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de su contestaci6n al Dr. Frixione 11'., y le debo mis agradecimientos por las frases que a mí se refieren. ts muy probable que el Dr. Frixione no me conozca ni de vista dado el prolongado período de mi ausencia de la Patria.

Por mucho que me lisonjeen los conceptos vertidos respecto a mi persona en el mencionado folleto, debo rectificar sus juicios por las responsabilidades históricas, y porque rectificando esos juicios se puede, en

lo futuro, corregir errores que han sido causas de fracasos en la gesta recién pasada.

Ud. recordará que cuando lo invité para que fuéramos juntos en busca de ayuda efectiva para la lucha por restaurar un Gobierno democrático en Nicaragua, le manifesté que todos los gastos de esa misión, suyos

y míos, los pagaría yo de mi propio peculio, a fin de que no se sintiera Ud. moralmente obligado si otros inte–

reses políticos suministraban los fondos para ella. Y así se hizo. No tanto por las capacidades suyas y

mías, cuanto porque un cúmulo de circunstancias nos fueron propicias, conseguimos más pronto y en mayor cantidad de lo esperado, lo que fuimos a solicitar. Aunque yo tenía poderes del Generol Chamorro para fir– mar cualquier arreglo éste fue firmado por el propio General Chamorro y por su Sr. padre de Ud. como Dele– gado del Partido Liberal Independiente. De modo que no hubo ninguna conspiración de mi parte para que el Partido Conservador formara parte del Convenio, ya que dicho Partido constituía, en aquel entonces, el nú– cleo mós fuerte de la Oposición a don Anastasio.

Debo advertirle que desde hace mós de 25 años, mejor dicho desde la muerte del ilustre estadista don Diego Manuel Chamorro, he venido discrepando de la política seguida por el Partido Conservador; que

no figuro ni he figurado durante ese período en ninguna de sus Directivas ni asociaciones, y que en ocasión

del Lomazo hube de combatirlo activamente porque así me pareció exigírmelo los mós altos intereses de la Patria. Que ya caído el Partido me he limitado en dos o tres ocasiones a desempeñar comisiones que el General Chamorro me ha encomendado, sin significar ésto mi acuerdo con la política seguida, ya que esas comisiones, como en la que anduvimos juntos, no chocaban con mis ideas.

Mal pude, pues, convertirme, como Ud. dice, en Mentor de un Partido que podía creerme útil en

ciertos momentos, pero no merecedor de confianza, conforme a las prócticas nuestras y de nuestros caudillos.

Obtenido todo y más de lo que habíamos ido a buscar, Ud. regresó a buscar a su familia en San Sal– vador, y yo fuí a México llevando conmigo la persona y la principal parte de lo conseguido en la esperanza de que actuaríamos inmediatamente.

Fue grande mi desilusión cuando encontré que en esos tres días los jefes representantes del Partido Conservador y su Sr. padre del Liberal Independiente, habían entrado en plóticas con el Dr. Zepeda, y la acción se aplazaba en espera de una hipotética ayuda ofrecida por éste en cambio de ciertas condiciones a mi

juicio nefastas. Me opuse tenotr'rrehté a ellas pero lo mós que conseguí fue que se señalara un plazo de 48 horas para que aportara siquiera una parte de lo que prometía. Insté al Dr. Argüello y al Dr. Manzanares para que no soltaran prenda mientras el DI' Zepeda no cumpliera en el plazo estipulado y para que cum– plido éste procediéramos a actuar con lo que ya teníamos en la mano. Pero todo fue en vano y pasado el plazo no sólo Zepeda tenía en sus manos lo que quería sino que era Presidente de la Junta Revolucionaria. Resolví, pues, regresarme a mi posada de San Salvador, convencido de que no se haría nada. Precisamen–

te en momentos en que yo abordaba el avión, aterrizaba el que conducía a su tumba al infortunado Dr. Leo– nardo Argüello. Toda mi actuación posterior fue dedicada a limar asperezas y tratar de unir a los diversos grupos con el fin común de derrocar a don Anastasio y otganizar un Gobierno que efectuara elecciones libres

y honestas y dejar para la campaña electoral la discusión de los diversos programas para que el pueblo nica–

ragüense decidiera.

Ya ve pues, amigo, que ni fuí Mentor del Partido Conservador ni hice nada que no fuera en provecho

común de toda la oposición.

Mal puede, pues, afirmarse, como lo hace Ud., que mi intervención en el Pacto del Caribe que Ud. publica, tuviera por objetó dar ventajas al Partido Conservador. Es cierto que yo hice el bosquejo de ese Pacto pero fueron mentes mós altas y más ilustradas las que le dieron forma y colorido. Con eso me pro– ponía elevar las mentes y los corazones de los que luchamos por la libertad y dignidad de nuestra Patria en un esfuerzo común hacia la consecución de fines mós altos que los que usan simple alianza o contubernio

pe apetitos de poder.

Y así en ese Pacto no encuentra Ud. nada mezquino y reconoce la realidad, cada día más evidente, de que la geopolítica exige la mós estrecha mancomunidad de intereses e ideales de todos los países ribereños del Golfo de México y del Caribe, que será, si estalla el conflicto que tenemos a las puertas, la única vía de comunicación intercontinental que quedaró más o menos segura o viable.

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