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EN lA ECONOMIA NACIONAL
l::n 17'23, el Capitán de ~ragata, caballero Delcieux, navegaba rumbo a Mattinica, llevando en su camarote dos arbolitos de café, con los que, según la leyenda, compartía su ración de agua, quizás teniendo la intuición matavillosa del fnbuloso tesoro que Francia obsequ'iaba a América.
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I':stos arbolitos de café serían los padres de las gi an~
des y productivas plantaciones cafeteras de nuestra Amé~
rica que ocupan actualmente siete millones de hectáreas de tierra y le dan trabajo y sustento a doce millones de Latinoamericanos y cuyo producto, vendido en los merca" dos internacionales, dan el 40% de nuesttos ingresos en el renglón de e:x;portaciones.
En Nicaragua el cultivo del café se inició en el año de 1845, siendo Director de Estado, don José León San· doval Los primeros caficultores conocidos fueron don Jo~
sé Dolores Gámez y el Presbítero don Gordiano lelaya, quienes tenían sus plantaciones en las Sierras de Mana– gua.
A la llegada del primer Enca,'gado de Negocios de los Estados Unidos en Nicaragua, MI'. George E. Squier en 1849, observó esas plantaciones e hizo en su intel e– sante obra, el siguiente comentario: flEn esta República (Nicaragua) puede pioducirse café de excelente calidad, y talvez igual al mejor del mundo y en cantidad ilimita– da también, pero debido a que hasta hoy se ha he· cho sumamente difícil llevarle al mercado exterior, no se cultiva en gran escala. Las haciendas que ví allá en Ni–
caragua prosperan a maravilla y sus prop'ietarios dicen que rinden tanto como cualquiel' otra. Quizás su limita· do cultivo se deba a que el chocolate es la bebida en– niente del país, y como nunca ha podido hacerse que el café se convierta en artículo de comercio y expoltación, ha decaído el intelés pOi su cultivo. No hay razón para que aquí no se produzca tan buen café como en Costa ruca, y el café costarricense, cuando es de buena cali· dad, obtiene en Inglatena tan buen precio como el me– ior, pero como suele enviálsele vía Cabo de liornos, Ile· ga allá bas1'an1'e de1'eriorado. Mas con 1'odo, es casi la única fuente de riqueza en Costa Rica. I.a cosecha de 1847 fue de 80,000 quintales que, a razón de US$12.S0 el quintal --,precio promedio en el mercado inglés- su– man US$I,OOO,OOO cantidad considerable para un país COn menos de 100,000 habitantes y en donde su cultivo fue introducido hace sólo catorce años. El cos1'o de pro. ducción por quintal ahma que el salario es de veinticin .. co centavos de dólar al día, es de unos US$2.S0, S'j los nicaragüenses volvieran su atención al cultivo del café obtendrían grandes ganancias l1
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También el his1'oriadol' Levy, en su obra sobl'e Nica– ragua -dedicada a los Presidentes don Vicente Quadra
y clon Fernando Guzmán en 1873- escribe muy amJ)lia~
mente sobre el café, sobre la conveniencia de su eultivo que se hace en tierras altas, donde no l'inden el caCilO y el añil.
El señor Levy nos relata que en esa época se ins1'a. laron las primeras descascaradoras de café, ya que por aquellos tiempos se ti iIIaba en pilones de madera. Nos
dice que el plantío se hacía en hileras de 3 x 2 varas y
que la siemb. a era a terrón Nos informa que los costos totales hasta Liverpool, pasando por el Cabo de Hornos era de US$14.10 y que se vendía, aprmdmadalnente, ~
US$1800 el quintal.
La exportación de año de 1871, según Levy, fue de 11,000 quintaes y el promedio de producción por unidad que ela es ele dos libras por árbol.
Indudablemente, dichos informes optimistas obede.
cían al deseo de incrementar el cultivo del café, hacién. dolo halagueño a los futuros cultivadores, pues hacía os–
cilar el plecio de venta en Inglaterra entre los 18 y 25 dólates De hecho los precios locales el'an de ocho dó–
lares y en 1977 ya e}{istían los ,primeros intermediarios quienes compraron café de futuro a seis dólares el quin. tal.
¡;:n ese mismo año de 1877, siendo Presidente de
Nicaragua don Pedro Joaquín Chamorra, se dieron las l)rimeras leyes de subsidio cafetalero con el objeto de in– cremental' su cultivo en la región septentrional del país, ofreciéndose pagar cinco centavos por cada árbol cose– chero a los plantadores de más de 5,000 árboles, y se dictaron las providencias departamentales necesarias que
estarían a cargo de Ingenieros Civiles. Esta misma política cafetalera fue continuada por don Evaristo Carazo en 1889.
El resultado de estas sabias y saludables leyes fue
la ¡poderosa inmigración de personas y capital, norteame. ricano, inglés y alemán, a las zonas de Matagalpa y Ji~
notega. De entre esa inmigración cabe hacer destacar
él los señores: ehas. T. Manning, ciudadano norteamerica– no, Gerente de cuatro compañías de productores de ca~
fé¡ A. SuUivan, Gerente de la San Flancisco Coffee Coma pany¡ Edwin W. Rice, de la Matagalpa Coffee Company; W. J. Hawltins, de la Nícaragua Land and Coffee Co ¡ W, H De Savigny, de The Minnesota and Nicaragua Coffee Co. Como también al señor Alberto Vogl, descendiente de dístinguida familia bávara y fundador de apreciable familia nicaragüense y de la hacienda Ravaria, una cu– yas plantaciones eran de las mejores.
Como interesante dato histórico de estos pioneros de la industria cafetalera norteña, la primera plantación de café en Matagal,pa la hízo el ciudadano alemán don Guillermo Gerecha en su hacienda llamada Las Lajas, hoy propiedad del señor José Vita R.
En los folletos de propaganda de la época esos se·
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