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REVISTA CONSERVADORA

al eilfocar el problema de la educación en Ni– caragua destaca en sus páginas las de Xavier Ortiz Monasterio sobre Jaime Castiello, quien en las aulas del Colegio Centro América, comenzó el ascenso a la montaña del conocimiento de la ciencia y del corazón humano. Después de adquirir en las más llrestigiadas Univer– sidades de Europa y América esa "admirable síntesis de los contrarios": la cultura milena– ria de la tradición perenne del clasicismo grecolatino con la sana modernidad y sentido lJrác– tiro de lo actual, Jaime Castiello regresó a México, su patria, al haber alcanzado la cúspide como maestro y guía de juventudes universitarias.

Su corta pero fecunda vida se tronchó inesperadamente en un accidente automovi– lístico, después de dar a los jóvenes "critel'ios y métodos" lJara la lucha por la decencia y dignidad del estudiante.

Nosotros, los Editores de REVISTA CONSERVADORA, discípulos suyos, lo tene– mos como modelo y guía, al enfocar en este número de la Revista el tema de la Educación.

De la juventud que aquí formara dice en una carta suya de mediados de 1930: He tratado bastante con universitarios de Lovaina, Gante, Bruselas, Montpellier, París, Oxford y Cambridge. Sé que todos pasan por una crisis moral y que no es ésta la peor. La terrible es la crisis intelectual que tienen que sobl'ellevar y en la que la mayoría de los que pierden la fe la pierden por falta de metafísica,

"Y aquí no puedo menos que ponderar un poco el fruto más que excelente que ha producido la Filosofía Escolástica enseñada en nuestro Colegio Centro América. Sea lo que fuere de las crisis morales (me refiero a costumbres), todos los alumnos del Centro Alné– rica que he encontrado en Europa preservan su ideología católica incontaminada. Lo que oyen en matel'ia filosófica de labios de los catedráticos, no es para ellos cosa nueva. Care– cen sus palabras de ese extraño encanto que ofrecen a la juventud las ideas nuevas . sea el que fuere el error que oyen proponer, recuerdan al oírlo que ya lo conocen, que tiene re– futación, que no encaja en ese cuadro general de recio sentido común que es la metafísica escolástica. Y lo mejor del caso es que su sana doctrina los sostiene a ellos y ayuda a sos– tener a otros. Yen los círculos de estudio, reuniones, etc., logran difundir entre los univer– sitarios latinos mucha filosofía cristiana, sin que los oyentes se percaten de qué fuente nace la doctrina que van absorviendo".

y es qiIe el valor y la eficacia pedagógica de los estudios clásicos prepara al individuo no sólo para lo temporal y pasajero sino también para lo perdurable y eterno.

Cuando el Dr. De Boer, pedag'ogo holandés, afirmó en una conferencia que los que más sobresalen en el comercio y en la industria y en la investigación científica, son los que han hecho estudios clásicos, y ag'regaba: "Y no puede menos de ser así; es que en realidad son más hombres. Primero y ante todo es el ser un hombre; después vendrá el ser botica-rio u hombre de Estado", el Padre CastieIlo comentó: .

"Confieso que al escuchar estas frases caí en la tentación de trinchar. No pude me– nos de recordar las peregrinas ideas de algunos queridos conocidos míos para quienes la se– gunda enseñanza ha llegado a su nivel ideal cuando logra atiborrar las cabezas de los alum– nos con programas extravagantes de física, química, biología y matemáticas. De semejan– tes clases salen jóvenes con entendimientos geométl'Ícos, incapaces de apreciar un argu– mento moral, una prueba histórica, y cieg'os para lo que no sea su propio punto de vista, De aquí salen esos científicos petulantes que piensan que la civilización es obra de un día y que la g'randeza de los pueblos se fabrica en la retorta de algún laboratorio de química."

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