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Acercándose 10 bastante a él, el Coman– dante, luego de ordenar a los guardias que se reti1 asen de la saliente orilla de aquel mira– dor para que a través de la línea del cielo no pudieran ser avistados de lejos, llevó al indivi– duo unos cuantos pasos hacia atrás y trabó

conversación con él En sí.ntesis, éste expresó

que Jos "MUCHACHOS" (sandinistas) habían

pasado por allí temprano de esa mañana

f

y

r

que, en casa, que se hallaba muy cercana,

habían. pennanecido hasta poco antes, comien–

do lo que en ella encontraron, bebiendo con avidez, leche de vaca.

Rogámosle que nos enseñara el camino

de su casa Pero corno ±ozudamen±e se nega– ra a ello, fué obligado a marchar a la cabeza

de la avanzadilla al mando del Subtenienie Gonzalo M:atus que tomó dirección norte. Co–

mo a un kilómetro de distancia, la patrulla

arribó a una hacienda de ganado, bastante grande, por el número de animales que se veían en sus extensos corrales, donde iodos sus habi±anies fueron recogidos en una sola pieza. Estos explicaron al unísono que el mu–

chacho aquel era un "loquito" y que, por .fan–

lo, 10 dicho por él, no era nada cierto. Sin

embargo, fren±e a lodos, sosteniendo su mira–

da, el loquito aseguró que los sandinislas ha–

bían tornado rumbo Es±e, mien±1as sus oponen–

les irataban de establecer rumbo Norte. La

verdad era que los "muchachos" habían pa–

sado por allí momentos antes Esto fué con– firmado por guardias especialmente destaca– dos a examinar las huellas que pudieran ha– ber dejado los anteriores visitantes de la ha– cienda Tales huelll;ls señalaban el rumbo Noroeste Sin perder más tiempo en pregun–

fas, encargué a la señora dueña de la hacien– da, la preparación de un alrnuerzo para 48

hombres. En realidad nunca ±uvim.os la in-o

tendón de regresar; pero debió hacerse aque–

Uo para despilar. Como para despistar la pa–

Íl ulla tomó rumbo Este y no fué sino hasla

que sus habitantes no la avi.staron, que torci.ó

hacia el Noroeste.

A poco andar entre cauces de varios arro~

Vos y distintas veredas ocultas, la palrulla lle–

a una encrucijada, a un sendero tan estre–

cho y profundamente labrado en la roca viva

que, sus hombres apenas lograban movelse

hacia adelante, uno trás oiro, entre dos ppre~

des de unos cien o más metros de altura Si–

guiendo este sendero en un trecho de unos ochocientos metros, se llegó a. un pequeño cla–

ro de muy escasa longitud y ancho al que

ponía término una casita pajiza, moniada,

-es la apropiada palabra- sobre un diminu– lo mirador parecido al del sitio donde encon–

fráramos antes al "loquito". Es±e nuevo mira–

dor estaba situado al centro de un óvalo for–

:mado por una sedé de lomas, cuyas cimas

aparecían exentas de vege±aci6n. En su par– te menos ancha, aquel óvalo, enfre la casita

y su confín, en línea recta, tenía una disfan–

cia ap,oximada de uri mil metros. Semejan– le a un lago seco de sinuoso fondo cuya pro– fUndidad no podía apreciarse por )a exisien-

cia de una serie de pequeñas lomas que au– mentaban de altura a medida de ir acercán– dose a su COn±0r110 o acantilado, aquel lugar, por poseer, además, una cueva de grandes di~

mensiones donde podían Cabel" perfectamente

acorrtodados unos doscientos hombres, según nos lo explicaron los señores de la casa, se lla·

maba EL HORNO, Jos ABISMOS DEL HORNO

Mientras el subteniente Matus con sus

guardias regjslraba la casita, e] grupo princi–

pal y la retaguardia de la patrulla se hallaban

escondidos trás el claro, sobre el sendero ] R–

brado en la roca viva Este proceder constituía una rutina, pues siendo conocida la fáctica

sandinis±a de atacar sólo a pequeñas patru–

llas de Guardias, así se les brindaba la oportu–

nidad de equivocarse, si lo deseaban.

En cierto mOrrtento, el Teniente Ma±us me llamó para que, personalmente, chequeara las novedades encontradas en la casita: una seño– ra de no muy avanzada edad, baslan±e pre– cavida que nada sabía de nada, y un señor que, echado sobre un "tapesco", tenía su pjerna derecha rnonslruosarnenie inflamada a

consecuencia de una picadura de culebra,

-dijo- cubieria con trapos sucios y rnalolien– fes. La fiebre con que aquel individuo esÍa~

ba, podía muy bien pasar de los cuarenta

grados

Debido a que, unos diez días antes de la

fecha, la Guardia Nacional habia sostenido re–

ñido combate con sandinis±as en Punia de

Riel, del Departamento de León, donde había perdido buena cantidad de hombres y perire– chos pero al fin triunfado, al recordar el hecho, al Comandante le asaltó la idea de que el hombre del tapesco podia ser alguno de los

heridos que, según los partes de operaciones,

habían huido hacia Las Segovias

Por tal razón fué llamado a presencia del Comandante el Cabo Cruz Roja de apellido

Umaña, a quien le fué encargada de inmedia– fa la atención de aqnel señor que se obstinó en

no dejarse ver la pierna Obligado a ello por

UInaña, se logró constatar que la picadura no er a oira cosa que dos balazos de rifle Krag re–

cibidos, lal lo que ya por entonces confesó el señor, en el combate de Punia de Rjel.

Tan pronto el Comandante se dio cuen t;'l

de tamaña novedad que a las claras indicaba encontrarnos en casa de sandinis±as, ordenó io– daR las debidas precauciones para no ser sor–

prendidos.

Otro hecho por demás curioso vino a su–

marse al anterior Un guardia que por ca–

pear de la lluvia había botado su am.etralla–

dora, y que, por carecer de baqueta, quelÍa

"destaquearla" disparando, ace:rcóseme con

lal petición Habiendo accedido el Guardia, apuntando hacia 81 centro del óvalo, disparó

un magazine.

Aquellos disparos, puede decirse, dieron inicio al combate de El Horno, de los Abismos de El Horno, uno de los más fuertes y últimos que la Guardia tuvo antes de alreglarse la paz con Sandino.

De la boca de la cueva brotó un chorro

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