Page 89 - RC_1964_02_N41

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Las pérdidas severas del enemigo les imponfo más precaución, pero no aminoraba sus bríos. Solieron a las calles en grupos, nos' rodeaban, incendiaban las cañas y el maderamen que soportaba el tejado arriba de nuestras cabezas. . , Cada momento la situación era más difícil y nues– tra hora final se acercaba. Una acción rápida era imperativa.

ESTUPIDEZ DE WALKER

Los hombres pareciera que habían perdido su energía y su coraje. Walker, desde que habíamos abandonado la ofensiva, parecía haber sido atacado por una estupidez total. Yo por un acto espontáneo asumí el comando por el momento.

Yo alentaba a los hombres tomándoles su rifle y tirando a las masas del enemigo que ocupaban la calle, sin importarme exponer mi cuerpo a vista de las balas que silvaban y refilaban por las puertas y las ventanas, me debieran de haber infundido un poco de más cui– dado, pues ponerme así; a la vista, era jugar con la muerte, pero como a eso estaba expuesto, de todos modos, no me importa~a ser indiferente en cuanto al tiempo y modo que viniera. Una bofa me alcanzó en la sien derecha y caí' al suelo. Recuerdo de una char– chaleante sensación de una lucha por mantenerme contra el suelo y en oposición a un impulso gravitativo hacia arriba y entonces oí distintamente al Coronel Hornsby diciendo "se fué" y al Coronel Walker que replicó "es una lástima". Las palabras o quizás la hemorragia profusa, me alivió de la confusión momen– tánea causada por el choq~e e inmediatamente me puse de pies y grité "no me he ido todaví1a", palabras que merecieron un aplauso no obstante nuestra triste situación.

. Pregunté por el cirujano, la bala parecía haber: cortado la arteria temporal y la hemorragia era grande. El me aseguró, sin embargo, desde la solera cerca del caballete, donde estaba encajado, que la hemorragia cesaría por sí sola.

Por este tiempo ya el suelo de la gran pieza don– de estábamos alojados, estaba cubierta con los cuerpos de nuestros camaradas muertos y la vista de su maca– bro espectáculo parecía paralizar los nervios de mu– chos de nuestros hombres. El Coronel Kewen, el Mayor Crocker y muchos otros bravos soldados esta– ban muertos, muchos otros gravemente heridos.

RETIRADA

El enemigo estaba trayendo un cañón de los más grandes para atacar nuestro edificio, una pared que estaban demoliendo, era el único obstáculo entre nosotros En este! crítica situación Walker y Hornsby se me acercaron a preguntarme si yo podía sugerir algún modo de obtener algún alivio aunque fuera pa– sajero y me agregaba que él esperaba que cuando vi– niera la noche nosotros todavía podríamos. estar aptos para hacer un asa!.tó a ~a plaza Nuestra fortaleza estaba a poca· distancia de una pequeña cañada bor– deada de árboles;y ~unql.i~ el espacio que nos separaba estaba ocupado con el enemigo, le dije al Coronel que va pensaba Que nuestra úhica esperanza de escapar

era hacer l,!na salido y que si la llevábamos a cabo con éxito y formábamos unq pa$ada, el pelear arriba de la cañoda, sería más fácil que en la calle.

La idea fue.recibida con entusiasmo e inmediata– mente nos reunimqs para ponerla en ejecución. Los hombres comprendiendo que un supremo es– fuerzo era lo único que nos salvaba, recobraron su vigor y nuestra carga fue hecha con tal impetuosidad que estábamos disparando nuestros revólveres en la cara de nuestros enemigos y abriéndonos paso entre sus mismas filas antes de que ellos se percataran de lo que sucedf'a. Al ponernos a la cabeza de la columna para el asalto, el Coronel Walker y yo, el pobre Hughes que erQ el último que quedaba de mis rifleros de Jalte– va, me gritaba desde una esquina de la pieza, donde yacía herido implorándome que no lo abandonara. Es– tas son las emergencias que causan más dolor que cualquiera otra con que se puede topar en una batalla. Cualquier titubeo en estos momentos hubiera sido fatal para todos, mientras que a él nada le hubiera aprove– chado.

Antes de que el enemigo se pudiera sustraer de nosotros ya habíamos cruzado por entre ellos y al Ile..; gar a la parte inclinada de la cañada, volvimos las caras y nos mostramos listos para darles una buena recepción si ellos deseaban perseguirnos. Esto por el momento, no estaba en sus planes, por lo tanto, deli– beradamente y con cautela, comenzamos a retirarnos a lo largo del filete de la cañada y en pocos momentos nos encontramos al campo abierto en las afueras de la ciudad. Proseguimos nuestro viaje muy despacio es– perando a cada momento ser perseguidos y atacados por el enemigo con quien nos sentimos competentes para entablar batalla tan pronto nos vimos libres de casas y paredes que los guarecía a ellos de la puntería de nuestros rifleros. No nos siguieron, sin embargo, e hicimos alto cerca de la villa de San Jorge con el objeto de hacer ~ nuevos planes y distribuir parque. Mientras nos ocupábamos de ésto, las campanas de Rivas celebraban la victoria.

TRAICION DE RAMIREZ

Pero les había costado muy caro, porque sólo sus muertos doblaban el número de los hombres con quie– nes ellos -20 a 1- habían peleado. En este lugar el Capitán Mayorga y otros dos o tres que como Mén– dez se habían voluntariamente unido a nuestra expe– dición, se nos acercaron, saliendo del monte y ellos nos informaron que desde el comienzo de la batalla el Coronel Ramírez había marchado sus tropas en di– rección opuesta a la ciudad tomando el camino hacia el vecino Estado de Costa Rica. El Coronel Walker posteriormente hizo cargos al Presidente Castellón contra el General Muñoz, acusándolo de haber dado instrucciones secretas a Ramí'rez (quien era bien co– nocido como instrumento suyo) que se desertara de los americanos cuando éstos estuvieran bien adentro de las Ií:neas enemigas.

Yo no tengo ninguno duda de la traiCión de Ra– mírez pero si Walker hubiera mostrado un poquito de más aprecio y dependencia en nuestras tropas nativas, manteniéndolas al lado de nosotros y participando en la batalla, habría encontrado suficiente lealtad en ella

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