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estado en casa de Adolfo el día de mí llegada y logro hablar con él con el ánimo dispuesto, corno lo tenía, para apoyar la candidatura

de Carlos, la situación política habría cam·

biado y quizás entonces el Partido Conser– vador hubiera triunfado en las elecciones Pero por la resolución que torné por motivc de las amenazas del mismo Carlos, el escena rio político de nuestro Partido cambió radi calmente y de la casa de Adolfo salí para la mía a buscar candidatos que oponerle al Dr Cuadra Pasos.

Así fue cómo nació la candidatura de don Vicente Rappaccioli, honorable ciudada no de Diriamba, Departamento de Carazo, de la cual candidatura había hablado en

ocasiónes anteriores con el Dr. Zapada

La mayoría del Conservaiísmo apoyó con entusiasmo la candidaiura de don Vicente y

dondequiera que ibamos en campaña elec– ioral teniamos mucho éxito, pero el gasto de propaganda se hacia cada vez mas fueríe y

don Vicente me manifesió con franqueza que él solo no podría Hlanienerla por lo que se convino en la candidalura de don Adolfo Benard, airo muy honorable ciudadano de Granada que gozaba de grandes simpatías en el país.

En esias aciividades estábamos cuando fuí invitado a una recepción en casa del Dr David Campari, a la cual fueron iambién invi–

iados, entre numerosas personas de nuestra

sociedad, el Presidente Díaz, el Dr, Cuadra Pasos y el Ministro Americano, Mr. Charles C. Eberhardt.

En esa recepción don Adolfo Díaz me ha– bló de la conveniencia de apoyar la candida– tura del docior Cuadra Pasos, ya que Mr. Eberhardt se le había ofrecido a gestionar con su Gobierno para que cooperara al éxito. Me dijo, además, que si yo dudaba de Jo asevera– do por él que llamáramos al Ministro Ameri– cano que estaba allí cerca de nosotros para que me convenciera de la veracidad de lo que me decía, pero yo me negué rotundamente a dar nlÍ apoyo a la candidatura del dociar Cua– dra Pasos, en lo cual, comprendo ahora, que

cometí un gravísimo error, y sólo me explico

aquella ernpecinada resistencia al disgusto

que me causaron las frases de velada amena–

za del propio docíor Cuadra Pasos al decirm.e que serían retirados del Gobierno todos mis amigos si yo me negaba a apoyar su candida– tura. Además, cuando don Adolfo me habló de este asunto, ya me había compromeiído en los trabajos candidaturales de don Vicente Rappaccioli, de quien hasta había recibido di– nero para la campaña.

Naturalmente, no debía yo haber resuelto con lanta ligereza lo propuesto por don Adol–

fo, pues :merecía la cuestión ser considerada rnás serenamente, aun cuando creo que, ni

con la candidatura de Cuadra Pasos hubiéra– mos podido derrotar la candidatura del Gene· ral Mancada, a quien, entiendo el Almirante Latimer, le había ofrecido la Presidencia de la

Don ADOLFO DIAZ

República. Con todo, indudablemente hubie– ran habido mayores probabilidades con Carlos que con Vicente Rappaccioli o con Adolfo Be– nard, pues Carlos había lenido una actuación brillanle en la Habana en donde se ganó la simpatía del Secretario de Estado, Mr. Rellog.

Con el triunfo de Moncada en las eleccio– nes, muchos esperaban que yo saliera del país, pero yo estaba seguro que ningún aeío de los que pueden hacer temer a una persona el ser nl.oles±ada o perseguida, había de ser come!i– do en conlra mía, así es que esperé ±ranquila– menie que Moncacla ±omara posesión de la

Presidencia.

En honor a la verdad debo manifestar que jamás recibí la más pequeña molestia y que tanto las Autoridades, corno los mismos ciu–

dadanos liberales, rne guardaron sieIl1.p!e con~

sideración y respeto. Yo me dediqué a mis tra– bajos ganaderos en Río Grande.

En las postrimerías del Gobierno del Ge– neral Mancada el Partido Conservador lanzó la canclidatura de don Adolfo Díaz, como Pre–

sidente, y la mía corno Vice, considerando que

esa fórmula era la más apropiada para opo– nerse a la del docíor Juan Bautista Sacasa, por

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