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senciarla; pero que desd~ Mambozims, en donde se que– daría, 'es enviaría indios y cuanto más necesitaran. Francisco Hernández Guzmán hizo también la misma ma· nifestación. El fraile y sus cuatro restantes compañeros no se detuvieron por eso y antes bien apresurar on la marcha.

Llegados a la cumbre del volcán, el viernes 12 de abril de 1538, fijaron el cabrestante y dejaron todo listo para principiar el día siguiente

El sábado, 13 de abril de 1538, después de colocar el cabrestanle como treinta pies apartado de la orilla, tra· jeron una viga gruesa de algo más de veinticinco pies a la que formaron en una de sus extremidades una garrucha, haciéndole una excavadura en la que se colocó una gran roldana, sujeta por un enorme perno de hierro. El cabo que tenía la galrucha fIJe empujado sobre el boquerón del pozo, a cinco pies de la superficie; y la extremidad opuesta, cubierta toda de grandes piedras, fue fijada con seguridad Después Se colocó en la ~arrucha un cable de cienlo treinta y cinco brazas y se ató con él un gran tronco de árbol, como de nueve pies de largo por cuatro de ancho, al que se le hizo en el medio una muesca, en que se fijó el cilble.

Lanzado el madero al vacío con al'Junas dificultades, soltaron y afloj3ron PQCO a poco el cabrestante, y de esta manera y con mucho trabajo se metió hasta .hacerlo des– cansar en una de las mesotas interiores formadas por los derrumbes, causalláo un ruido íllfemal con las piedras y tierra que desprendía el madero al rozarse con las palE)· des. Así que éste hubo desc;:nsado en la meseta, reco– gieron el cable hasla dejarlo bien tirante y se sujetó a un tronco con Qbjeto de que 'os que bajaran pudieran asirse ele él y evitar los golpes contra las peñas de los lados del pozo.

En la viga que estaba colocada en la superficie del

CI áier, se fijó otra gill rucha más pequeña de hiel:o POI la clue se desli7;ó una cuerda por cuya extremidad iba un balso o sincho, destinado al que tuviera que sel' bajado enseguida

Fray Bias del Castillo celebró una misa que todos oyeron con devoción, confesó a toelos sus compañeros y continuó relando y encomendándose a Dios hasta la hora del almuerzo. Verífícaclo esto se pidíeron perdón los unos a los olros y se separaron llorando en la considera. ción de qlJ~ tal vez no vo/verlan a verse.

El intrépido fraile se puso la estola, ciñó ésta y los hábitos con una cinia bendita en la que colocó, del lado derecho un pequeño mal tillo para derribar las piedras movedizas y del izquierdo una calaba7.a con vino y agua¡ cubrló su caber" con un casco de hierro y encima un sombrelo bien llt¡¡dl)¡ dC5pués se colocó en el balso y se ató muy bien; y tomando una cruz cle madera en la ma· no, para besalla de vez en cuando, se lanzó al vacío y

empezó a descencler.

A pesar ele 'as precauciones tomadas, el pobre fraile

I'(~cibía bluscas sacudidils, rorque lo b¡¡jaban con tal rapi. dez que no rodía permanecer asido del cable fijado de antemano y tras él venía una lluvia de piedras 'loe se despl endían COIl el roce ele lüs paredes, contra las cuates oponía en vano las manos que se le destrozaron. A no haber temado la precaución elel casco de hierro, de se· guro que el intrépido explorador habría sido muerto por una de talltas piedras que sobre él cayeron.

Llegado al barranco donde estaba fijado el troncón Fray BIas se arrodilló y besó tres veces la tierra, dand~

gr¡¡cias a Dios por haberlo salvado. Luego, empuñando la cruz, bajó resueltamente a pie por e/ barranco, siguien. do una larga pendiente, hasta lIe9ar a una especie de plazoleta que habían formado los derrumbes y las lIu. vias. Como la plazoleta se desviaba un poco, los com_ pañeros lo perdieron de vista y se llenaron de inquietud. Después de haber bajado a la plazoleta, santiguán. dose y rezando, avanzó resueltamente, sin preocuparse de los vapores azufrados que se escapaban de algunas grietas, y con su martillo comenzó a derribar y triturar peáazos de roca, para ver si contenían metal. Conven. cido de que todo era piedra quemada, que de tener algún metal debió haberse escurrido para el fondo, consumido por el fuego, fijó la cruz en una peña y se regresó por donde había bajado hasta llegar a' troncón.

Así que los compañeros lo divisaron, sé alegraron mucho y empezaron a hacerle señales con un paño blan. co, pala que subiera pronto, porque los indios, creyéndo. lo muerto, empezaban a huir sin que ~uese posible detenerlos. (Tenían los indios terror supersticioso y no se asomaban nunca a/ volcán). Dirigióse entonces ato. mar el balso, y aunque éste había sido elevado inadverti. damente cinco varas más arriba, Frav Bias no se desanimó por esto Sin temor alguno se suspendió del cable fijo y subió El pulso hasta alcanzar nuevamente el balso, en el cual lo sacaron después de tres horas de tan peligrosa excursión.

La empl esa de aquel fraile era tanto más atrevida, cuanto que todo el mundo creía que era imposible que bajando pudiera nadie rearesar vivo por el calor y el hu. mo que se suponían mortíferos.

Fray Bias salió contando prodi!;lios y manifestando que no había ninguno de los inconvenientes clue se ha. bían femiclo, y que el líquido del fondo era el oro escu· rrido de las peñas en fuerza del calor.

Entusiasmados con la relación del fraile y creyendo segura su riqueza, determinaron los asociados que Pedro Ruiz se quedara cuidando con algunos indios y que los clemás fuesen a Granada a buscar más socios para hacer mayores gastos.

El Domingo de Ramos, 14 ele abril de 1538 se ¡un–

ta~on por la inañ'lna en el convento de San Francisco y

llamaron a Gonzalo Melgarejo pllla darle parte del buen éxito. i\socialon El Benito Dávila, que ofreció entrar el primero y también, a mucho rUEl90 a Francisco Fernández Guzmán, que como se I ecordará los había abandonado.

Fray BIas del Castillo y sus siete compl1ñeros con– certaron que saldrían todos disimuladamente, el inmedia· to Lunes ele Pascua, y tomanclo por distintos puntos se reunirían en la bOCEl e1el volcán. Así lo verificaron y el

martes 16 de abril del mismo año, después de haber óído miSil rezada por Fray BIas entraron en disputas acerca de quien debiera bajar primero porque todos solicitaban este honor. Se echaron suertes, y tocó el primer lugar a Pe· dro Ruiz, el segundo a Benito Dávila, el tercero a Juan Sánchez y el cualto a Fray Bias.

Repetidas veces entraron al fondo los intrépidos ex– ploradores y lograron sacar muestras de lo que creían era oro fundido, mas enviadas las muestras a León fueron declaradas sin ningún valor.

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