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la 04LianzCl para el C[>rOf/re60
CARtos cmBUARDI
No es un secreto que, a dos años casi de la reunión de Punta del Este, subsiste en gran parte de la clase em– presarial de América un marcado escepticismo y también una franca incertitdumbre sobre la efectividad y el éxito del Programa de Alianza para el Progreso; incertidumbre
y escepticismo que se traducen en apatía o ine~cia contra– rijas .por entero al concepto dinámico que supone el men– cionado programa.
Seria fabo Mirmar que esa <lctitud implique un desa– cuerdo de principios con 10$ enunciados de la Carta de Punta del Esté. No puede negarse que, en forma gene– ral, los objetivos señalados en los doce puntos del Título Primal o de la Carta son esenciales e Ijmpostergables para la solución de los problemas latino americanos; por decir. lo en otras palabras, son la medicina contra la enfermedad crónica del subdesarrollo No es tampoco exacto, como lo pretel1clei'l minorías afines al mllrxismo, ah ibuir la po. sitióll cautelasa de la clase empresarial, latino americana princi?almenie, al propósito de mantener y seguir explo– tando situaciones tradicio na les, ni mellas aún que deba interpreteJl se como un voto de censura por la participa– ci6n prepolldemnte que los Estalos Unidos tienen en el Programa de Alianza para el Progreso Lo primero sería admitir que la clase empresarial de América Latina está cerrada él tocio progreso social y económico, lo cual está desmentido por los hechos; lo segundo, que dicha clase empresarial o desconoce los beneficios y la iteces/¡dad de la cooper~ción internacional o que está en desacuerdo con los princij)ios del mundo occidental de los que 105 Estados Unidos son en la actualidad, en la t'eoría y en la práctica, los más firmes represental,'es.
A naclie se oculta que sobre su contenido socio·eco– nómico el Progl ama de Alianza .para el Progreso tiene una finalidad política no anunciada en la Carta de Punta del Este. Esta es demostrar que la filosofía de la libertad y
el sistema de economía de mercado es apta para lograr el desarrollo de nuestros países en la misma forl'lla que lo
fue en el pasado cuando se logró el desarrollo de los ac– tuales parses industrializados.
Bajo ese aspecto el programa de la Alianza tiene pro. yecciones doctrinarias más amplias que las mismas metas socio económicas que pretende alcanzar. Así está c1ara~
mente enunciado ell la "Declaración a los Pueblos de América" que precede a la Carta. "Esta Alianza, dice, se funda en el principio de que al amparo de la libertad y
mediante las institu&ones de la democracia representativa es como mejor se satisfacen entre otros anhelos, los de trabajo, techo y tierra, escuela y salud".
Teodoro Moscoso, Coordinador de la Alianza, en el discurso que pronunció ante un grupo de hombres de neo gocios en Junio de 1962 en la ciudad de San Salvador, señaló ese mismo concepto: ". el desarrQllo económico
y el progreso social, dijo, pueden lograrse en una de dos maneras. Pueden ser del tipo existente en una sociedad cerrada, donde el Estado poderoso domina y ejerce el control de la vida nacional, o pueden producirse en una sociedad libre y abierta como la que propone la AIlanza para el Progreso".
A pesar de lo antel'ior, la Carta de Punta del Este no es congruente en tnuchos aspectos con ella finalidad poli– lica. Bien es cierto que en la Declaración a los Pueblos de América ya citado, entre cosas se dice que los firman– tes se comprometen a "estimular la actividad' privada para promover el desarrollo de los países de América Latina"
y que en el punto cuatro del Título Preliminar de la Carta se señala cOlno uno de los objetivos de la Alianra: "acele– rar el proceso de una industrialización racional para au' mentar la produCtividad global de la economía, utilh:ando plenamente la capacidad y 10$ servidos tanto del sector privado como del público .
11 Sin embargo, esas men– ciones más bien parecen incidentales sin que en ningún otro lugar se les preste la atención y el desarrollo que merece su 'importancia doctrinaria, como base y funda– mento de una economía de mercado.
-sa-
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