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Leí la nota y vi que era verdad que estaba completamente cambiada Le dije

Sr Dawson, usted me ha tratado lo suficiente para saber qUe soy cabál/ero Esta nota ha sido cambiado en el Ministerio de Relaciones adonde yo he mandado el texto éxacto de la que redacté bajo su vigilancia

Pedí las copias que habían quedado en la Secretaría Privada y entonces Dawson se , e–

concilió conmigo, me pidió perdón y pidió al Gral Estrada que se insistiera en enviarle la nota convenida conmigo.

Lo que había pasado es que en el Ministerio de Relacionesa Exteriores, clan José Dolores Rodríguez, completamente adverso a todo trato de esa naturaleza, cambió los renglones de la nota y la envió sin consultar con el Presidente

Triste episodio éste porque el Ministerio tuvo que pasar por la horca caudina de maneJar la nota primitiva A mí me valió el susto una situación ventajosa con respecto a los interven,. tores, por los informes que Dawson pasó sobre lo situación de Nicaragua Ya verán en adelan–

te de lo que me sirvió el percance de aquella noche desagradable

Había concluido la severa misión de Dawson

Sobre el mismo trayecto, y con el mismo resguardo fuí yo a despedirlo a Corinto Lo esperaba el barco de guerra para llevarle a Panamá, donde trabajaría en una tarea aún más difícil Durante el recorrido de los departamentos de León y Chinandega admiró las bellezas del paisaje, la riqueza del suelo Y~ en Corinto se despidió de mí efusivamente, y me dijo es– tas palabras: .

"Cuadra Pasos, si ustedes proceden recta y juiciosamente, Nicaragua saldrá adelante

con su soberanía sana y salva" Agregó "Crea usted que en mí se ha ganado un amigo para siempre."

CUn 04ccicl.ente Cf'eróonal

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STABAMOS reunidos una tarde en la casa Presidencial del Campo de Marte toda la plana mayor del Gobierno el Presidente Juan j Estrada, el Gral Luis Meno, el Gral. Emiliano Chamorro, el Gral José María Mancada y yo Tratábamos del Decreto de Convoca–

torio para la elección de representantes a la Asamblea Constituyente, y deseábamos insistir en que se suspendiera la excomunión sobre el Partido Liberal que ya no era el zelayista, teniendo la seguridad de que obtendriamos una gran mayoría en la Asamblea

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Ya había venido al país el Primer Ministro americano en confirmación del reconocimien-

to al Gobierno del Gral Estrada, pero también para ejercer la tutela sobre el Gobierno Resol– vieron que fuero yo a conversar con el Ministro para ver si conseguía algo parecido, aunque no fuera tan radical como lo deseábamos Para eso tomé el coche del Gral Luis Mena, y apenas había recorrido unas cincuenta varas sobre la avenida Central, cuando de la torrecilla eJe la for– taleza oriental del Campo de Marte, salió un tiro de ametralladora que alcanzó al coche en su

parte trasero, pasó la bala rozándome el pantalón, lo mismo que al cochero en el asiento delan– tero, y mató fulminante a uno de los cabal/os Al caer la bestia muerta el coche se precipitó

encima y se volcó Eran las cinco de la tarde hora en que todo el vecindario, costumbre de aquel tiempo, estaba sentado en tertulias en sus puertas Corrieron pensando que me habían matado, pero dichosamente tanto el cochero como yo estábamos ilesos El otro caballo, ani– mal brioso y potente forcejeaba el coche y a su compañero muerto. Ero un cuadro alarmante

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