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« Previous Page Table of Contents Next Page »Walker, con Jo traici6n de Ramí:rez en mente o
quizás como medida de seguridad, ordenó' capturar al anciano 'finquero y a su esposa, y los mantuvo como rehenes de la fidelidad de sus hijos.
A estos se les ordenó destazar un novillo del corral
y preparar desayuno para los hombres. Se les advirtió que la seguridad de sus padres tanto como el pago del novillo dependía de su fidelidad, pues ellos podrían fá– cilmente noticiar al enemigo en Rivas de nuestra con-dición. '
Sólo el Coronel Walker, y yo, de toda la compañía, quisimos servir de centinelas para cuidar el campo pero muy pronto ví O mi comandante rendirse bajo la in-fluencia del sueño. :
Yo supongo que por causa de mi enfermedad o de tanto trajín y excitamiento junto con la pérdida de sangre de mi herida me mantenítl despierto pues no tenía ni pizca de sueño no obstante de ser esta mi ter– cera noche de insomnio.
Una tensión nerviosa extrema parecía haber to– mado el lugar de una reparadora dormida; pasé la noche sentado platicando de vez en cuando con el an– ciano y su esposa quienes estaban muy ansiosos por saber si los mataríamos antes de nuestra partida en la mañana, pero yo logré calmarlos, a toda su sorpresa, diciéndoles que los Americanos nunca mataban a na– die. En la mañana mientras los hombres tomaban su desayuno el Cirujano Jones extrajo la bala, de una on– za, de mi cabeza, cerca de la oreja, usando un corta– plumas y sus dedos, en vez de los instrumentos que él había tirado para poder portar el rifle en nuestros apu– ros de Rivas.
Mientras él afilaba el cortaplumas en un mollejón como preparación para la operación, le advertí que una pequeña presión del instrumento empujaría la bala hacia adentro del hueso fracturado. El sin embargo operó con mucha habilidad.
La marcha se reanudó después de un. buen desa– yuno, los hombres que no estaban heridos parecían más aptos a dar buen servicio contra el enemigo, si éste apareciera.
Pronto tuvimos a la vista el camino del Tránsito cerca de la casa, "Halfway house" 6 millas de San Juan. La marcha fatigosa de muchas millas había sido por entre los densos y espinosos charrales y como yo iba a la cabeza de la columna, a mi me tocaba abrir brecha y así mis zapatos algo delgados habían sido prácticarnente desbaratados y mis pies dejaban marcas de sangre por donde yo pasaba.
La esperanza de llegar al camino nivelado era agradable para casi todos y también lo era el incentivo que esto pl"oporcionaba el pronto fin de la jornada. Para mí las millas que estaban por andar eran tan formidables como si la distancia fuera infinita, porque sentía que mis fuerzas al fin ya se acababan y que no podría más mantener la celeridad de Id marcha. Mientras los hombres que habían' recobrado su alegría se preparaban para cruzar los últimos matorra– les y salir al camino¡ el "ruido de los cascos; de muchos caballos se oyó venir a poca distancia, Walker con esa rapidez que lo distinguío en casos de emergencia, or–
denó que todos los hombres se ocultaran y que de nin– guna manera tiraran hasta que él lo ordenara.
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DESCONFIANZA DE LOS JEFES
DESCANSO EN UNA FINCA
A causa de la oscuridad o quizás por los nervios de Mayorga nos perdimos en los charrqles y a media
~oche cuando ya estábamos qgotados llegamos a una Inca de ganado y allí se d~cidicS pa?ar la noche.
y suficiente odio pard el ene'niiQ.o como para tener ase-gurada su ayuda. ' '
Yo siempre encontré' que el soldado común de Centro América es menos apto a traicionar que sus jefes; el crimen de la traición es más común en las clases altas.
La última vez que vi a Méndez fue cuando nos guarnecimos en el edificio, estaba arrancando de su sombrero lo divisa rojo que llevaba y reponiéndolo con un pañuelo blanco, y el Capitán Mayorga nes informó que él (Méndez) había toma~o un caballo y que cruzó sereno las calles sin que nadie lo conociera ni sospe– chara de él a causa de su divisa blanca. Esto era muy de Méndez y yo me alegré de saber que se había escapado.
El Coronel Walker decidió marchar a San Juan del Sur y como Mayprga era nativo de Rivas y buen conocedor de los alrededores, se le ordenó que nos guiara por veredas hacia el camino de San Juan. Era tan grande la desconfianza de Wdlker por los nativos desde la traición de Ramírez que me ordenó informara al Capitán Mayorga que si él nos guiaba a una emboscada, pagaría con su vida pues ya todos los hombres tenían órdenes de tirarlo.
En vano Mayorga, que era indudablemente leal a nosotros alegaba que el enemigo podía estar en espe– ras de nosotros escondido en cualquier matorral por donde nosotros habíamos de cruzar. Walker estaba inexorable y reanudamos el viaje por los charrales más espesos, guiados por Mayorga.
El Coronel Walker y yo nos manteníamos muy cerca del guía con los revólveres montados como pre– caución en caso que quisiera huir o de cometer trai– ción.
Tan ansioso estaba Walker ahora de llegar al mar antes que el enemigo, como antes lo estuvo indiferente a sus movimientos. Tomando en consideración a los heridos entre los que estaban el Teniente, que después fue Coronel Anderson'y el Capitán Du Brissott. Yo le habítl dicho al guía que no se apresurara, pero Walker me ordenó decir al Capitán Hornsby que aumentara la velocidad de la marcha. Agregando como para que sólo él lo oyera: Jllos heridos deben correr su riesgo" puesto que la única esperanza de escapar al enemigo dependía de tomar posesión de San Juan con el mor o nuestras espaldas antes que ellos se nos anticiparan. Se me vino a la memoria el consejo que le había dado en la mañana el cual lo recibió con desdén e indi– ferencia pero sin embargo, yo estaba decidido a hacer' todo lo posible para que los heridos no fueron abando– nados. Después de que me ordenó a mí, dos o tres veces, a que aligerara la marcha, yo creo que sospechó que yo la retardaba adrede y él personalmente dio la
o.rden de caminar más a prisa. Pero ya para este tiempo los heridos habían sido provistos de caballos.
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