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Cuando en la madrugada del 21 de Abril de 1812 caía la centinela de La Pólvora de Granada al golpe de las fuerzas que contra la ciudad rebelde com.andába el Sargento Mayor Pedro Gutiérrez, quizá se estaba abriendo una nueva era en la quieta historia de esta casa. Es La Pólvora una estructura torpe, funcional, asentada en el extremo occi– dental de la ciudad y que los granadinos han venido conociendo por años corno la cárcel– cuartel, y fortaleza; un. edificio opaco, cierta– mente nada sil'upático, pero familiar. En el medio popular se ha dado con gracejo el nombrarlo La Casa de Tope. Nuestro Joa– quín Pasos aludió a ella en boca de su pin– ±oresco personaje el "turco" Basgual Bagán,
en ocasión que éste hablaba de "La Búrvura"
en a:m.enaza de penitencia.
y la historia de esta casa comienza exac– ±.alTIen±e en los úHirnos meses del año de 1747.
Su nombre, que pudiera parecer el alegórico dado a un fortín, no responde rnás que a su original función. Lo que en nuestra historia independiente ha venido a figurar corno una fortaleza, COnlO centro de acuartelamiento y cárcel de la ciudad de Granada -donde al– gunos episodios de luchas intestinas han te– nido lugar ingra±a:men±e-, fUe construido para pieza noble del tablero en la defensa del Irrtperio Español frente al enem.igo inglés. Se edificó para servir de Casa Almacén de la Pólvora con que se había de surtir nuestro bastión principal de entonces, el Castillo del Río de San Juan. Su original m.anifes±ación,
. pues, no fue otra que la de ser una de las dependencias de aquel baluarte de la pro– vincia.
l/rediando el siglo XVIII, cuando se ha– llaba en 10 crudo la célebre guerra de Suce– sión de Austria, que había de terminar con la paz de Aquisgrán en Octubre de 1748, Es– paña, contra Ingla±erra, desde los primeros años de aquella contienda sintió también amenazadas sus provincias de uliram.ar, don– de tuvo que hacer frente a lo que entonces en la Península se decía ' 'la guerra lejana" . En noviembre de 44, el Virrey de Nueva Es– paña, Conde de Fuenclara, ponía en aviso a la Corte de Madrid sobre cierto plan que pu– do ser descubierto en JaITtaica, del designio que tenían los ingleses de aiacar el Castillo
de la Inmaculada e invadir y hos±ilizar la provincia de Nicaragua para poseer la rufa de entranlbos mares y adueñarse de su co– Inercia, en 10 que el inglés contaba con el auxilio de los nlosquifos, sus ,aliados. Esto movió, en agosto de 1745, al nombraIUienío de dos figuras n1.:iliíares de primer orden pa– ra regir respectivamente las Gobernaciones de Fíonduras y Nicaragua, el Coronel Juan
do Vera y el Brigadier Alonso Fernández de I-Ieredia, quienes a su vez :tendrían la Coman– dancia General de las Annas sobre otras va..:. rias provincias, en una extensa área a lo lar– go de la costa del Nor±e. La presencia de es–
tos ni.Hͱares lógicamente iba a reactivar el sis±erna defensivo de estas par±es. Con aIU– plios poderes e ins±rucciones, ellos habrían de disponer de excepcionales fondos o si±ua–
dos de guerra para hacer frente a los gastos de la beligerancia.
Granada, por su cercanía y fácil comu– nicación con el Castillo, corno por ser la e±er– na vÍctil'na propiciatoria de los designios ene– lni90s, en ocasiones tales se convertía en el centro y nervio de la defensa de la provincia. Fernández de Heredia asentó en ella su real. Las dos compañías de infantería de tropa lle– gadas de La Habana hicieron allí en esta oca.. sión su acuartelam.iento, y los nuevos per±re– chos llenaron el arsenal de la ciudad. Son años éstos en que, en rnedida desacosturn– brada, de su astillero salen nuevos lancho– nes, galeotillas, medias galeras, piraguas, ca– noas, bajo el agitado IUarfil10 de sus carpin– teros de ribera. De sus m.on±es salen las tro– zas al toque de las hachas. La marinería agólpase m.ás en el trajín de su puerlo: la ruta del Castillo se aviva, el reconochn.ien±o del Lago se lleva a losú1±imos senos. ' 'Todos los pueblos de la jurisdicción se rnüeven. Indios hacheros, aguadores, chagüiteros, ase– rradores, pedreros, caleros, carre±eros
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indios :rnanaguas convictos de brujería y zarnbos prisioneros, molenderas y cocineras rnafJis±ra– les, asen±is±as, IUaesiros artesanos y artistas, en un solo :m.ovirnienfo. La Sala de Annas de la ciudad se ensancha y un nuevo dique guarece en el puerto las eIUbarcaciones de
Su Majes±ad. Las obras se multiplican y la Real Tesorería expende a los libramientos de la COIUandancia.
Una coincidencia, o, m.ás seguruInenie, una atinada medida de guerra: Don Luis Díez Navarro se hallaba a la sazón en Nica– ragua. Este ingeniero rnili±ar
v el más cons– pícuo de cuantos ±Uvinlos en el Heino de Gua– femala, llenó de Illanera' brillante largos años de nuestro siglo XVIII. Incansable via– jero, observador inteligente y serio trabaja– dor, recorrió todas nuestras la±i±udes en cum.~
pliInien±o de las Illás delicadas rnisiones
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al punto que puede afirmarse que no hubo en nuestras provincias obra im.por±an±e de cons– ±rucción a la que este malaguerio dejase de
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