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« Previous Page Table of Contents Next Page »'rodas las noches principalmente los Martes y los Viernes, se oía por las calles de la ciudad según cuentan antíguas cró– nicas, la voz penetrante y prolongada del coyote, que llenaba de miedo a los veci– nos y a cuantos trasnochaban por aque– llas silenciosas calles de la ciudad; la ron– da perseguía al coyote; la genie le reza– ba y le dirigían exorcism.os; pero todo era inútil ante la constante y amenazadora presencia nocturna del animal.
Entre cuchicheos .rnunuuradores de vecinas, se decía que, del patio de doña Juana al toque de las once de la noche, salía el coyote; y que era la Teodora la que se .transformaba en ese animal, por obra del Diablo con el que tenía hecho pacío. Al hermano de ella le coniaron la penosa versión y se puso en vigilancia de su hermana, y con horror y espanto' vió, que la Teodora cuando ya iodos dormían, se salía al patio y tendía un cuero de buey sóbre el que se ponía de piés completa– menie desnuda, y después de hacer cier–
los pases extraños y llamados con las ma– nos, ponía la mirada en lo alto y con voz ahueca.da y lenta decía: "caiga cafne, cai– ga carne", la que, al instante quedaba en el cuero, y encorvando la osamente salía corriendo a la calle convertida en coyote. A las tres de la mañana veía llegar al co– yote al cuero y oía la mísma voz que de– cía "sube carne, sube carne", que, obede– ciendo prestamenle cubría el cuerpo de Teodora, que se iba direciamente a su carna
Temeroso Julián de la ira de Dios y lleno de miedo y ierror se fué sin contarle nada a su madre, a donde los Padres de la Iglesia de San Francisco a consu1±arles el terrible caso, y, ésios le dieron un vaso con agua bendita para que la regara so– bre lo que quedaba Teodora en el cuero y unas reliquias que las debía colocar en– cilna Llegada la noche y cumpliendo Ju– lián con las prescripciones de los Padres se quedó en espera de la vuel:l:a del coyo– ie; ¡más, qué horror! al dar el reloj de Ca– tedral las tres de la madrugada oye el aullido del coyote que entra al patio y se va direciamente aJ cuero; pero al lle– gar a éste, dió un grito de espanto y an– gustia y salió en vertiginosa carrera a la calle convertida para siempre en coyote, desapareciendo al instante los despojos de Teodora; y fué desde ese n1.omento que Teodora desapareció de la casa y sólo al peso de la rnedia noche se oía con terror ele los vecinos el aullido lastimero del co– yote, rondando lo que ánres fué para ella el hogar de sus delicias y encantos
El Diablo se llevó el Alma de 1(;$ GClbriela.
En la mísma comprensión urbana del
barrio de San Francisco en la precisa línde con el de San Felipe, vivía GABRIELA, jo– ven n"torena, de mirada ardiente y encen– dido rosiro, en vída aparentemente mali– dable con Jacinio Blanco, mozo alegre, de la guitarra y el aguardiente, en las noches de fiesia, de alegrías cumpleañeras y de santos. Todo en ellos era regocijo y albo– rozo, la lumbre del fogón se encendía al despuntar el alba y sólo se apagaba a la hora del sueño en la quieiud de la noche, que brinda el suave descanso a las fatigas del día.
GABRIELA amaba enlrañablemente a su concubinario JACINTO y juraba no vi– vir jamás separada de él, y, cuando ál– guien le insinuaba una separación para bién de su ahna, su rostro tornaba una trágica expresión y como una lengua de fuego ilupulsada por el viento, se retorcía y gri.taba con acentos de loca: "primero muerta que vivir sin él". Un día, una ve– cina de GABRIELA supo en la "pulpería" del barrio, que Jacinto tenía novia y que pronlo se casaba con ella 1 poco fuá el Hempo para correr ésta imprudente mu– jer a casa de Gabriela a contarle lo que se decía; con ésio concluyó el placer para ella y empezó su martirio y su dolor Ni una pregunta, ni una queja para Jacinto, que ignoraba lo que pasaba en su amasía.
Se llega la noche del 25 de Enero en la que Gabriela se sintió desesperada y aiurdjda por el tormento espantoso de los celos, y a las siete se presenia Jacinto, su hora de costumbre con dos amigos, con la guitarra en la mano y la botella de aguardiente. GABRIELA con invencible cansancio, los ojos arrasados en lágrimas y en un enigmático misterio se acercó a Jacinto en el momenio preciso en que ha– cía el preludio de las notas de su instru– mento para entonar una canción; y, con voz trémula pero firme, le dice: "Jacinto ¿De verdad te vas a casar? Este, sín re– parar en que GABRIELA presentaba la imágen de la mueríe, le contestó con un in1.premeditado "sí"
¡ como una frase den– fro de la mísma canción. GABRIELA dió un salto hacia atrás y como una visión en las sombras de la noche, corrió direda– mente al patio hacia un árbol de Jícaro al que tenía sujetado un puñal, y sín que nadie pudiese contenerla, se arrojó preci– pitadamente sobre el arma que fríamente la esperaba, y, le partió el corazón; y así quedó, lívida y en$angreniada sobre el árbol, en un remedo de abrazo de pasión.
El reloj de la Iglesia da las nueve de la noche, y bajo del mísmo árbol colocan un petate sobre el que tienden al cadáver de la suicida entre cuatro candelas de ce– ra El vecindario entero está presente en el "velorio" lleno de impresión, pero más
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