi presencia, comenzó a echar mueras y proferir amenazas contra mi persona con voces altas y alteradas. Entonces el Comandante de la Penitenciaria, Coronel Isi– dro Carcía, sobrino del General Anastasio So– moza García, que había salido a saludarme portando un chilillo de cuero crudo, me dijo: "General, tan pronto Ud. se vaya, le voy a dar una chilillada a todos esos imbéciles para que se acuerden de mí por mucho tieInpo". A lo que yo le respondí: "Coronel García, le prohi– bo a Ud. dar un solo golpe a alguno de esos prisioneros. Yo estoy muy acostumbrado a oír vivas, es bueno que fambién me vaya acos– tumbrando a oír nl.ueras". Con eso me despedí de García después de haber dado mis mstruo– ciones para la colocación de la pieza de arti– llería.

Don PEDRO JOSE CHAMORRO, fuerte columna del Pa¡·tido Conserva,dor, cuyo hijo Víctor Manuel Chamorro

- , ~urió en la defensa de Managua.

Con eatisfacción consigno aquí que el Co· ronel García cumplió mis órdenes y que nin– gún reo fue Inaltratado, no obstanfe de que B

mi regreso al Campo de Marfe, ya al caer la tarde, .se me d~sparó a mansalva un balazo que aforlunadaInenfe no dió en el blanco, E

pesar de haberme pasado la bala casi rozande la cara. No quise, entonces, tarnpoco hace! una pesquisa de aquel lugar de donde salió e:

disparo, y vale Inés que así haya sido, porque más farde supe con cerfeza, quién había side el agresor, el que ya por ese tiempo era ur buen amigo personal Inío. Así es la política.

Los preparativos de la defensa continua ron febrilmente a medida que nos llegabar las noticias del movimiento de las fuerzas dE Mena, las que se aproximaban ya para afaca: a Managua.

No fue, s~ embargo, hasta el día '12 d.

agosto de 1912, que se presenfaron corno a la: seis de la mañana; por el lado de Chico Pelón en la parte que da al caInino de Masaya.

Cuando las huestes eneInigas se eproxi Inaban para el ataqUé, Ine encontraba yo re corriendo, junfo. con varios ofros Jefes, la línel de defensa que corría desdé laa costas del Lag

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al carnina de Sanio Domingo.