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Londres, 15 de Noviembre de 1821

Amigo Mier:

AcfJ como usted puede considerar han hecho muchísimo luido las últimas novedades de Nueva España. Todo el mundo tiene la más alta idea de las ventaias y recursos de esa parte de América, y éste es el mo– mento en que tiene usted a todo el comercio especulando. Del Gobierno no sé qué decir, porque sigue con su acostumbrada reserva¡ aunque siem· pre he sido y soy de dictamen que no tienen por qué quejarse de él nues– iros compa1riotas y que su conduela ha sido diferentísima de la que obser– va esa república maquiavélica, que es de lodos las naciones antiguas y modernas la mós odiosa a mis ojos. Es verdad que la Inglatelra, como las otlas grandes Potencias de Europa, se alegraría de ver prevalecer en nuestros países las ideas monárquicas; yo no digo que este sentimiento es dictado por miras filantlópicas; sé muy bien cuál es el espíritu de los gabinetes de esta parte del mar, y nunca se cleído que la justicia y la humanidad pesen grC1n cosa en la balanw de los estadistas¡ pero sí diré que en este punto el interés de los gabinetes de Europa coincide con el de los pueblos de América; que' la rnonarquía (limile1da por supuesto) es el Gobierno único que nos conviene; y que miro como particulOlmente des– graciados aquellos países que por sus circunstancias no permiten pensar en este especie de Gobierno. Qué desgracia que Venezuela, después de una lucha tan gloriosa, de una ll/cha en que virtudes y heroísmo puede competir con cualquiera de las más célebres que recuerda lel historia, y deja el gran distancia detrás de sí la de los afortunaqos americanos del Norte, qué desgracia, digo, que por falta de un GobiertiO regular (porque el republicano jamás lo será entre nosotros) siga sienqo el teatro de la guerra civil aun después que no tengamos nada que temerle a los espa– ñoles!

Fuera muy bueno que usted se dedicara a escribir una historia completa de la revolución de México, refil iendo en ella la primera que usted dio a luz en Londres; pero en tal caso convendría deiúr ciertas de– clamaciones que no dicen bien a la imparcialidad de la Historia, como us1ed sabe mejor que nadie. Se trata simplemente de conservar la me– moria de los sucesos, ella basta para llenar de infamia a los enemigos de nuestra causa; y tanto más seguramente, cuanto más justo e imparcial el historiador. Acuérdese usted que habla con la posteridad, no con los Canceladas y con otros periodistas del mismo jaez, cuyas producciones efímeras volverán a los mostradores en que se educaron sus autores a envolver allí.

Thus et odores,

Et piper, et quidquid chartis amicitur ineptis.

A. BELLO