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y el hilo no se rompe al atravesar el Atlántico, sino que continúa desenvolviéndose vigorosamente por el ca· raz6n de América. La extraordinaria capacidad creado– ra del español americano llamó poderosamente la aten· ción de los eruditos criticas españoles desde hace mucho tiempo; llegándose hasta el punto de considerar en 1892 la Real Academia Española de la Lengua, como un deber propio de ella, la publicación de "una Antología de poe– tas hispano-americanos, con introducciones sobre la histo· ria literaria en cada una de las regiones descubiertas y civilizadas .por los españoles en el Nuevo Continente", _y como el mejor ado para conmemorar el cuarto cen– tenario dél descubrimiento de América-, como lo expli. ca nada menos que el genial don Marcelino Menéndez y Pelayo, a cuya sabi!Jurla y buen criterio se encargó tal misi6n (28).

Esta capacidad parece aumentar y fortalecerse al mis· mo ritmo de crecimiento y dé fortalecimiento de nuestro

i~ioma en los pueblos de Hispano América. "De Rubén Darlo hasta nuestros días el florecimiento literario de nuestra América es probablemente uno de 105 más ricos de la literatura contemporánea universal", nos declara con legitimo orgullo nuestro joven maestro y miembro distin– guido de está Ilustre Corporación, don Pablo Antonio Cua· dra, para agregar luego que: "La cantidad de buenos poe· tas, --'-de poetas de categorla-, que en este siglo ha pro– ducido América no tiene paralelo en ninguna otra len– gua" (29).

Sin entrar en largas consideraciones sobre las cua· Iidades pro,pias de la creación literaria hispanoamericana, -en la que se dan fenómenos tan interesantes como el de César Vallejo por ejemplo-, quiero detenerme en esta oportunidad únicamente ante dos casos que bien pue– den caracterizar por sí solos a toda esta creación Seña· lo a la creación poéticll de RiJbén Darlo y iI la del "Martin Fierro" de José Hernández.

Por toda su variedad de motivos y de temas, la obra dariana se desenvuelve evidentemente sobre un concepto fundamental que le hace adquirir una perfecta unidad y

que es el del reconocimiento y valoración justa de "lo hu– mano"; o quizás mejor "del hombre" en su más exacta realidad de carne y espiritu. Aún lo más trivial y común tiene en nuestro genio un alto y trascendental sentido de a,fírmación del "hombre", que empieza a crecer, .,-desde su inicial profundo erotismo-, por 'una revaloraci6n de "jo carnal" (no de lo simple y absolutamente material) an– te l(js irrealismos del "arte por el arte" en que había de– sembocado el intelectualismo eliro,peo, hasta lograr su plena configuración en lo que yo me he atrevido a llamar er "estetit;Ísmo ético de Rubén Darlo (30) y que Arturo Capdevilla nos expone tan claramente en su magnífico es– tudio sobre el poeta (31). "Ser digno de la alteza hu– !'!lana y merecedor de la bondad divina" puede Ser el principio fundamental de, este esteticismo ético, que el propio Rubén formula en uno de sus mensajes de La Tri. buna de Vedia (32).

En la esencia de este profundo "humanismo dartano" está eSO que nuestro apreciado compañero y eminente hombre de estudio, Julio Vcaza Tigerino llama "el carna· Iismo" (33) v que, a su vez, no es más que la expresión de los valor~s primitivos y originales de lo indígena aso– mados a lo universal por nuestro mestizaje y en lo más !'uro y afirmativo de JG hispano-católico.

y es por la Jlnell de este carnalismo por donde, pr&. cisamente, se establece la unidad de su creación. Es ,por ella por donde su verso pasa, sin soluci6n de continuidad de lo más encerrado de la torre de marfil a lo más abiert~

de todo un continente; porque en una y otra actitud es el mismo sentido de "lo carnal", como integración del Hom. bre y de la Cultura en su realidad natural, lo que anima a su obra. V, -tal como lo hago notar en mi estudio iné. dito sobre "Ia presencia de Hispano América en Rubén Dar;o"-, "así como la postración literaria, así como el dolor de vivir de los enfermos del absolutitismo estético provocó en él una clara y decidida actitud de "levanta. miento y de higienizaci6n" de los espíritus, la no menos postración política y el no menos doloroso, aún, desfa. lIecimiento del alma hispanoamericana pusieron en ma. yor tensión esa actitud; y en su fina sensibilidad poética empezó a vibrar iodo ese clamor continental de que su propia voz se hizo eco, y que ya era, sin ninguna dud", una más viva presencia en él mismo de Hispano Amé.

rica".

Con lo que la obra dariana nos pone bien al descil. bierto ese sentido de afirmación de los valores éticos y

trascendentes del hombre, y esa com,penetración íntima entre el autor y el alma de "su pueblo", que hemos ve–

nido reconociendo como lo propio y distintivo de la crea– ci6n literaria de nuestr.a lengua. Pero, por sobre esto

mismo, nos evidencia también, -y sin lugar a ninguna duda-, la capacidad que nuestro mestizaje tiene para realizar verdaderas re-creaciones de valores culturales originales y de sentido universal.

Esta capacidad la demuestra aún más, Rubén, cuan– do apreciamos su creación desde el punto de vista mera– mente lingüístico. Aparece entonces, en efecto, su obra estructurada y trabajada con numerosos y delicados prés– tamos hechos a otras lenguas Mas al penetrar por lo más hondo de ella nos encontramos, -y como él mismo lo manifiesta en su "Historia de mis Iibros"-, que al hacer tales ,préstamos "ya había explorado no solamente el campo de poéticas extranjeras, sino también los cancio– neros antiguos, la obra ya completa, ya fragmentaria de

10$ primitivos de la poesíll española, en los cuales encon– tré riquezas de expresión y de gracia que en vano se buscarán en harto celebrados autores de siglos más cer– canos". Esto es: Que las experiencias darianas no sólo nos llevan, con él mismo, a la plena confianza en las po– sibilidades de nuestras tradiciones Iitel arias para permitir con éxito, -y por ellas 50Ias-, originalidad y novedad; sino que también nos hace sentir la magnífica capacidad de estas tradiciones para verificar en ellas tras.plantes de otras lenguas, sin perder por esto su autenticidad y su gracia.

En el "Martín Fierro", por su parte, estas posibilida– des aparecerán, quizás, más de golpe por el mismo carác, ter de la obra, que presenta en su estructura una perfecta unidad de tema y una labor literaria que se vale de mo– dismos y de expresiones vernáculos para realizarse La comparación que con frecuencia se hace de este héroe gaucho can el gran manchego indica por si sola el profundo humanismo que encierra la creaci6n de Hernán– dez. Todo en ella refleja, evidentemente, la imagen del hombre que sabe ser "hom~re", no lo simple y vulgar,

mente "macho", sino en una justa y "nimada integraci6n de valores éticos y trascendentes. Asi, Martín Fierro, aun·

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