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« Previous Page Table of Contents Next Page »SALIDA DE CALIFORNIA
Al principiar la primavera de 1854 hice un viaje desde los campos mineros del río Twolumene hasta San Francisco.
'. Fui uno de los primeros invasores de esas monta-ñosas soledades de la pacífica morada de los indios "Diggers" que el Aura Sacra Fames había convertido, en la avara, turbulenta y casi nómada de los primeros mineros que subsistían sólo con tocino y totoposte. Ver un poco de la vida de la ciudad, fue la única razón que tuve para abandonar mis amados lares bajo arboledas de excepcional verdura y como el bullicio y el trajín de la ciudad, (estaba yo seguro) me aburriría en poco tiempo,. me dediqué a ver todo Jo que me in– teresaba en el menor tiempo posible y con este fin la mañana siguiente a mi llegada deambulé hacia los em– barcaderos y al instante me int~resó contemplar el
animos~ tumulto de pasajeros abordando un barco de lo pqcific Maif
l
(:uyas c:himeneas, con grandes bocana– das de humo anunciaban que estaba para partir hacia un lejahopuerto deldl1cho mar: zarpdba hacia San Juan del Sur, un puerto de Nicaraguo, tierra tropical, tierra donde 'se hablaba la dufée lengua española que yo sabía hablar y donde presidía el espíritu del "Dolce fer niente". . . . ... ..
¿Por qué, yo, que no tenía ningún motivo que me obligara a permanecer en este o en aquel lugar, y sólo obediente al deseo o 01 capricho del momento; no po– dría embarcarme y partir allá y trotar bajó los flores tropicales como ya lo habí'O hecho, en esas vastos re– giones habitadas por fieras e indios salvajes que se extienden entre el río Mississipí y la costa del Pacífico? ¡Oh! Si Nicaragua no resultara congenialcónmigo yo podrí'a continuar mi viaje hacia los Estados Unidos y
ver a mis adorados padres, y luego volver a mi vida de montañez: y caz:ador.
El pensamiento rápidamente se convirtió en acción y antes de una hora yo estaba a bordo con mis munda– naS pertenencias. Muy pronto bogábamos en el rega– zo del majestuoso Océano Pacífico.
Viajes han sido descritos liad nauseam". Este era, en verdad, mi primero -y las acostumbradas emo– ciones de mareo, pescados voladores, tortugas" etc., no lograron interesarme tanto como el ruido de las cade– nas cuando anclábamos en la bahía de San Juan.
EN SAN JUAN DEL SUR
El paro del incesante traqueteo de las máquinas y def continuo correr de la have me causó gran regoci– jo y aumentó grandemente el placer de oir el romper de las olas sobre la costa y de respirar el aire fresco de la mañanita.
Primero el estampido de un cañón seguido por las notas de un clarín, patentizó Jo que todos esperá– bamos pues el ,capitán del barco nos había preparado en lo concerniente a la condición en que probablemente encontraríamos los asuntos de la Compañía del Trán-
sito. Cuando él había salido de am un mes antes, desde cuya fecha no habra habido oportunidad de recibir noticias de lo que había acontecido: los demo– cráticos, o partido del pueblo, del Estado, habían re– currido a las armas con el fin de poner en posesión al presidente electo. El Presidente en el poder, cuyo término había ya expirado, seguía mantenido por la Iglesia cuya Política aquél respaldaba, rehusaba entre– gar el poder.
Las exigencias de la guerra o quizá su violencia había acabado con los caballos y carruajes que nos habí'an de servir para transportarnos las 12 millas que dista la bahía de San Juan en el Pacífico a la bahía de La Virgen, puerto en el lago y punto de partida para San Juan del Norte o Greytown en el Atlántico Por mi parte, el Capitán del barco, tanto me había intere– sado con sus relatos de la altivez y tiranía de los pro– cedimientos del partido en el poder, con miras de restringir los métodos liberares -adoptadas por el cé1rl'l– peón del pueblo, con la determinación de adquirir la libertad o morir, que ya me había decidido a incor– porarme al partido' democrático. .
El arribo del Agerite de la Compañía a bordo del barco, nos puso en conocimiento de todo lo nuevo: 1,.os Democráticos en cruenta lucha habían forzado al ene– migo a retirarse o Granáda a orillas del Lago, pero sus grandes pérdidas y una herida severa que sufrió su arrojado caudillo, impidió un rápido desenlace pues un ataque decisivo no era prudente y decidieron acanto– narse en la parte alta de Granada conocida con el nombre de Jalteva. Cada uno de los partidos se em– peñaba en fortificar sus respectivas posiciones. El Presidente Chamorro, .jefe del Partido de la Iglesia, para fortalecer su fuertemente presionado ejército, había retirado los soldados que el gobierno acostumbrClba mantener en San Juan del Su.. y los de– mocráticos, quienes asumían Jo responsabilidad de los asuntos públicos desde su asiento en León, habítm ;tápi– damente ocupado el puerto y estaban preparados 'para proteger, a toda costa, el tesoro de la Compañia de Expresos¡ y la propiedad de la Compañía del Tránsito. Mientras el agente estaba sobre la cubiertq del barco haciendo su breve relato del estado de cosas en tierra, el brillante sol tropical lucía por encima del verde follaje que casi circundaba el pueblo y la bahía e ilu– minaba con raro esplendor, al menos a nuestros ojos, la exuberante vegetación y la escena animada de la asoleada playa a pocos metros de distancia.
El zarpe y arribo semimensual de los barcos¡ era para los habitantes el acontecimiento al cual conducían todos los días intermedios, los que pasaban en su ma– yoría durmiendo¡ pero entonces, sin embargo¡ gracias a la presencia de la nueva guarnición de Democráticos, orgullosos con sus victorias y la alegría de la reciente adquisición del poder, el lugar se veía extraordinaria– mente festivo. Como no había muelle -en este re– moto, aunque antiguamente establecido puerto, se había adoptado, para desembarcar pasajeros, un mé-
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