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Anticipos del Libro, "REFLEXIONES SOBRE LA BlSTORlA DE NICARAGUA"
JOSE CORONEL URTECHO
i:ludlr el estudio de la cultura colonial de Nicaragua o Centro América, como tanto ss ha hecho, calificándola de oscurantista, aunque efectivamente lo fuera, equival– dría a pecar de lo mismo. Pero resulta que fUe precisa– mente lo contrnrio del oscurantismo, que es impedir o tratar de impedh' la educación del pueblo. No sólo fue la educación de los nicaragüenses en las esencias de la cultura occidental de entonces, sino además, la formación
y la elaboración de la propia cultura del pueblo nicara· güense. El mismo pueblo nicaragüense, como producto de un mestizaje racial y cultural, nació en ese proceso de
t:ormación de su cultura.
Esa cultura formada en Nicaragua durante la colonia sólo podrá apreciarse en su justo valor y significado si se la estudia como un hecho social. Los detos más insignifi– cantes en apariencia, hay que insistir en ello, se verán desquiciados o deformados tan pronto como se olvide que es un fenómeno popular el que examinamos. De su–
yo, pues, la cultura de la colonia debe entenderse como un bien común o, por decirlo de otra manera, como pa– trimonio del pueblo_
Lo que se creaba o elaborilba de modo anónimo en Nicaragua desde el siglo XVI al XIX -una comunidad ele creencias, ideas y costumbres; una mÚlIica, una \frica, un teatro callejeros; un amplio repertorio de cuentos, refra– nes y decires, ton una forma particular de cantar y m,,· ni,pular el castellano; danzas y fiestas comunales a la vez religiosas y profanas; un arte, una artasanla y hasta una cocina de la religión; todo un modo de ser y de vivir, co– mo también un conjunto de rasgos comunes en el carác– ter, la sensibilidad o la fÍ!~onomfa misma de la gente, y el aire, el tono y el estilo colectivo de la vida espiritual y
material- en resumidas cuentas no era otra cosa que lo nicaragüense. Lo que haya en eso de puramente contin– gente y esté sujeto a modificaciones incesantes -como las ha sufrido- apenas toca a lo que en ello tiene para nosotros valor universal y permanente, pero llun las for– mas y maneras ya dejadas atrás, y hasta los propios ante– cedentes indígenas o hispánicos del misnlo orden, afectan todavía nuestra sensibilidad y se proyectan largamente en el temperamento popular. De todos modos lo origina– do en la colonia fue, por lo menos, lo nicaragüense como nosotros lo hemos conocido y lo conocerán sabe Dios cuántas generaciones.
El contenido folklórico y el acento regional no con– ducían a restringir, como pudiera creerse, sino al contra– rio, a enriquecer la universalidad de la cultura .popular elebClrada en Nicaragua durante la colonia. Lo verchde– ramente constitutivo de esta universalidad era el catoli– cismo -como lo sigue siendo, en cierto modo- y su medio de comuniclIción el castellano. La religión y la lengua comunes, como es obvio, constituían -y constitu– yen todavía- el fundamento de la auténtica unidad de
los pueblo. formados por España en América, lo mismo que sU abertura a lo universal. El resulfado principal de la conquista española de América fue, pues, ese proceso de catoli:mdón o universalbaci6n de lo amerkano. Hoy
no podemos, por eso, hablar de una cultura nicaragllense en el mismo sentido cerrado en que los antropólogos ha· blall, por ejemplo, de la cultura chorotega.
Aunque nadie lo ignora, por supues~o, muchos pa.
recen olvidar que la cultura pQpular nicaragüense es un aspecto de la centroamericana, parte a su ve% de la cultura hispánica de Américll Latina, y por lo mismo una varie– dad de la cultura occidental. Sólo mirada desde esa pen;. tlectiva puede ser apreciada en sus corres,pondlentes proporciones, dentro del panorama univerual a que pero tenece.
La vocación de universalidad -mantenida a través de tremendos obstáculo5- parece ser lo distintivo de Centro América, ya desde su prehistoria. Las ruinas ma. yas que todavla ocultan mucho de su misterio en las sel.
va!; eJe Honduras y Guatemala, pueden tomarse en cierto modo como un primer indicio de ID capacidad centroame. ricana para alcanzar las mayores alturas de lo humano y
llbrirse al ámbito de lo universal. Si ello se debe a la geografía que hate del istlllo como un haz de caminos entre las dos grandes masas continentales del hemisferio, una especie de puente donde la vida de los pueblos tien· de a adquirir mayor intensidad por la mayor frecuencia de sus contados, no lo sabemos. Pero sea ,por lo que fue– re, el hecho es que Centro América ha revelado una capacidad creadora en el orden cultural que no se com– pagina COll 5US limitaciones y deficiencias en otros órde– nes. No deja de parecer significativo, por ejemplo, que sea la pequeña Centro América la lÍnica sección del con– tinente donde se encuentre, por lo menos, una obra lite– raria de verdadero valor universal para cada una de las épocas de su historia. La época prehispánica nos ha de– jado el Popol Vuh. La conquista, la Verdadera Relación de Bernal Díal!: del Castillo. La colonia, la Rusticatio Mexi– cana de Rafael Landlvar. Nuestra época independiente, a Rubén Daría.
Basta con eso para mostrar en Centro América la persistente vocación de universalidad. A la coloniA sin embargo, no son obras y nombres famosos lo que tene– mas que ¡pedirle, sometiéndola a examen con un sentido individualista de la cultura en que apenas encaja. No se dlllbe olvidar que hasta bien avanzado el siglo XVIII se estaba formondo y evolucionando lentamente la socieclad mestiza, y que este largo y callado proceso imprimió a la cultura un decidido carácter c:omunal o colectivo, den– iro del cual casi todo I~ que no era imitación de lo espa– ñol peninsular, tenia que ser anonimo_ Hay otras causas, desde luego, pero tal vez a ésta deba atribuirse princl· palmente la relativa escasés de obras literarias' escritas en Centro América durante los siglos coloniales. Aunque no exactamente por las mismas razones, también entonces ocurrra igual que ahora: 'as condiciones de la vicia no convidaban a dedicarse a In literatura con volu ltad pro– fesional.
Hay que tomar en cuenta, por otra parle, que pau el tipo de vida literaria y artística más o menos activa V
elevad" que hoy lIamnmos cultura, pensando en las ciu·
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