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en el horizonie. Esios volcanes son mojones en todo el país.

Hay varias leyendas sobre el volcán Ometepe, que se estima de seis mil pies de altura aunque no tenga no±icias de que se haya medido su elevación alguna vez. Hay en la isla varias familias de indios, que se ganan la vida fácilmente cultivando legu:m– bres, que venden en la Bahía de la Virgen, a donde van en bongos todos los días. Me informó Mr. Geer, caballero residente desde hace varios años en la Bahía de la Virgen y San Juan del Sur, que nadie, según se sabe, ha ascendido hasta su cúspide. El, en com– pañía de dos intrépidos amigos, intentó el ascenso hace tres años y habiendo salido de la base a las cinco de la mañana, llegó hasta pocos centenares de pies de la cima, diez ho– ras después. Aquí encontraron una elevada pendiente cubierta de cenizas, que les fue imposible subir, hasta que, exhaustos por los esfuerzos y deslizándose a cada momento, decidieron regresar, emprendiendo el des– censo la misma tarde. Un indio viejo sos±ie– ne haber alcanzado la cima hace muchos años y dice que existe un lago, que él des– cribe como un ex±into cráter. Mr. Geer ±ra– tó de confirmar esia creencia. a la cual los viejos na±ivos se adhieren fuertemente, y se inclina a aceplarla porque al observar hacia arriba, contra el lado perpendicular de una

roca, se ven sombras peculiares como las pro–

ducidas por la reflexión de la luz solar sobre las olas con±ra un muro. Hay también una considerable corriente que sale del lado de la montaña, unos pocos centenares de pies sobre el nivel del lago, lo cual apenas podía tomarse de otra manera que no fuera la de haber un lago en la parte superior. Las constantes nubes alrededor de la cúspide pa– recieran indicar tal cuerpo de agua. Una in–

ves±igació~ futura, sin embargo, resolverá sin

duda alguna el problema.

El camino de la Bahía de la Virgen a Rivas va por las orillas del lago cerca de cua±ro millas, y el resto por campos bien cultivados, en grandes y pequeños secciones, con cacao y o±ras plantaciones A nues±ra izquierda se extendía un impenetrable bos– que de ceibas, guanacastes y otros árboles

cuyo obscuro follaje parecia tal;!. desconocido Las playas del Lago de Nicaragua difie–

y abandonado como cuando los viejos con- ren poco de las del océano y una persona quistadores españoles pisaron por primera extraña al lugar, en presencia de las mare– vez este ll.uelo prolífico. A nuestra derecha. jadas que se levantan impulsadas por el fuer– el gran lago, impresionando nuestros sen±i- te viento, podría suponer fácilmente que se dos con su inmensidad, y en donde, contra encuentra en las playas del mar. un cielo de ensoñación, una goleta acortaba

su ruta hacia Granada. Esta fue la única Cuando me detuve en un promontorio señal de actividad comercial. Las tormen- o cabo saliente del lago y noté la espléndida tas recienies habían puesto las aguas revuel- extensión de agua ante -un horizonte tas, y el fuerte oleaje se rOlT\pía en la playa, de olas, navegable por grandes vapores en mojando frecuentemente las patas de nues- casi todas sus partes, rodeada por tierras re– iras lT\ulas y, a veces, se estrellaba atrevida- bosantes de una vegetación espontánea y jus– mente contra un prolT\ontorio, para bordear tamente denominada "el jardin del mun– el cual' nos veíamos obligados a entrar en do"- no pude reprimir un sentimiento de el lago. apresurar nues±ros animales y hun- honda pena de que un lugar al que la Natu– dirse hasta la altura de las cinchas. Allá raleza pareciera haber otorgado sus regalos lejos y asomado en los cielos claros, el vol- más preciosos, fuera tea±ro de sangrientas cán Zapatera levantaba su testa, mien±ras a revoluciones e infructuosas guerras; donde la derecha y aparentelT\ente surgiendo del la agricultura y el comercio sólo existen de agua estaban el Ometepe y el Madera, la nOlT\bre, y su historia sea un baldón para los isla en la cual se hallan situados desaparecía dueños de este suelo. Seguramente que un

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galope en un caballo flaco, al que regocija– mente le daba el remoquete de "Chingo".

El Doctor era naiural de Ohio y vivía en Nicaragua desde hacia tres años, donde ha– bía acometido varias aventuras, ora ±raba– jando en una mina de plata, ora residiendo como médico en Granada y Masaya, ora com– ba±iendo en las revoluciones del país, ora ac– tuando como piloto a bordo de vapores en el lago. Atribuia su presente exaltación a la influencia de un oficial a quien él había suavizado durante una pelea hacía unas po– cas semanas. El Doctor estaba fuerlelTlente comprome±ido al lado de Castellón, había lo– mado parte activa en las batallas de mayo anterior y se dirigía ahora a Jalteva, en los aledaños de Granada, donde Chamorro esta– ba si±iado por cerca de mil doscientos "leo– neses" al mando del General Jerez. Había estado en la Bahía de la Virgen portando despachos y consiguiendo medicinas. y re– gresaba ahora a tomar parte en el si±io. Nos aseguró que en Rivas lenía media docena de

compañeros norteamericanos, que nos acom–

pañarían a Granada.

Aunque satisfecho con la compañía de mi nuevo conocido, no :me hallaba seguro

de la conveniencia de viajar con su persona,

ya que me an±iciparon que podríamos caer prisioneros en el camino y ser trasportados a Granada, en donde el hecho de ir con él

aseguraría :mi confinantiento por tiempo in–

definido. Sin embargo el viaje debía de ha–

cerse y, resolviendo confiar en la sueríe, se~

guimos nuestro des±ino.

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