This is a SEO version of lista_historica_magistrados. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »país ian felizmente ubicado, que descansa a medio camino entre los cinco continentes, debiera, desde hace tiempo ser caInpo de in– dustrias, ya bajo la guía de sus propios hijos, ya en la de manos extrañas.
A lo largo de nuestra ruta encontramos bandadas de aves acuáticas, algunas de la especie de las ga,rzotas. Pasábaznos a pocas yardas de ellas ántes que levaniaran el vue– lo con estridentes griios y se posaran ahí no :más a corla distancia. Evidente:mente era que nunca se les Inolestaba o mataba. Una variédad de excelenies peces pueden ser ex– traídos del lago, no obstante. durante nues– tra permanencia en sus vecindades ja:más nos fueron ofrecidos en venta. Resultaba claro que los l'\'\oradores son tan indolenies hasta para aprovecharse de este Inanjar. Grandes iiburones se han capiurado en el lago, y hace pocos Ineses una :mujer de la Bahía de la Virgen, que se hallaba lavando ropa en sus orillas, fue atrapada y devorada por un cocodrilo.
Un alto farall6n rocoso nos impidi6 con– timiar por la playa; tuvimos que seguir por un angosio pasillo hacia la izquierda que conducía directamenie a los bosques y, des– pués de hundirnos en un lodazal negro don– de las mulas se iban hasia las rodillas a cada paso, salimos de nuevo al lago, en la boca de un río de cerca de cincuenta yardas de ancho, conocido cómo Río Lajas. Este río, sin agua durante la estaci6n seca, era ahora de una profundidad formidable, y nuestros hombres nos informaron que era retiro de cocodrilos, que aquí se refugiaban entre las cañas y los arbustos para defenderse de los fuertes vienios.
Un canoa, hecha de un tronco de ceiba ahuecado, permanecía atada en un banco de arena. Dos barqueros, medio desnudos, es– taban cocinando carne en un fuego hecho cerca de una choza de ramas y juncos, que les servía de morada. Nazario comenz6 a desensillar nuestras mulas y a poner los arreos dentro de la canoa, mientras Chico, el sirviente del Doctor, homprecillo vivaz, de Costa Rica. aiendía el equipaje de su amo. Mieniras nos preparábamos para embarcar– nos, nos llamaron la atenci6n tres o cuatro grandes objetos negros a pocos cienios de yardas arriba del río que, según nos dijeron nuestros hombres, eran cocodrilos. Nada graio era el desmañado y balanceante barco en que íbamos a maternos; sopesé las opor– tunidades de un baño en las aguas lentas y la posibilidad de conceder una o ambas de mis piernas a los Inonstruos que, evidente– mente, estaban atentos a nuestrosmovimien– tos.
Las mulas, después de recibir algunos varazos y regaños, se tiraron a la corriente, y hundiéndose hasta las narices se apresta-
ron con decisión a atravesárla. Nazario les gritaba fuerlemenie, y contestando a mis pre– gunias dijo que no había que iemer a los cocodrilos mieniras hubiera ruido en las ori– llas. Seguimos a las mulas, y, ensillándo_ las, pagaInos a los boteros un dólar a cada
uno y confinuaznos nuestro viaje, no sin an–
tes matar un armadillo que salió precisa– mente cuando nos montábamos. Estos ani– males, según supe despues, abundan, aUn–
que en esta ocasión tenía yo deseos de con–
servar su carapacho.
La noche había entrado, y media hora después encontrarnos otro río, en el cual el Doctor, sin iemor alguno. apretó el paso de su caballo haciendo ver que en otras ocasio– nes había cruzado la corriente cuando la ma– rea estaba más aUa, pero él no calcu16 la di–
rección de los vienios de la semana anierior. y cuando ya estaba corno a una yarda de la ribera opuesia, de repente desapareció en Un lecho de arenas movedizas. Fue con mucha dificultad que pudimos evitar que ianto él corno su caballo se ahogaran. Después de ¡¡ecar sus ropas y echarse un trago más de una botella de aguardiente que nunca faUa– ba en su :maleia, volvió a moniar con bas– ianie buen humor y, dirigiéndose hacia otro lado, pudimos cruzar la corriente en un pun– to más arriba. Pasando por un camino de mulas, mitad vereda y mitad cenegal, nos metimos en los bosques. cuyo trayecto com– pletamente cerrado por la maleza obscure– cía hasta la más pequeña luz de las estrellas y nos impedía distinguir cualquier objeto a una yarda de distancia.
Adelanie seguía el Doctor, no sin parar– se a raios a esperarnos gritando a ioda fuer– za para indicarnos la direcci6n y, frecuente– mente, pasaba la botella al grupo ecuestre antes de proseguir la marcha. Afirmaba él que el uso moderado del "aguardiente del
país" cuando sufría una:~ conp1oción, o se ex–
ponía a la intemperie, o por fatiga, hacía que pudiera soportar las peores consecuen– cias sin enfermar. Después, cuando arribé a León, dos médicos extranjeros me afirma– ron lo mismo. La bebida, cualesquiera que fueran sus benéficas propiedades, es una de las más repulsivas, y meses después, cuan– do me familiaricé con las costumbres del país, nunca pude probarla sin una sensación desagradable.
La advertencia de los truenos, que en la úllirna hora habíamos percibido en la dis–
±~nc~a, se oía ahora más cerca, y la caída
rítmica de gruesas gotas, acompañada del estallido de los rayos y de los vívidos reláIn– pagos que iluminaban el bosque en todas direcciones, dejando ver con lívida claridad cada ramita y cada hoja, para quedar nu.... vamente envueltos en una obscuridad de tinta.
-10-
This is a SEO version of lista_historica_magistrados. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »