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« Previous Page Table of Contents Next Page »Los alrededores de la ciudad muestran que era una antigua población y con su territorio bien provisto de agua y su rico suelo, es esta una de las más fértiles regiones de (a tierra. Mas no han sido sólo los repe– tidos temblores y terremotos los enemigos mortales del bienestar y desarrollo de Rivas, ha sufrido aun más de las repetidas revoluciones y guerras civiles, porque la rica y abierta provincia de Rivas ha sido una de las presas más codiciadas por los partidos revolucionarios, que por períodos largos o cortos, han tenido el poder en sus manos. Fue aquí también donde tuvo lugar la última y definitiva batalla contra William Walker y su tropa de aventureros norteamericanos en el año 1857, por fas ejércitos unidos de Nicaragua, Costa Rica y Honduras. En muchas casas de. la plaza aun se ven las señales de las balas de rifles y cañones.
Las casas más grandes de Rivas están construídas en el estilo hispano-americano: largas filas de habi– taciones alrededor de uno, o frecuentemente, dos pa– tios. El salón o lugar de recibo se encuentra en la parte anterior, a menudo en una larga varando o corredor que toma toda la fachada. Del salón de re– cibo -o si el propietario es negociante, de la venta– se pasa al primer patio, el que es corrientemente un bonito jardín, con aniinales domesticados, tales como venados o monos, garzas u otros pájaros de adorno. Alrededor de este patio se encuentran las piezas o dormitorios de la familia. El segundo patio y los cuartos que lo rodean están enteramente dedicados al servicio.
En la ciudad me hospedé en el Hotel y me dedi– qué, después de un baño refrescante, a visitar a las personas para quienes tenía cartas de introducción, y ante todo, al Dr. Earl Flint, un investigador de arqueo– logía conocido aun fuera de las fronteras de Nicara– gua, y que ha dado contribuciones científicas al conocirniel"\to de la historia de su nueva y segunda pa– tria. Me recibió de la manera más amable y me dio importantes informaciones sqbre las cuestiones que más me interesaban en relación con las investigaciones arqueológicas que yo intentaba hacer en mis futuras excursiones alrededor de las playas del Lago de Nica– ragua.
Después de dos días de visita en Rivas, me dirigí a San Jorge para regresar en bote de vela, con las ca– jas para mis colecciones en Ometepe, a Moyogalpa. Mi valiente Capitán encontró el tiempo demasiado malo para navegar hasta leí Isla. En los dos dítls que esperamos por mejores perspectivas de buen tiempo, visité a caballo las pequeñas ciudades indígenas al norte de Rivas: Buen Aire, Belén, Obraje, Potosí. Todas eran bellas y agradables con sus fértiles jardines
y su amable y amistosa gente, casi sin excepción, in– dios. Buen Aire y Belén son famosas por las jícaras
y huacales, artísticamente labradas, que ahí se hocen
y que alcanzan un alto precio. Son las mujeres las qUe se ocupan en labrarlas. Además, ahí se fabrican notables hamacas, cuyos precios varían desde 5 hasta 40 Ó 50 dólares, según sea su calidad.
Finalmente, en la moñona del tercer día, pudimos hacer un esfuerzo con la tripulación reforzada, para salir de San Jorge. Pero cuando ya habíamos salido del oleaje de la playa, encontramos la marejada tan
fUerte que era imPOsible usar los remos que llevábamos a bordo, para mantenernos lo suficientemente estables como para poner la vela. Hubo una especie de moHn a bordo, unos amenazaron al Capitán otros comenza– ron a lan~ar toda especie de jurament~s, y emocionado y atemOrizado! cayó José de rodillas en el pequeño puente de proa y comenzó a balbucear "Padrenues– tros" y "Avemarías", las unas tras de los otros. Tomé el timón, y con la ayuda d,e López y de Bostrom, hici– mos dar vuelta al bote, después de lo cual, desembar– camos de nuevo en la playa de San Jorge.
Con un Capitán tan imposible no tenía deseos de hacer un nuevo viaje, así es que le pagué enteramente el precio convenido y una suma además por dos días extra y cambié mi equipaje a un lanchón de mercade– rías que tenía el preten~\oso nombre de "El Volador", que esa misma tarde debía hacerse a la vela para Mo– yogalpa.
Antes de esto, sin embargo, hube de entrar en conflicto con la autoridad local, porque José, herido en su amor propio por la desconfianza que mostraba en su pericia como marinero, y temiendo ser abandonado por su tripulación, se apresuró a quejarse al Gobernador de San Jorge exigiendo q~e yo debía seguirlo de re– greso él Ometepe.
A consecuencia de ello tuvimos a la hora del almuerzo una divertida comedia. El pequeño y rolli– zo Gobernador, montado en un burro blanco y con la m,ano en Ja cintura, escoltado por siete soldados que marchabM a paso de ganso, llegó hasta a mí al fin de la playa, Se apeó de la cabalgadura en el muelle, donde yo estaba sentado sobre una piedra, y con una apariencia temible, con altas cueras y un enorme re– vólver colgado de la cintura y los siete soldados for– mados en línea con las bayonetas caladas, se aproximó donde yo estaba. Le ófrecí: asiento en otra piedra que tenía al lado y le rogué me dijese su cometido. Después de una larga perorata en la cual repetidas veces me hizo saber la responsabilidad e importancia de su alto cargo, le dí una breve reseña de lo sucedido y le hice ver la injusticia del reclamo de José. Queda– mos como buenos amigos y José recibió algunas sacu– didas y una lluvia de regaños entre los cuales la palabra "asno" se repetía a menudo. Además, quedó adver– tido que debía trabajor bajo mis órdenes por dos días más, ya fuese aquí o en Ometepe. Después que el Gobernador se hubo despedido de mí con la declaración que él y toda su familia siempre estaría a mi servicio, la autoridad se fue de la playa con no menor pompa que la que había mostrado al venir.
Inmediatamente antes de la caída del sol nos hi– cimos a la vela, y "El Volador" necesitó 10 horas y media para hacer la travesítl de 15 kilómetros hasta Moyogalpa.
Ahí pasé algunos días empacando mis coleccio– nes para mandarlas por correo marítimo. Entretanto, llegó mi nuevo bote, el "Isabella" con la tripulación que el dueño se había comprometido a darme: un capitán, Ignacio Argüello y un marinero, Luciano. Después de una cordial despedida de nuestros numero– sos amigos 'de Moyogalpa, salimos de Ometepe y pusi– mos el timón rumbo al Norte.
En la pequeña, alta pero plana isla Tinaja, nos
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