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vapor con destino a San Juan. No era factible que el vapor desembarcara las armas teniendo a bordo un re· presentante acreditado del Gobierno de Nicaragua.

Probablemente el Dr. Araujo recibió algunas pregun. tas de alta Diplomacia y ordenó la cancelación del viajé. Nos dejó sin los víveres en San Juan.

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AVENTURAS EN LAS SEGOVIAS

La preponderancia que en el movimiento armado tomó el liberalismo animó, como es natural, a los corre· ligionarios de Somoto y otros pueblos de las Segovias a levantarse en armas para cooperar con sus amigos de León. Este movimiento era tanto más importante cuanto interrumpiría la línea de comunicaciones de Managua con la frontera hondureña vía Ocotal y Somoto Grande. Ocotal y Estelí tenían guarniciones suficientes para man– tenerse, ya que los liberales carecían de armas. El Gral. Evaristo Henríquez salió de Honduras llevando una buena cantidad de parque que se necesitaba con urgencia en Managua y que él conducía por la vía terrestre a lomo de mula pasando por Somoto. Los enemigos del Presidente Bonilla llamaron al Gral. Guerrero Gamboa que estaba en Cholufeca ¡para ayudarle a organizar en el propio Hondu– ras una patrulla que asaltara los pertrechos que conducía el Gral. Henríquez. Guerrero Gamboa era un militar leon'és de los más adictos al Gral. Paulino Godoy y yo ha· bía trabado buena amistad con él cuando residíamos en la Unión. Se me hacía duro tener que restringirle su libertad y lo hospedé en el Hotel México en que yo vivía. A los pocos días 'la vigilancia me comunicó que el amigo Guerrero saldría esa misma noche con 20 adictos hondureños para tratar de asaltar el convoy que dormía en Tatumbla. Hubo pues que detenerlo en la policía y por casualidad uno de los adeptos que no sabía su deten– ción y llegó al Iolotel dio todos los datos de lo que en Somoto se preparaba. El Gral. Henríquez apresuró su marcha y al pasar por Somoto dejó unos 15 tiros por falta de transpo!"óte y se llevó la mayor parte de la guarnición para su custodia. Dos días después los liberales se apo– deraron sin ,'esistencia de Somoto. En Ocotal había una guarnición de 200 hombres poco más o menos, pero su jefe el Coronel Gutiérrez Lobo, también delegado del Ejecutivo, se dejó atemorizar, y a pesar de mis excitativas para mantenerse en su puesto, ya que los somoteños no estaban en posic'ión de atacar el Ocotal por falta de armas,

y de la promesa de mandarles elementos para aumentar a 500 hombres la guarnición, abandonó con su gente la plaza y se vino a Danlí en Honduras a donde llegaron con unos pocos músicos de la banda. La importancia de mantener la comunicación con Managua era evidente, pe– ro el Presidente Bonilla, indignado por la flojera de los funcionarios oco'ialeños, se negó I'otundamenfe a facili– t<1rme elementos para recobrar lo ,perdido, tanto más cuanto que Estelí estaba amenazado de ser atacado. Felizmente en esos momentos apareció en la frontera el Capitán Sabas Toledo, quien había salido de Estelí con una caballería a proteger Somoto que al llegar encontró ya en manos liberales. Siguió para Ocotal para hallarse

COI1 que la guarnición la había abandonado, dispersándose antes de llegar a la frontera pero guardando muchos sus armas, lo que probaba que había sido el pánico de los ¡efes lo que había perdido al Ocotal.

Hada días que se me había presentado el Coronel

Ortega, pero de Managua me contestaron que no le tenían confianza por haber sido, aunque viejo conservador, subalterno y amigo de Mena; por lo cual lo alojé por mi cuenta en el mismo Hotel en que yo vivía.

Ortega era Comandante del Palacio Nacional cuando se desaparecieron unos cuantos miles de billetes del Mi– nisterio de Hacienda y aunque tengo el criterio de que no fue él el únko culpable, tuvo que huir y le cayó a él toda la cul,pa. Había hecho la campaña de 1910 con brillan– tez. Conversé con Ortega y le ofrecí la oportunidad de volver a prestigiarse asumiendo el mando de una peque– ña columna que con las armas y soldados que tenía Toledo en la frontera fuera a recuperar el Ocotal, de donde tenía informes que la guarnición estaba casi desarmada y con– tábamos con la cooperación de muchos amigos. Así or– ganizó una pequeña patrulla de caballería de veinte números más o menos, bien equipados, y preparamos un plan audaz que dio por resultado que en media hora logró recuperar el Ocotal, figurando como arma psicológica principal tres clarines que, mientras él atacaba el cuartel por sorpresa, tocaron por distintos rumbos de la ciudad ha· ciendo creer a los defensores que se trataba de conside· rabies fuerzas hondureñas que habían invadido a Nicaragua.

Colaboraron eficazmente con dinero y personalmente en esta campaña don Gustavo Paguaga y sus hermanos que llegaron al Ocotal pocas horas después de haber sido recuperado, siendo designado don Gustavo Jefe Político y Comandante de Armas del Departamento.

De antemano habíamos acordado con Ortega día y hora del ataque y yo permanecía a esa hora en la oficina telegráfica del amigo Lagos con la línea lista. Un poco antes de la una de la mañana apareció la Sra. Mónica To· ledo, uno de los telegrafi'stas de Ocotal, dando parte de la toma de la Plaza. la Sra. Toledo, hermana de Sabas, había huído de la oficina llevándose su aparato telegrá– fico. De modo que, al solo recuperar la plaza, ella va– lientemente se presentó y tomó posesión de la oficina de comunicaciones. Inmediatamente comenzaron apresen– Iluse al cuartel oficiales y soldados que se habían quedado escondidos con sus armas, y antes de una hora ya había más de cien soldados leales y entusia,stas rodeando al Coronel Ortega a quien inmediatamente nombré Jefe MiI'itar de la zona y lo bauticé General.

El General Salamanca, liberal colombiano que prestó, sus servicios a Zelaya en Nicaragua se había trasladado a Honduras y estaba a las órdenes del Presi_dente Gj!nerál Bonilla quien lo destacó con unas dos com,pañías a San Marcos de Colón, desde donde mantenía una estrecha vi– gilancia sobre la frontera y Somoto y con quien casi todas las noches conferenciaba por telégrafo por medio de mi buen amigo el Subdirector don Francisco Lagos.

Esa noche Salamanca me había comunicado que So– moto había quedado con sólo una cívica, pues todas las fuerzas revolucionarias había", salido para tr,atar de tornar'

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