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« Previous Page Table of Contents Next Page »asada con plátanos también asados y chocolate, había sido devorada y mientras descansábamos acostados boca arriba sobre nuestras chamarras a la orilla del fogón en que habíamos cocinado la cena, fuimos sor– prendidos por el conocido saludo de "¡ Quién Vive"! que procedía del camino en absoluta obscuridad. Investigamos Y resultó que quien nos llamaba era el Coronel Rubio, de Honduras, a quien yo había conoci– do como uno de los que formaban el contingente de tropas hondureñas en nuestro ejército en Granada. El viajaba con una pequeña comitiva procedente del Pre– sidente de Honduras para ofrecer al Gobierno Demo– Crático de León los servicios tanto militares como diplomáticos del General Muñoz, (que se encontraba a la sazón en Honduras y anteriormente en San Salvador) para la prosecución o arreglo de las diferencias entre las dos facciones en Nicaragua.
EL GENERAL MUÑOZ
Muñoz, aunque no había tenido éxito en otras ocasiones, en su intento de derribar el gobierno de Ni– caragua bajo la presidencia de don Laureano Pineda (el padre de mi amigo, del mismo nombre) era estima– do por todos los bandos como el militar más capacitado en toda la América Central. Por lo tanto, no dejé yo que Rubio me rogara mucho para aceptar regresar con él, pues estaba seguro que el advenimiento de Muñoz a Nicaragua sería una señal para comenzar operacio– nes contra el enemigo. Nos incorporamos a fa comi– tiva de Rubio y unos pocos días después estábamos de regreso a León instalados en nuestra antigua posada. La llegada a León del General Muñoz pareció alborotar de nuevo el espíritu militar de la ciudad. No tardó mucho, la opinión pública en desilucionarse de las esperanzas que Muñoz había inspirado. Dinámico era por naturaleza, era ev~dente que su diplomacia te– nta sólo un fin en mente, el de constituirse él en el IITertium quid" o base para el nuevo Gobierno en el cual el tenía la esperanza de que la facción hostil re– conciliarÍ'a sus diferencias. Tan pronto como conocí sus móviles, empecé a hacer mis preparativos para emprender mi camino de nuevo hacia las minas de oro de Honduras.
Los destinos que gobiernan la caída de una hoja, como también las cosas del hombre, estaban sin em– bargo, preparando un elemento destinado a cambiar el carácter vacilante del gobierno Democrático.
CONTRATOS DE "INMIGRANTES"
En uno de nuestros capítulos anteriores aludí a la presencia en la comitiva del Ministro Americano
l cuando visitó los campos hostiles de Granada, de cier., tos emisarios procedentes de los Estados Unidos para celebrar contratos que fueron aprobados por el gobier– no de León. Al Coronel William Walker (un hombre, entonces prominente ante el público de California a causa de una infructuosa invasión armada que él ha~
bía hecho a las provincias Mexicanas de Sonora y Baja California) cupo la suerte de cumplir con esos contra– tos
i que consistían en traer a Nicaragua un cierto nú–
~er? de hombres, que por razones obvias les llamaban Inmigrantes pero que en realidad eran soldados.
Walker había salido de San Francisco en el ber– gantín "Vesta" con 56 "inmigrantes" compuestos de los hombres más resueltos y atrevidos que pudieran encontrarse, anuentes a emprender tan ardua empresa como la de servir militarmente en uno armada de fili– busteros comprometidos en una guerra que era condu– cida sobre principios no reconocidos por los términos de una guerra civilizada.
Las primeras noticias que tuve de su arribo, fue cuando el Presidente Castellón me llamó a su despa– cho para informarme que Walker había arrimado al puerto de la Unión en San Salvador, pero que había reembarcado y entraría al Realejo, puerto de Nicara– gua en todo el curso del dílQ, probablemente.
El Presidente deseaba que yo, con el doctor Livingston .(ex-Cónsul Americano), y el Coronel Ramí– rez, del ejército, nos dirigiéramos al Realejo para llevar a Walker y a todos los demás americanos la bienvenida del Presidente de Nicaragua.
RECIBIMIENTO DE WALKER
Llegamos al Realejo a caballo a media noche, y
encontramos las calles de la villa (de costumbre quie– tas) embulladas con americanos armados, quienes en verdadero estilo Californiano, hacían en todo de las suyas. Las pulperías haciendo pingües negocios. Es– to y las maneras agresivas y bruscas de los extraños era una prueba para mí que estaba entre mis compa– triotas.
El Coronel Walker personalmente no me pareció, entonces, que fuera el hombre de voluntad indomable y de la energía que más tarde encontré. Parecía callado y modesto "tan suave y amanerado como po–
dría degollar a alguien o mandar un barco al fondo del mar".
Una cierta expresión de sus ojos, sin embargo, probablemente pudo haber indicado a un fisonomista la gran reserva de potencialidad velada bajo su plácido exterior.
Aunque esta narración presume ser solamente personal, el verdcidero entendimiento de los eventos históricos conque está conectada, hace imperativo que sea acompañada de cierta crítica de los actos del pro– tagonista.
PERSONALIDAD Y CARACTER DE WALKER
Como el Coronel Walker ha sido considerado, casi más que cualquier otro hombre, desde puntos de vista que difieren ampliamente, es propio que yo diga desde el principio que, no obstante mi admiración por este hombre extraordinario de energía maravillosa, valor e integridad personal. Yo siempre fuí opuesto a su in– saciable ambición y desprecio por los derechos públicos
y privados que caracterizó sus acciones en l~ .única y dominante prosecución de su vida: esto es, la adquisi-ción del poder político absoluto. .
Como de aquí en adelante, la persona más pro– minente en los asuntos del Estado de Nicaragua y del ejército Democrático, será el General Walker, una bre– ve reseña de su carrera no esta fuera de lugar. William Walker, cuya familia era de origen esco– cés, era nativo de Nashville, Tennessee, donde nació
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