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« Previous Page Table of Contents Next Page »cabo inmediatamente, y entabló negociaciones con los liberales para declarar a Chinandega neutral y que fueran nombradas autoridades mixtas que garantizaran a todos sin distinciones políticas. Viendo la inmediata ocupación por los marinos buscaba el medio de sustraer a Chinan– dega de los horrores de la guerra y de la anarquía, pues al solo abandonar la ciudad varias casas fueron saqueadas
y en la propia no dejaron ni taburetes en que sentarse y perdimos no sólo la bien surtida farmacia de su propie– dad sino hasta la última hilacha de la casa.
Pero el Dr. Baca, que tenía ulteriores pro,pósitos, se había ido a León y regresó al tercer día con unos mil hombres a tomar Chinandega. La pequeña guarnición hizo tenaz resistencia encabezada por mi hermano Per– fecto, Comandante de Armas, pero mi padre no pudo asilarse en el recinto de la Iglesia Parroquial en donde sesenta hombre se defendían contra mil, y cuando ya los atacantes discutían el retirarse para no terminar con los pocos elementos de que disponían fue hecho prisionero
y obligado a ordenar la rendición de la plaza. Mi her– mano Perfecto había sido gravemente herido en la sien
y estaba moribundo, y mi otro hermano, el Dr. José An– tonio Tijerino, había asumido la Jefatura. Los atacantes suspendieron los fuegos y llevaron a mi padre al pie de la torre de la iglesia para ordenar la rendición ofreciendo garantías y libertad a los rendidos, ofrecimientos que no fueron cumplidos y al contrario sufrieron los primeros in– contables ultrajes. Fueron llevados a León, y allí varias veces se salvaron de ser asesinados gracias a la hidalguía del Dr. Salvador Delgadillo, del Gral. Rivas y de Celeo Barreto.
Con la to.,-.a de Chinandega y el desembarque de marinos la guerra civil entraba en una nueva fase. Pedí al Gral. Bonilla que mantuviérar;10s abierta la comunica– ción telegráfica con Chinandega y León y traté de conven– cer a los amigos de León de la inutilidad y peligro de continuar la guerra y ¡provocar una mayor ingerencia de los marinos en Nicaragua. Me dirigí a mi viejo amigo el Gral. Gustavo Abaunza, uno de los jefes en León, para proponerle algún arreglo, y me contestó que acababan de conferenciar con el jefe de los marinos en Corinto, quien le había jurado, llevándose la mano a su espada, que los marinos no intervendrían y se Iimitarian a proteger las propiedades norteamericanas y sus propios intereses. Le dije al General que precisamente eso era verdad, que venían por sus intereses y no por los intereses nicaragüen– ses, y que estos intereses patrios era a los nicaragüenses a quienes correspondía defender y cuidar, evitando que la ingerencia extranjera se multiplicara.
Pero ya dijo Washington que las pasiones políticas desbordadas han ¡proporcionado a los países las más hu– millantes y terribles pérdidas. La guerra civil seguía con ceguedad de ambos lados y los nicaragüenses se mataban
y quemaban a la vista y paciencia de las fuerzas norte· americanas de ocupación como en los circos de Roma. ¡Ave César!' iLos que van a morir te saludan!
y aunque en León había de sobra entusiastas y va– lientes soldados, no había armas, y entonces apareció otro factor que haría que la guerra se prolongase y extendiera al Norte.
Unos tres o cuatro días antes del ataque a Le6n por los revolucionarios, el Ministro Dr. López Gutiérrez, repre· sentante del Gobierno Salvadoreño, se había trasladado
de Mana~ua a esta última Ciudad. En aquellos días aún no había radi'o y las comunicacioiles erán sólo por telé· grafo y l?s mensajes pasaban por las líneas hondureñas. Era SubdIrector de Telégrafos de Honduras el Coronel Francisco Lagos, muy buen amigo mío y gran simpatiza. dor .de los conserva~ores nicas. La claves que usaba el Gob,c: rno Salvadoreno eran muy anticuadas, de simple cambiO de letras, como el conocido malespín que usába. mos los muchachos nicas. Lagos era hábil para descifrar
cI~v~s y para las ~ue usaba el Presidente Araujo con su Ministro yo le habla ayudado usando el método que en una de sus novelas describe Julio Verne y el cual facilita hacerlo en varios idiomas.
Apenas llegado a León el Dr. López ,Gutiérrez envió un mensaje cifrado al Presidente Araujo acusándole reci– bo de una comunicación que había enviado vía el Tempis– que y con un propio el Presidente Araujo. Le avisaba haber confel'endado con el Dr. Francisco Baca, verdadero jefe del liberalismo occidental. Araujo había comprado un gran armamento para aquellos días y soñaba con lIe. var a cabo la Unión de Centro América y ser su primer Presiden:te. El Dr. Baca había residido en Santa Ana muo chos años después de la pérdida del 96 y había sido muy apreciado en esa ciudad en donde había dado muestras de su carácter honesto, aunque algo apasionado, y era además un unionista a lo Jerez. Al Dr. Araujo no lo en· tusiasmaba Mena, pero una revolución netamente liberal con el Dr. Baca como probable Presidente sí le halagaba. El Presidente Dr. Araujo ofreció a los liberales leoneses apoyarlos decididamente suministrándoles armas a león para dominar el movimiento y llevar al Dr. Baca a la Pre· sidencia.. Al mismo tiempo ofrecía a don Adolfo Díaz enviarles un cargamento de víveres, maíz etc., de que se carecía mucho en el Oriente de Nicaragua. D::I Gobier. no salvadoreño poseía un pequeño vapor como de mil toneladas armado con uno o dos pequeños cañones. El Dr. Araujo ofreció enviar este vapor con los cereales a San Juan del Sur. Al mismo tiempo cargaría unos mil rifles y su dotación correspondiente los que serían desem. barcados en aguas de León en donde habría embarcacio. nes ligeras para recibirlas y no demorar el vapor más de unas cuatro horas en la noche.
Este plan fue desarrollándose en los mensajes tele· gráficos que con Lagos descifrábamos en Tegucigalpa y que no comunicamos sino hasta ver su completa prepara– ción. El Gobierno de Nicaragua no tenía embarcaciones de ninguna clase y ningún otro gobierno podría intervenir ya que se hataba de un buque armado del Gobierno sal· vadoreño que tenía más derecho de mezclarse en nuestros asuntos y sobre todo con la bandera unionista, que el Gobierno Norteamericano que estaba ya ocupando con marinos a Nicaragua.
Cuando ya parecía inminente la salida del vapor de la libertad para Nicaragua recibí la autorización del Pre– sidente Gral. Bonilla para comunicárselo al Gobierno de Nicaragua y ,prevenirlo para que evitara la llegada de las armas dichas, lo que naturalmente hice inmediatamente. También me dirigí a don Victorino Argüello, a la sazón Agente del Gobierno de Nicaragua en San Salvador, y quien había conseguido el envío de los víveres a Nicara. gua, lo puse al corriente de todo y le indiqué la conve– niencia de que él mismo o un r~presentante oficial del Gobierno de Nicaragua se embarcase en el mencionado
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