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dicen, de que nuestro país era el más adecuado para emprender desde sus costas los anhelados descubri– mientos y conquistas al Este. Y además, agregaban -lo que en lenguaje actual expresarPamos diciendo– que Nicaragua éra necesaria para la defensa continen– tal. Bajo esa luz de proyecciones universales miraban a Centro América los hombres que la conquistaron du– rante el siglo XVI.

Es un hecho que nuestro mar interior, el Lago de Nicaragua, comunicado con el Atlántico se convierte en el mejor puerto de América, por su seguridad por su amplitud y por su situación central entre las dos grandes porciones del continente y junto a los dos ma– res mayores de la tierra. Toda la ilusión de nuestros antepasados estaba, pues, fincada en establecer la co– municación de España y de la América Española con nuestro lago -que es el corazón marítimo de América- facilitando en la medida de las antiguas posibilidades fa navegación por el río San Juan o Desaguadero. Esta navegación encontró en los tres siglos de Imperio dificultades de toda suerte. Dificul– tades políticas locales. Dificultades Internacionales. Obstáculos materiales. Las dificultades políticas, cu– yo estudio es necesario para la inteligencia de nuestra historia, serán objeto de examen detenido en su opor– tunidad. Aquí conviene únicamente señalar los obs– táculos materiales porque ilustran el vivo empeño de nuestros padres en resolver la imperativa necesidad geográfica en que se enrolla el nudo de nuestro destino.

Se ha visto atrás que todas las primeras tentativas. de navegar por el Desaguadero, resultaron fallidas porque el primer raudal era impasable. Las primeras expediciones que salieron al mar, superaron obstáculos invencibles al parecer. El viaje del descubridor Alonso Calero fue un ejemplo admirable de obstinado heroís– mo. Pero debemos suponer que tanto el Capitán Ca– lero como los que inmediatam{?nte después repitieron su hazaña, lo hicieron a favpr de un invierno copioso que levantó el nivel de las aguas del río hasta dejar pasar por los raudales barcó's pequeños, como sucede en los grandes inviernos ahora. De todos modos, el Desaguadero tal como lo encontraron nuestros prime– ros navegantes, no prometía un fácil tráfico perma– nenté. Se haCÍla necesario canalizar el río. l/A

Vuestra Magestad suplicarnos -escribían en 1 ~44 los granadinos- mande proveer, e ·faga merced de cin– cue':1ta negros para allanar e abrir los raudales de este Desaguadero, pues la costa es poca e los provechos que de ellos se sacarán muy grandesl/. No era una gran empresa de ingeniería, era un trabajo de hombres, den–

tro de las limitaciones requeridas. Faltan documentos para saber si la solicitud fue despachada. Pero hay razones para decir que los raudales se acondicionaron. Todavía se pueden apreciar en el raudal llamado de Machuca cortes sobre la piedra practicados por la ma–

n~ del hombre. Considerando otras razones, observa Gamez en una nota de su Historia de Nicaragua: l/Hay que Suponer que con posterioridad al reconocimiento del Capitán Calero, las autoridades españolas canaliza– ban

los raudales de San Juan hasta hacerlos navega-les para toda clase de buques y que este trabajo se

perdió en 1663". Lo cierto es que el Desaguadero fue navegable paro grandes veleros durante más de un siglo, desde una fecha próxima a 1544 en que se pro– yectó la canalización de los raudales, hasta la fecha que indica Gámez en que unos terremotos los cerraron. Hasta entonces, mientras el lago estuvo abierto al mar, "Granada era Granada" como decía el Obispo Fray Andrés de las Navas y Quevedo a fines del Siglo XVII. Granada era "opulenta y márítima" como decía el Obispo Gorda Peláez a principios del siglo XIX. Am– bos repiten de siglo en siglo el eco de la inmensa nos– talgia del mar, que siempre dura entre nosotros los que perdimos la ruta oceánica de nuestros padres, nave– gantes de España.

Estrecho. Tránsito. Canal. Los tres aspectos los contemplaron nuestros antepasados. Desde los primeros días, como se ha dicho, surgió el proyecto del canal interoceánico por Panamá. Parece que la primera sugerencia se debe a Carlos V. Uniendo el rí'o Grande y el río Chagres en sus porciones navega– bles, se pensaba establecer en el istmo panameño una vía fluvial entre ambos mares. Pascual de Andagoya fue el primer encargado de estudiar el proyecto y cal– cular su costo. En 1534 informó que, a su juicio, no había en todo Europa un monarca tan rico para una empresa semejante. Ya en 1551 Gomara señalaba las principales: Panamá, Nicaragua y Teguantepeque. "Desde aquella época -dice el greógrafo Levy- es fácil encontrar en la historia de la oéupación española en América una prueba más concluyente de que esta cuestión de un pasaje marítimo artificial ha sido la preocupación constante de los Reyes de España, del Consejo de Indias, de los Virreyes y Gobernadores y en fin, de los propios colonos".

La apertura del Canal era el coronamiento de nuestro destino greográfico. Obra imperial por exce– lencia, nuestro Imperio no pudo realizarla, porque su disolución tuvo lugar en una época en que eran toda– vía insuperables las dificultades materiales de esa em– presa gigante. En pleno siglo XIX así se consideraban. "Aun en nuestro siglo -escribía el citado greógrafo Levy- en que se tienen instrumentos, armas, etc., más perfectos, ingenieros más capaces, conocimientos más adelantados en la materia, es sin embargo muy di– fícil todavía obtener un plan exacto de una ruta nueva. Acabamos de ver una prueba de esto en las dificultades que han tenido que vencer los ingenieros mandados por el gobierno de los Estados Unidos para verificar las condiciones de los trazados propuestos por el Darién

0870-71)1/. Antes de la Independencia nuestro ideal era completamente nuestro. Estaba a salvo para nosotros o para 'nuestros hijos. Nos bastaba con man– tener ocupadas y defendidas las tierras ístmicas, para conservar en nuestras manos el destino greográfico que atrajo a nuestros padres. Así, durante mucho tiem– po, nuestros predecesores defendieron con encarniza– miento el dominio del istmo contra los asaltos del Imperio mercader de Inglaterra que intentó varias ve– ces apoderarse del Darién y de Nicaragua. Y disuelto nuestro Imperio, Panamá y Nicaragua cayeron bajo el signo de los Estados Unidos.

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