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« Previous Page Table of Contents Next Page »c:rue ahora vIvimos necesitamos imprimir en cada unO de nuestros dirigentes el reconocmiento del valor de la integración del área¡ como mecanismo para la ace– leración del desarrollo y del crecimiento. Debe im– primirse además en la juventud y debe reiterarse con amplio sentido de urgencia. Sólo así podremos apro– vechar y maximizar las ventajas del sistema que se ha creado.
No es este el momento de entrar en una discu– sión de tipo poblacional ni de medir el efecto que la sobre-población ha tenido en ciertas áreas de Centro América no sólo en los recursos naturales¡ sino tam– bién sobre el nivel de vida de los habitantes. Pero en cualquier apreciación de tipo económico no es posible ignorar el efecto de un crecimiento demográfico des– medido. La Carta de Punta del Este señala como me– ta deseable el crecimiento económico, 2.5 % per cá– pita por año. El hecho de que el crecimiento de nues– tra población sea 3.2 % debe ser causa de alarma¡ pues hay que suponer un aumento en el producto na– cional bruto de 3 a 4 % por cada 1 % de aumento po– blacional para mantenerse a nivel de las demandas. La población de Centro América se caracteriza por su gran proporción de elemento joven de modo que hay que esperar que durante las próximas 3 ó 4 décadas la población aumentará a un ritmo aún más acelerado, lo cual implica la necesidad de proporcionar más vi– vienda, escuela, servicios públic;:os¡ facilidades urba– nas, empleos y mayor alimentación. Infortunadamen– te debemos reconocer que no hemos podido arrestar el deterioro de nuestros recursOS naturales renovables y es especialmente infortunado ya que año con año se vuelven mayores las demandas sobre los mismos. Este es un factor que ha sido descuidado por econo– mistas, por el sector privado y por los planificadores de los Gobiernos.
La solución inmediata al problema no existe, ni reside en actos específicos individuales ni en legislación aislada. La solución más bien podría descansar sobre dos condiciones: 1 9 ) Que los Gobiernos reconozcan el problema demográfico y adapten consecuentemente sus programas de educación y de Salud Pública; 2 9 )
Que las soluciones se encuentren en un ambiente de plena libertad de pensamiento y de expresión y se im– plementen a través de los programas de enseñanza¡ de aplicaciones médicas y científicas por medio de pro– gramas de planificación nacional y regional.
Desde luego deberá siempre respetarse cuidado– samente la ética y dogmas establecidos y jamás caer en el error de programas impositivos. Aunque se rehu– ye la discusión pública del tema me permito señalarlo porque está latente en la mente de todos nosotros. Piénsese en que somos ya casi 12 millones de habi– tantes, y a este ritmo de crecimiento nuestra pobla– Ción llegará a los 24 millones de 1985. No es posi– ble que los Gobiernos sigan planificando sin tomar en cuenta el factor poblacional.
Pero volvamos a los aspectos positivos de nuestro inventario de bienes y recursos. Si bien el capital que tenemos no era en volumen suficiente para atender a la tarea que debemos desempeñar¡ tenemos otro ele..
mento en nuestro haber: el buen crédito externo. POm
demos contar con la ayuda de Gobiernos amigos¡ de Instituciones y personas del extranjero, quienes¡ con más confianza que algunos de los nuestros, han in– vertido y seguirán invirtiendo en la explotación de nues– tros recursos si les es permitido. Contamos con la ayu– da generosa de Agencias Internacionales de Crédito tales como: el Gobierno Americano¡ el Banco Interna– nocional de Reconstrucción y Fomento, el Banco de Importación y Exportación¡ el Banco Interamericano de Desarrollo y finalmente nuestro propio Banco Cen– troamericano de Integración Económica.
Los recursos externos deben cuidarse. Nuestro comportamiento ante ellos afectará grandemente el buen crédito de que gozamos, y por consiguiente nues– tras posibilidades de acudir a otras fuentes de capi– tal. Debemos negociar esta ayuda inteligentemente, con entereza y dignidad, pero eso sí¡ con realismo. Con ciencia pero también con sentido humano. Sería muy saludable un debate público en Centro América para establecer el grado de conveniencia y utilidad de la introducción de capitales extranjeros; en qué proporciones debe participar en nuestro desarro– llo, y qué comportamiento debemos tener con él en la participación de la explotación de nuestros recursos. Nada ahuyenta más la inversión extranjera como la falta de confianza en las normas establecidas para su actividad y falta de claridad en sus regulaciones. El inversionista centroamericano debe meditar so– bre las posibilidades que tiene a mano, y debe pensar en el desarrollo del área a que pertenece. Todos de– bemos pensar en nuevos módulos de desarrollo y creci– miento, tal como ha dicho recientemente el distingui– do economista Cristóbal Lara, Director de la CEPAL. Ya no debemos pensar solamente en la mejoría in– dividual y nacional, sino en términos de área grande¡ de desarrollo común regional, en nuevas actividades y situaciones que se originen de dentro hacia fuera, por– que ahí reside el dinamismo del movimiento. No de– bemos esperar que' el impulso venga de fuera hacia dentro¡ como esperaban los hombres del siglo XIX. Las metas y necesidades son masivas. Debemos ha– cer frente a ellas en igual forma con soluciones gran– des y a pasos agigantados. Debemos en fin adaptar nuestros módulos intelectuales. Aquí está a mi juicio la clave del desarrollo y el crecimiento de Centro Amé– rica.
Con las ventajas que poseemos y con un poco de visión y de imaginación, podemos esperar en una vida mejor para cada uno de los habitantes d<> C~ntrf)
América. En el desarrollo del Programa debe parti– cipar activa y concientemente el industrial, el hombre de negocios, el funcionario público, el profesional, el trabajador y el ciudadano simple, y para ésto debemos preparar a nuestros, hijos, para una Centro América unida y fuerte.
Así desde el corazón del taller de las Américas seguirán produciéndose esas pulsaciones que han con– movido y han unido a cinco países, y, como ondas en plácido Océano llevarán a otras áreas el ejemplo útil de la unión de los hombres de Centro América.
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