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« Previous Page Table of Contents Next Page »dades itali.nas del Ren.cimiento, únic.mente la ciudad de Guatemal., siendo 14 clpital de Centro Améric.; pue– de decirse que ofreciera algunas condiciones en cierto modo favorables. Anr estaban, ",ituralmente, reunidas las más importantes instituciones civiles y eclesiásticas, como la Real Audiencia, la Capitanía General, las oficinas de 'a Real Hacienda, las otras dependencias administrati. vas, el arzobispado, el cabildo eclesiástico, las casas principales o provincialatos de las órdenes religiosas, el seminario, 105 colegios mayores, escuelas de padres o monjas, los beaterios, la Universidad de San Carlos f\ln– dada a fines del Siglo XVII y las familias ricas de la lla– mada nobleza criolla. la imprenta fue introducida en
1660. Seguramente d~ba la impresión de una pequeña ciudad provinciana de la península ibérica, mágicamente transportada al ambiente maya-quiché, pero con más solera que muchas villas españolas, como lo vemos per las ruinas de la Antigua Gt!atemala. También ,tenía, ma· yor animación. Tanto en el viejo, como en el nuevo emplazamiento -des.pués del trágico terremoto del día' de Santa Marta en 1773- el mundillo capitalino de Gua– temala se renovaba con la aparici6n más o menos frecuente de funcionarios administrativos o militares acom' pañados de sus familias y servidores que llegaban de
España, Flandes o Italia, y si no, por lo menos de otras ciudades de las Indias. Ni era tampoco insignificante el movimiento de la gente de iglesia. Existía, por eso, una especie de vida cortesana y una cierta cultura del mismo tipo, un poco a la manera de la que florecía en las gran. des ciudades virreinales, México y Lima. Se producía así a lo largo de la época colonial, una literatura de obras didáCticas y hasta poéticas que no carecen de interés, aunque ya nO interesen más que a los eruditos, como pro. bablemente ocurrirá mañana con casi todo lo que hoy se publica. Pero de todos modos, las personas de mérito inteleCtual o literario que en Centro América se han dis– tinguido sin su,perar el medio ambiente centroamericilno de cada si910, han siclo ciertamente más numerosas de lo que permitían esperarlo las respeCtivas circunstancias. En este aspecto, hasta la aparición del modernismo y Rubén Daría, la época colonial tampoco tiene ,que envidiar a la siguiente.
Bernal es sólo comparable con Joinville o Froissilrt, pero los otros excelentes cronistas como su descendiente Fuentes y Guzmán o el franciscano Yázquez y los domí. nicos Remesal y Ximénez -este último descubridor y primer traductor del Popol Vuh- marcan la altura del ambiente colonial en la ciudad de Guatemala. Sus croni. eones aun pueden leerse no sólo con provecho, sino hasta con placer, pues todos ellos, sin exceptuar al mismo Fuentes y Guzmán, cuyo, ~ulteranismo lo hace a menudo difícil, tienen páginas dignas de figurar en una antolo. gía de ,prosa centroamericana.
lo que se dice de Bernal y los otros cronistas, puede también decirse de Landívar y los 'demás poet!!s guatémaltecos de la colonia: no pertenecen a la misma categoría, pero rimadores de fama pasajera, reflejan una vida literaria no desdeñable.
landívar es de la estirpe de Virgilio, y como éste formado en los griegos. Entre 105 poetas neolatinos, no es inferior a Poggio. Según Menéndez y Pelayo, su musa es la de las Ge6rgicas, rejuvenecida y transportada a la naturalen tropical. fIla Rusticatio Mexicana" significa;
efectivamente, el paisaje y la vida c¡lmpestre de México y Centro América en el siglo XVIII -los lagos mexicanos" como recuerda el mismo don Marcelino; el volcán de, Xorullo; las cataratas de Guatemala; Ic;ls campos de Oaxa· ca; el beneficio de la lan., la púrpura, el añil; las costum– bres de los castores y sus habitaciones; las minas de oro y las de plata y los procedimientos de la metalurgia; el cultivo de la caña de azúcar; la crianza de ganado; los ejercicios a caballo, la gimnasia, l. caza; las fuentes ter· males; las aves y las fieras; juegc;ls populares, las corridas de toros- transportados a la poesfa universal, y es una lástima que los jóvenes centroamericanos no eStén en capacidad de leer el original, porque ya no se enseña la. tín en los colegios, como se hacía en la colonia. landívar es desde luego el poeta de es. época, no sólo por su al· tura, sinó por la materia de stl poema.
Pero Landívar e,s un caso' aparte. Lo que hacían los españoles en la ciudad de Guatemala, desde el siglo XVI· era más o menos lo que se llama poesía de clrc:unstan·
I:iu.
Tanto Pedro de Liévana, que parece haber sido el primero, como Juan de Matanza y Ballasar de Oren. Ile· garon ya con fama de poetas, adquirida en la península•.. Los tres eran sonetistas bastante pasaderos, pues mane· jaban con cierta soltura la lengila poética de su tiempo, A Matanza se le atribuye un soneto de G6ngora. Eril!, según se dice, amigo de Gutierre de Cetina. Cervantes lo menciona con elogio en' El Viaje al Parnaso y en la Ga· latea, de igual manera q~e a Báltasar de Orena. Lástima que Sor Juana de Malcionado sea invención de Tomás Gage, aunque esto mismo hace pensar que la leyenda de una monja poetisa como aquella, no estaba fuera de lu· gar en el ambiente colonial de Guatemala. lo que nos interesa, sin embargo, no es pasar lista a, los poetilS de· senterrados por Menéndez y Pelayo, sino tomarle el pulso a la vida literaria de aquellos tiemPoS en la c:apital
centroamerica~a. Es curioso observar, por ejemplo, que en el mismo dintel de la selva americana, lo que se culti· vaba era la ,poesía no sólo culta, sino hiperculta¡ El ba– rroco español se exacerb'.ba, como quien dice, cuando se trasplantaba a tierras vírgenes, especialmente a dim.! tropiCales, y florecía de 'una manera lujuriante. La poesía guatemalteca del siglo XVII es casi toda gongorina. Has· ta la prosa de intenci6n didáctica se llena de caracolas y virutas verbales, palabras raras y metáforas ins6litas, como sucede en la "Recordación Florida" de Fuentes y Guzmán. Probablemente Góngora nunca tuvo en España tantos seguidores como en las Indias, comel'!zando por Méxic:o y Guatemala, ni desde luego una descendiente de tan alto vuelo como Sor Juana Inés de la Cruz. Es que antes del modernismo, la Imitaci6n de lo espafiol penin– sular era, con raras excep~lones, la forma de expresi6n de los poetas y literatos hispanoamericanos.
No podía esperarse otra caSI debido a que la cultura no popular de la colonia, como ya lo dijimos, se derivaba casi exclusivamente de libros españoles o traducidos en España. Aún después de 11I Independencia eso fue toda· vía lo que pasó con el romanticismo en la América Latina, donde predominó la imitación de Lavia, Espronceda, lo. nilla o Campoamor y especialmente Becquer, por ser tal vez el más afín a la sensibiUdad latinoamericana que ya estaba por revelarse e" el modernismo,. El hecho e~ que también G6ngora apelabll, como sigue apelando, quizá
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