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ROlni,iose el nombre en' esta For– taleza cargado de bala y metralla, y se tocó la Diana, reconociendo el c:ampo del enemigo en la forma que estaba el día antecedente, bien qua en siete campamentos acordonados de centinelas, con algunos pelotones que harían fue– go. Disparase otro cañonazo y se retiraron lqs enemigos a alguna

y como antes de (101. 1 v.) que se le reconosciese en esta positura desde el Castillo, sé retiraban de él dos caribes tri&nS05 para un rancho en que habían dejado sus muge– res, distantes un tiro de fusil de esta fortaleza; al llegar en su cayuco los dichos caribes cerca del rancho, se jun– taron en él gran cantidad de ¡(ambos y yngleses, y pi– diendo licencia al Teniente la hija del difunto Castellano para dispararles un cañonazo, concedida, lo apuntó y

disparó con tanto acilHto, que de los muchos enemigos que estaban juntos, se vieron salir corriendo pocos. Con la confusión y esfrago que causó este tiro con bala y me· Iralla, pudo uno de los dichos caribes mansos escaparse al Castillo, en donde aseguró el destroso grande que hizo el cañonazo, y que entre los muertos uno había sido un ynglés de los principales, a quien le dió una bala en los pechos. Este mismo caribe dixo que los enemigos se llevaron amarradas a dos mugeres y a su compañero, y que creía que éste estaría ya muerto, porque en la carga c:errada que les tiraron al ir a desembarcar, lo hirieron mucho; que él se libertó de todo por haberse tirado al agua y metido enfre el gamalofe:

Luego que los enemigos sintieron el cañonazo, la gl'ÍterJ¡\ de los heridos y supieron el estrago, empezaron a hace.' fuego contra este Castillo, con el mayor ardor, y sin descaecer lo continuaron toda la noche, poniendo en el principio de la acción siete banderas ynglesas.

mayor distancia.

Separase de éstos esta misma mañana un ynglés con afro que sirve de intérprete según lo que después pasó, dirigiéndose hacia el Castillo los dos, con una bandera blanca en la mano del primero; y visto por el Teniente (fol. 2) mandó suspender toda hoslilidad y hizo señas

1I los que venían para que se acercasen con seguridad. Llegados a distancia en que ¡pudiesen ser oydos, se les mandó hacer alto, y desde el baluarte de Santa Ana les dixo el Teniente que qué se les ofreda e intentaban. Respondió el ynglés por medio del intérprete que el que se le entregasen las llaves del Castillo y se rindiese la guarnición, que, haciéndolo así, les aseguraba de parte de su Comandante General, por quien era enviado, que a nadie se le hllría daño. Preguntó el Teniente que a qué Rey o Señor servían, y respondió el enviado que al Rey de" Vnglaterra, de quien tratan orden de ganar el Castillo y para este efecto tenían, como estaba viendo, mucha gente bien armada, no solamente en el campo si no es también río arriba y abaxo con embarcaciones. A estas proposiciones dixo el Teniente que él no podía entregar el Castillo por capitulación alguna, y que si su General tenía tocló el armamento que le acababa de decir, su Forta!eza estaba también en disposición de resistir a quantas acciones intentasen. Replicósele diCiéndole que se mirase bien en ello; propusieron el enviado con su

compañero, treguas, y fueron aceptadas por el Teniente, con la mira de recoxer unos cañoncitos y pedreros que se habían quedado en una casa inmediata al Castillo, en qUe vivía el difunto Castellano. Y habiéndose convenido en que no se hiciese fuego de una parte ni de otra, se reti_ raron el enviado y el intérprete.

Después de algún rato que esto pasó, hizo salir de la Fortaleza el Teniente veinte hombres a recoger 105 ca– ñoneitos y pedreros que se ha dicho, encargando l.

promptitud y eficacia a quantos fueron a esta diligencia. Estando ya entrando en el Castillo la gente nuestra con los cañones y pedreros, se levant6 en el campo del ene– migo un grande alboroto y (Jeneral movimiento de que dieron parle las centinelas, y como ya estaban todos los nuestros dentro del Castillo, 'se levó su puente. Viose ve– nir por segunda vez al enviado con el int~rprete y acercándose a la Fortaleza dixo al (fol. 2 v.) Teniente que su Comandante General le advertía que no abriese el Castillo ni hiciese salir gente de él porque se la mataría toda; a lo que respondió este oficial: que su General no mandaba en la Fortaleza, ni aquel territorio, pues uno y

otro eran del Rey su Amo y no del de Ynglaterra; que advirtiese a su General el que pusiese sus tropas en don. de no les alcanzase la artillería del Castillo, y previniese que no taJase los platanares, porque, de lo contrario, ten– dría por acabadas las treguas y empezaría a hacer fuego. Retirose el enviado a su campo, y se pas6 la noche sin mayor hostilidad de una ni otra parle.

A las seis de la mañana de este día dieron parte las centinelas de este Castillo de cómo se dirigía a el el enviado y su compañero, con ban– dera blanca, quienes puesto! en distancia proporcionada hablaron al Teniente, que se hallaba en la muralla. Dixeron aquellos cómo había pasado la noche; respondió– les que bien, y correspondiendo nuestro comandante a esta atención, preguntándole cómo habfa Ipasad~ su General, a que respondieron que muy mal, porque había observado que durante toda la noche se había trabaxodo mucho en la Fortaleza, y también que de ella habían llaUdo varias tropas a echar cordón a las suyas; que le mandaba prevenirle segunda vez que no echase gentes fUera del Castillo, porque como le tenía di· cho se las mataría tO,das. Respondió a esto el Teniente que, de todas las operaciones que le decía había observa– do su General en la Fortaleza, no había tenido necesidad de practicar alguna porque la tenía en disposición de re– sistir a sus fuerzas, y que ya no podía sufrir tantas ame– nazas como se le hacían. Añadió el enviado: pues vengo también a que se me entreguen las llaves, y, de no, den– tro de tres días será tomada la fortaleza y pasados a cu– c:hillo quantos hay en ella. Respondió a esto el Teniente que no le fuesen a gobernar su Castillo, y que si quería volver a las hostilidades, podían, en la inteligencia que él no podía entregar las llaves hasta morir (fol. 3) o tener orden de su superior para ello. Con esto se retiraron el enviado y su cOll1pañero a su campo, y a poco rato pusie– ron en el una bandera negra, con armas de levantado y quatro ynglesas; rompieron el fuego con la mayor viven, y de nuestro Castillo se hizaron la artillería y fusilería, el

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