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« Previous Page Table of Contents Next Page »de proyectiles. No una, sino un centenar de balas pasaron rozando las cabezas de los que noS hallában'los en la casita. Con preITlura,
lomando el mando de la avanzadilla ordené al Tenienie Maius iomar el del grupo princi–
pal, y, al Tenien±e Monierrey, dejar tres alista–
dos en la casita, con especiales instrucciones
de impedir a fado france que cualquier fuerza enemiga pudiera por el sendero que habíamos
llegado, dar proiección a los combaiíenies de El Horno. Monierrey mismo, con el resto de
]a reiaguardia seguiría la form.ación de la
patrulla.
Casi en línea recta, los guardias de la
avanzadilla descendieron del mirador hasta
el fondo de la sangradera para inmediaia–
mente después comenzar el escalamiento de una de las lomas iniermedias que conducen a ]as cimas circundantes. Con mucho esfuerzo,
los secos bejucos y grandes árboles de loda clase que iban apareciendo fueron dejados atrás. AIlJegar a la cúspide, a unos trescien–
tos Inclros de elevadón, el lomo de aquella, con gran abisITlo a su frente, bifurcábase hacia
el Noresie y hacia el Oesie directamenie El Comandanie iomó la ruta del Oeste en un in–
lento por alcanzar unos potreros que se mira– ban, no sin antes ordenar a Maius que con sus guardias se m.antuviera en la bifurcación,
y, a Monterrey que lomara la ruia Noresie
Cuando al llegar al linde del poirero ya se
divisaba un crecido número de bestias Inula– res y caballares, cosa muy rara por aquellos días, dos ame±ralladorilas que, al parecer, ha– bían descubierto mi presencia, con sus armas lanzaron sus m.ortíferos tiros conira mi huma–
nidad, obligándorne casi a quedar aislado de
los derrtás y a combatir personalmente para salvar la vida. Sim.ul±áneamen±e Maius y su gente cornenzó a cornba±ir con fiereza, rnuy vi–
vamente Y a Monterrey, que apenas habia
rebasado con sus hombres la bifurcación, ±am–
bién los sandinistas ya lo ienían detenido en
sn marcha ascendente, combatiendo en situa– ción desvenfajosa.
Sin poder hacer más que defenderme, y
no atender, como era de mi obligación el curso
del combaie, aplastado contra la hierba o za–
caTe del potrero, mientras escuchaba gritos y
blasfemias sandinistas, con mi 45 disparaba confiando más en la densidad del fuego que
en la puntería.
Los Lanza-bombas de los guardias de Monierrey; los Brownings de los guardias de Matus, lanio corno las Sub-Thompson de mis hombres, vomitaban plomo contra los sandic
nis±as, parapetados Iras la barrera natural de rocas que servía de entrada a la. cuerva de El
J-Iorno¡ y, a su vez, éstos, envalenionados por
la nlagnífica posición que ocupaban, vivando
a sus Jefes Generales José León Díaz y Juan
r;an±os Morales, atronaban el espacio y oque–
dades de aquellos abismos con el delanar de
sus "bombas de tarro", latas vacías de con– servas, rellenadas de dinamita, clavos, :trozos
de vidrio, grapas y zunchos.
Las descargas cerradas de los rifles san-
dinistas empoiraban sus balas en el suelo re,
seco, rebotando a veces o cercenando ral11aa
y ±t oncos de los árboles mu.siíos q~e serviar¡ de muy poco amparo, de lnaproplada irir¡, chera a los Guardias. En un momenio de có.
lera, o como quiera llamársele, resuelto a io_
do, logré incorporarme, y ordenando a mis
guardias avivar el fuego mientras me reple.
gaba a ellos para no quedar expuesto de
nuevo a ser rebanado por las ráfagas de me~
tralla que enviaban los sandinistas a mi lado protegido ya por los árboles, dispuse que tre~
de los mejores firadores sifuáranse en posicio. n.es estratégicas de tiro, a riflear a los que, es~
casamen±e a setenta metros, en plano supe. rior al nuestro, sembraban la muerie en las
filas de la Guardia.
Hasia el sitio en que ya para enionces
me encontraba, llegaron las primeras noticias
de mis oficiales. Monlerrey había avanzado
Jo suficienfe COlno para cerciorarse que los
sandinisias, tras sus pedregosos reductos de muy difícil acceso, sólo podían ser echados me diante un asalio en debida forma, avanzando
sobre un trecho C01TIO de cuarenta metros ca. rente de vegetación, sin ningún amparo. Ma.
ius, desde su posición central, del iodo no ha. bía podido avanzar, por el abismo a su fren. te y porque sobre su cabeza el salienie de la cueva, fieramenie defendido por un conside. rabIe número de sandinistas, no lo dejaría
efectuar ningún movimiento de marcha COn
el obj eio de llegar hasta él Por mi sector,
aunque las balas cruzaban el aire muy cerca
de iodos, cada alistado de los buenos, seguía arrasirándose pulgada a pulgada, uiilizando
la más nimia cubierta. La situación de la
Guardia era, pues, dificilísima. Podía ser
aniquilada
Enfreniado a tamaña situación, dispuse
un Consejo de Oficiales, así corno un recuenfo
de parque en mano. El guardia que mayor caniídad de iiros ienía era... de ocho cartu· chos. Con rapidez, pero todos de acuerdo, gi·
ráronse nuevas órdenes. Monterrey avanza· ría en Su ruta, sin dis-parar un tiro, utilizando todo lo que pudiera para cubrirse, mientras
que yo, con Matus que había de replegarse a
mi, echándonos un poco hacia atrás, continua– ríamos el ascenso en ese orden, procurando también no disparar. Lo esencial era acercar·
nos a la cueva a fin de lanzarle deniro el ma·
yor número de bombas de Inano. Por mo·
menios pareció que el plan esiaba des:l:inado al fracaso. No es nada fácil ni graio avanzar
bajo fuego enemigo, sin disparar. Pero como
sea que el espíritu combaiivo de todos se ma·
nifestó al máximo, ello sirvió para que cada
hombre de la patrulla, aún los heridos que no
quisieron quedarse atrás, se empeñara en ir
arrebatando a los sandinistas iodo peñazco,
ITlaía, arbusto o bejuco que en su ascenso en
con±rara.
De pronto, un grito salido de la garganta
de uno 'de los nuestros, nos hizo saber que
oira patruUa de Guardias Nacionales, rrtonia dos, ocurria al lugar del corrtbate. Al rrtira l
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