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« Previous Page Table of Contents Next Page »gua y otrps m¡;chps me formaron una atmósfera favorable,ppf.O pctl-!W. Viénc/ofo bien todo eso no es ~strictamente mío, sino eJe Eu/ogio, perp m~ :§iOlió grandemente en días clifíciles.
,Principipron a visitarme Jos emigrados niqupgüenses, especip/mente el doctor Luis Debay– le, el poet p cJoctor Santiago Argüello y el doctpr Rodolfo EspinosP,K:>s ,tres viejos amigps por rela– ciones intelectuales.
Los Delegados de Guatemala, todos ellos conservadores, representaban al Presidente Carlos Herrerp tpmbién conservpeJe>r. El Ministro de Guatemala eJ9ctor Toledo, don Carlos Sa– lazar, don José Matus, y por ell~ peretré lo deleznable del movimiento unionista.
De todo informaba minuciosamente al Señor Presidente Chamarra. En esos días llegó a
Tegucigalpa I;omo observador políficp, don Eduardo Castillo. La camarilla que siempre existe
en todo Gpbiernolo enviaba como -hombre práctico en virtud de la desconfianza que siempre inspiran ,los intelectuales entre ,los hombres prácticos. Su misión era ver hasta dónde, yo estaba sobre la realidad de las cosas; o si había mucho de fantasía en mis informaciones.
Don Eduwdo Cpstillo entró en íntimas relaciones con el Gral. Carlos Lago, hermano de la
señora Presidenta.' .Se tenía a este sujeto como peligroso y muchos juzgaban que él alistaba sus
elementos para que en el instante, que ya venía, de la disolución de la unión centroamericana, y
el consiguiente temblor de los gobiernos, dar un golpe militar y alzarse con una dictadura.
En esos mismos días, me hicieron una confidencia los Delegados conservadores de Guate–
mala. Me manifestaron que el Gobierno de don Carlos Herrera, estaba en un grave peligro de ser derribado, porque el ejército de Guatemala, en una gran sección, sentía repugnancia por el movimiento unionista, y quería concluirlo con un golpe militar, elemento fatal de la historia centroamericana.
El Ministro Toledo, de don Carlos Herrera, me insinuó la conveniencia de que el Gobierno
pe Nicaragua facilitara un buen jefe militar, para entregarle el mando de los cuarteles leales al Presidente. Que ese j~fe, llevara, para hacer respetable su autoridad, un Estado Mayor de bue–
nos oficiales.
Me pareció muy conveniente para Nicaragua el salvar al gobierno conservador de don Car– los Herrera, lo que aumentaría el prestigio de nuestra causa.
Supliqué a Eduardo Castillo que se fuera para Managua y le llevara todos esos informes al Presidente don Diego Manuel Chamorro, a fin de que procediéramos rápidamente en esa ope– ración.
En mi pliego de informes al Presidente Chamorro, hasta le señalaba como jefe de energía
y prestigio suficiente para esa operación, a los Generales Alejandro Cárdenas y Humberto Pasos
Díaz. La materia .era de ancha perspectiva, pero de realización urgente e inmediata. No fue acogida mi propuesta y se discutió largamente sobre ella, y según me dijeron después, más bien
se le estimó como Peligrosa.
Cuando reflexiono en todas estas cosas, y las conjugo en mi memoria para estos Cabos, estimo como una lástima el que no se haya procedido en un franco movimiento centroamerica– nísta.
Pero mi trabajo en aquef/os días no se entretuvo en lamentos, y entré por el contrario en
nuevas actividades que serán objeto de otre;> capítulo.
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