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:l:es (que la llevaron a la disolución de la unidad nacional). Este diplomático -decirnos nosoiros– mal podría ser el de Ingla:l:erra, que tenía :l:antos in– :l:ereses que reajustar en Ceniro América. El único que debj,ó haber sido, fue el de Estados Unidos, pe– ro lejos de esto, a pesar de que Centro América se apresuró a nombrar su minisiro ante ellos a raíz de la independencia, sólo andando el tiempo celebra– ron con ella un irafado general de paz, amisiad y hasta de navegación, que no era lo que se necesi:l:a– bao En cambio, Inglaferra jamás perdió de vista a

Wa1fer Scoif, su célebre li:l:erato y polí:l:ico cuando le dijo a lord Paiferson, que el que se adueñara de Ceniro América sería corno el dueño de la llave de los jardines donde Aladino halló la lámpara mara– villosa. Y mucho menos a sir Francis Drake, el pi– rafa maravilloso, que un día le dijo a un gobezna– dar de Panamá, cuando éste reprochaba sus fecho– rías: Dejaré de visi:l:aros si me enseñáis el :l:estamen– to de Adán por el que le haya dejado en herencia a los españoles la América.

El Segundo Error Diplomático Norteamericano en lo de Belice

Un secretario de Estado débil y un cónsul inglés que había leído a Calibán

Para los historiadores hispanoamericanos que iratan de explicarse en visión de conjunfo y forma filosófica la evolución de la polifica inteznacional del continen:l:e, el tratado Clayion-Bulwer de 19 de abril de 1850 fue de una imporlancia definitiva en los destinos de América. Además de haber signifi– cado una transacción enire la Gran Bretaña, que en aquel entonct;!s era considerada corno la primera po– tencia marítima del mundo, y los Estados Unidos, que se hallaban en un momento de su historia en que ya iban alcanzando y hasta superando a aqué– lla, a J?esar de su juventuel de sólo ires cuarlos de siglo de edad, para la neufralización del futuro ca– nal interoceánico, dicho irafado vino a constiuir la confirmación de la docmna de Monroe, aunque no todo lo rotunda y comprep.sivamenfe que hubiera sido de desear, salvando a la América Central de que cayera en mano; de aquella pril'nera potenci~

marífima del ~undc>, De suerle que el irafado Clay– ton-Bulwer no sólo vino a ser una fransacción in– dispensable entre las dos grandes potencias de Euro– pa y Arn~rica para restablecer el equilibrio eil el respecfivo esfuerzo por el dominio del comercio uni– versal; que pendía del futuro canal, enderezando el fiel d~, la balanza, sino que vino a preservar la auto– nom.Ía e independencia de Ceniro América o sea la parle más débil geográficamente del continente y a la vez el puente que une y hace posible la comuni– cación ierresire enire la América del Norle y la del Sur. En sUzna, la parle de América que da conti– nuidad y preserva esa unidad geográfica del conti– nente.

Pero por desgracia, en lo que respecfa a la in– tegridad del territorio centroamericano, a pesar de que el propio Mr. Clayion, autor del :l:ratado, procla– maba que venía ésie a ser el verdadero aufor de la independencia cenfroamerican~, el mismo secreta– rio de Estado incurrió en una imperdonable falla al dejarse seducir por una sufil maniobra de Mr. Bul– wer, el plenipotenciario de Gran Bretaña que debe– ría suscribir el frafado. Como Belice no esfaba pre– cisamenfe en los caminos obligados del futuro canal interoceánico de Nicaragua, pasó por la debilidad de sacrificar directamenfe é,l Guatemala diciendo en una especie de enmienda al final del trafado, que Belice no estaba incluido en éste. Más iarde, ante las protestas elel Senado por semejanfe enmienda, que venía a desfruir la eséncia misma del :l:ratado

ll~gó, esiando ya fuera de la secretaría de Estado: a eXQusarse al punto de dec~r que Belice no quedaba

en Centro América. De tal suerle que no sólo se co– locó en confra de la realidad de foda la historia y

de fados los mapas geográficos publicados durante la colonia y después de ella tanto en América corno en Europa, sino que la propia Gran Brefaña, apenas nueve años después, se e~cargó de darle el más ro– tundo mentís, aunque desde luego en su propio pro– vecho, al acudir a Guate~ala para pedirle la cele– bración del trafado por el que Belice pasó a manos de Inglaferra. Nadie, pl.\es, corno los Estados Uni· dos, ahora que el referido frafado Clayion-Bulwer hace, tiempo pasó a la h~storia, más obligados que nadie, moral y equi:l:ativC\menfe hablando, a desha– cer el enorme daño que una debilidad de su secre– fario de Esfado Mr. Clayfon, le infirió al ferri:l:orio centroamericano, dejándo~e enterrada fan honda es– pina como es la de Belice. Nadie más que los Es– iados Unidos están llamados a reparar aquel daño, en honor a la memoria de los grandes pa:l:ricios que más claramente cOn1prendieron' la imperiosa nece– sidad ideológica de la unidad y la solidaridad efec– tiva con:tinentales: John Ouincy Adams, Monroe y Jefferson.

La furliva y forciyoluntaria "enmienda" intro– ducida por Mr. Clafon no podía producir, en todo caso, como lo expuso y defendió ante la Cancillería británica en aquel enionces el embajador de Esta· dos Unidos, Mr. James Buchanan, más farde presi– dente, sino que se considerara fuera del irafado la pequeña parle. de Belice sobre que España había concedido a Inglaterra el parcial usufructo de poder corlar maderas, sin referirse para nada a los dere– chos legilimos que a Guatemala o a Gran Bretaña pudieran corresponder sobre la soberanía defini:l:i– va. y hoy día, al coniel"1~plar un mapa de lo que era ese pequeño terrifoio dado en usufrucfo y com– pararlo con el inmenso sobre que Gran Breiaña se extendió, no puede menos de resa1far, en la forma más cruel, la sangrienta violación del trafado Clay– ton-Bulwer en que incurrió la que era entonces pri– mera pofencia del mundo, al obligar con toda clase de argucias a Guatemala a firmar el :l:ratado de ce. sión de Belice, de 1859.

Pero en el plan inapelable de quedarse a toda costa con Belice' corno foco de irradiación sobre to– da Cenfro América, ningún fraiado con Estados Uni– dos, en aquel entonces, le imporlaba a la señora de los mares. La carla del mayor general Codd, inten– dente de Belice, y el informe del emisario Mr.

Thompson, eran la paufa a seguir. La biblia orlo-

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