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« Previous Page Table of Contents Next Page »tanto, el nuevo ideal se acomodó a las realidades in– mediatas, empeñándose en establecer el mejor tránsito interoceánico por un camino fácil entre ambos mares. Así permanecieron nuestros padres en nuestras provin– cias, sostenidos por el común ideal de conservar dentro del Imperio nuestras bases navales, necesarias para el dominio del Océano Pacífico y para conquistar las islas afortunadas y Jos reinos de Oriente.
Don Pedro de Alvarado vivió con ese anhelo. Varias veces preparó expediciones a los deseadas islas del clavo y la canela, con naves hechas en nuestras costas. l/Careciendo de buques -dice un historiador guatemalteco no sin nostalgia- era necesario cons– truirlos, para fo l cual había entonces elementos que fal– taron algún tiempo después y que hasta hoy no han podido recobrarsel/. No fueron elementos los que faltaron. Faltó más tarde el entusiasmo descubridor, el gran impulso conquistador. El fundador de Guate– mala murió en su rínea.. Cuando se preparaba de nue– vo a lanzarse al Pacífico en busca de las Islas de la Especiería, se presentó el des'tino adverso. Pero esta vez no le bastó como en otra ocasión torcer el rumbo del Adelantado: en una hazaña militar incidental, lo sorprendió la muerte.
El tránsito al Perú, o las Islas, a China, era entre– tanto el objetivo cercano de los españoles de Centro América que se lo disputaban para sus respectivas pro– vincias. Por su proximidad con el Perú y por su prio– ridad de la conquista y en el yso, el tránsito del Darién eta el más frecuentado. Siempre fue, en realidad, el eje del Comercio en el Imperio. Pero el camino entre Nombre de Dio~ y Panpmá, sufría Jos horrores de un
clima inícuo. Del primer puerto se decía que en él los órboles' no
daban fruto, las mujeres se hacían esté.. riles y las criaturas no se criaban. De la ciudad de Panamá, un Médico informaba en 1681 á su cabildo l/muchas caJenturos ardientes y podridas, muchos do– lores de cóstado, cámaras de sangre, romadizo y otras indi$posiciones de calor y humedad por ser esta tierra muy caliente y húmedo por cuya razón hierve dentro de Iqs venas y humedeciendo el cerebro causa vahidos y Jos dichas enfermedades arriba referidas y granos y
viruelas y sarampión y ronchas". Más favorable apa– recía el resto de Centro América que ofrecía sus ist– mos.
Como Gobernador de Guatemala don Pedro de Alvarado pretendía dominar en Honduras para adqui– rir un puerto acomodado en el Atlántico, pues lo ne– cesitaba imprescindiblemente por su proyecto de abrir a España la ruta del Oriente. La~ autoridades hondu– reñds en cambio, celosas de su existencia provincial, pedían que el tr~risito se estableciese por el camino de Puerto Caballos en el Atlántico al Golfo de Fonseca en el PaCÍ'fico.
y ~n Nicaragua el ideal de los conquistadores se reducía 'a facilitar la navegación por el Desaguadero, para abrir el Mar Dulce al Atlántico y limitar el trán– sito al camino del istmo nicaragüense, corto y llano. Una tras otro se sucedieron rápidamente las e)(pedicio– nes empeñadas en salir al Atlántico. No bastaban
para detenerlas los obstáculos encontrados en la vía fluvial ni las dificultades de orden político que a me– nudo surgían contra el imperativo geogrc;ífic:o. Después de las enviadas por Hernández de Córdoba, que ya se refirieron, siguieron otros. En 1527, piego López de Salcedo, Gobernador de Honduras que ocupó Nicara– gua en ausencia de Pedrarias, mandó a Gabriel de Rojas. Vuelto Pedrarias al siguiente año fletó una expedición bajo los capitanes Martín de Estete, Gabriel de Rojas, Sebastián de Belalcázar y Herrián Sánchez de Bodajaz. Mas no pasaban del primer raudal. Por varios años se suspendió el intento. Todas fas ilusio– nes conquistadoras se concentraron en el Perú. Nues– tras ciudades incipientes contribuyeron con sus mejores energías, con sus más valiosas reservas a la conquista de la tierra del oro. De Nicaragua salieron hombres de la talla de Belalcázar y de Hernando de Soto, que fueron grandes en el Perú, en la Nueva Granada, en la Floriada y en el río Mississipi.
Pero esa desviación, no duró mucho. -Enfriada ro
primitiva fiebre del oro peruano, los vecinos de Nica– ragua volvían sus ojos al desaguadero. En -1535 vino Rodrigo de Contreras a hacerse cargo de la goberna– ción de esta provincia. Los granadinos pedían al rey nuevos intentos. Se los exigían al 'gobernador. Este encontró a su llegado una cédula real con el mandato de alistar una flota que de Granada saliera al mar. En carta al Emperador decía el mismo I/Hai en ,esta provincia una laguna grande en que entran muchos rPos y desagua por un río grande en la mar del Norte. Podríase navegar con navíos pequeños y serbir para comunicar ambos mares". No sólo el tránsito. Apun– taba Ja idea misma del canal. Pero, como veremos en otra parte, fray Bartolomé de Las Casas hizo fraca– sar la primera expedición que envió Contreras con el valiente conquistador Diego MaGhuca. No obstante la tenacidad española dominó las drcunstoncias adver– sas .y ,en' 1539 los Capitanes Alónso CaJero y Diego Machuca -en una hazaña que parete un fragmento
de la Odisea-' lograron salir por fin al Océano Atrán– tico. Poco después repetíd la miSmd hazaña el propio gobernador.
Nuestros éonquistadores apreciaron el hecho en toda su trascendencia. Comprendían la importancia continental de Nicaragua. Consideraban que su des– tino era mundial, porque debía servir' de base al dQmi– nio español en el Océano Pacífico. En carta del cabildo de Granada escrita al rey poco después de este descubrimiento capital, se expresaba esta idea: Nica– ragua -escribían- "tiene muchos puertos ti la mar del Sur muy buenos e muy seguros e de mucha made– ra para poder facer en ellos todos los navíos que Vues– tra Magestad fuese servido mandar facer; e aun esta tierra es, aunque pobre, la que más importa para todas las cosas que por la mar del Sur se ofrecieren, así por
nuevos descubrimientos, como para socorrer cualquier necesidad que tuvieren las provincias que están pobla– dos o se poblasen en la mar del Surl/. No se halla aquí, con toda precisión establecida, la importancia naval de Nicaragua para el dominio del Océano Paci– fico? Con los 'ojos fijos en el Oriente, los conquistado– res nicaragüenses se daban cuenta cabal, como lo
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