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doxa inflexible que deberían aprenderse de memo– ria los centroamericanos, primero, no reconocerlos como nación; segundo, trabajar todo lo que fuera necesario por dividirlos en cinco pedazos ... , terce– ro, "los centroamericanos sólo deben saber una co– sa: que un crucero despachado a tiempo los hará ra– zonables ... ". Era la continuación de sir Francis Drake, la piratería dirigida desde Downing Street bajo la inspiración de los profetas, los intendentes de Belice. A uno de estos se le había ocurrido, mu– cho antes que al mayor general Codd, algo maravi– lloso para completar la divina comedia del Caribe, inventar un reino de la Mosqui!ia sin límites fijos so– bre la costa ailántica de Honduras y Nicaragua, y

un rey mosco para hacerlo hijo adoptivo y cuasi her– mano de los reyes y reinas de Inglaterra.

Si Belice debería de servir de centro y capital del pequeño imperio inglés del mar Caribe, el llamado "protedorado" sobre la Mosquitia proporcionaría a Inglaterra toda la tela necesaria para tejer hasta don– de hiciera faUa el sudario para envolver los despojos de la soberanía centroamericana. Los reyes moscos, cuya realeza ningún país del mundo reconocía ni debería comprender excepto Inglaterra, cuyos mo– narcas trataban de "primos en primer grado" a aque– llos, eran consagrados en la iglesia anglicana prin– cipal de Belice con arreglo a la liturgia y ceremo– nial de la code británica. Pero las concesiones que los tales reyes daban a los extranjeros, especialmen– te si eran ingleses, sobre tierras de Honduras y Nica– ragua, más extensas a veces que el propio territorio geográfico de ambas, las brindaban por sí y ante sí. Oigamos este caso del rey mosco que nos refiere un notable historiógrafo centroamericano: "El regio zambo, papanatas desde que nació, düiriamente se embriagaba, al extremo de que sus vasallos le desig– naban "Tapón de cuba", pues tragaba más ron de Jamaica que un tonel sin fondo.

"En una de sus sonadas papalinas, celebró con Samuel y Pedro Shepherd, nativos de Georgia, pero que se hacía pasar como ciudadanos británicos, el

siguien:l:e con:l:ra:l:o: 1

9 Su majestad cede 25 millones de acres de sus dominios a Samuel y Pedro Shepherd.

2 9 Los cesionarios pagarán al rey mosquito cien cajas de Whisky y veinte fardos de zarazas (géne– ro muy del gusto de las mujeres mosquitas para con– feccionar sus livianos trajes).

3 9 Los derechos y obligaciones estipulados en el referido instrumento público, podrán ser :l:raspasados a cualesquiera o:l:ra persona o cornpañía nacional o ex:l:ranjera".l

Tales eran los con:l:ratos del rey mosco, el alia– do y protegido de Inglaterra. Pero lo más impor– :l:ante era que la Mosquitia pudiera extenderse sobre la costa ailántica de Cen:l:ro América y de Panamá hasta donde lo necesitara en un momento dado Gran Bretaña, y así fue cómo en vísperas de que termina– ra la guerra de Estados Unidos con México y cuando de pronto habían surgido ante el atóni:l:o mundo los inagotables ríos de oro de California, la diplomacia inglesa creyó que era el momento de aduar con más energía sobre "su imperio" del mar Caribe. Y así hizo que el rey mosco declarara que sus domi– nios alcanzaban hasta el puerto de San Juan del Node, la pueda de en:l:rada y salida del presunto canal por Nicaragua. El superintenden:l:e de Belice, en compañía del rey mosco, y a bordo de la fragata inglesa "Tweed", desembarcó en dicho puedo con ladas sus :l:ropas, y al son de :l:rompe:l:as y cañones procedió a arriar la bandera de Nicaragua Y' a izar la del rey mosco. Desde luego, ante las :l:enninan– tes pro:l:estas de Nicaragua, el cónsul Frederick Chat– field, único diplomático inglés, que aunque no era más que cónsul, es decir \11'1 agen:l:e comercial, se sen:l:ía con más fuerzas que Sansón an:l:e los "filis– teos" centroamericanos y sin. duda se sabía de me· maria el "Calibán" de Shakéspeare como para po– der aplastar la ya de por sí desvencijada fedéración cen:l:roamericana, declaró "que era legítimo el com– portamien:l:o de sus compatrio:l:as". Peores cosas ha– bía declarado, como seguiremos viendo.

Una Diplomacia Cruel Ante los Sueños de Centroamérica por el Canal

Mientras Inglaterra tuvo la esperanza de ser ella quien abriera el canal interoceánico a :l:ravés de Cen– tro América, esperanza que se convirtió en convic– ción desde los lejanos :l:iempos en que derro:l:ó a la "Amada Invencible" de Felipe n, que desdeñaba las cosas terrestres por soñar en las divinas, aque– lla estrecha faja de :l:ierra por donde se daban la mano las dos Américas y casi un abrazo los dos oceános, fue marcada corno la víc:l:ima propicia:l:oria. Si España llamó ":l:ierra firme" a Panamá y la serie de is:l:rnos que le servían de escudo por el nade, Be– lice fue el primer paso de Ingla:l:erra para poner el pie en esa :l:ierra firme durante los siglos coloniales. España cada vez podía menos corno para no quitar– le lo que quisiera en los :l:ra:l:ados que se escribían en el papel al fin de las frecuentes guerras en que In– gla:l:era hacía de acior principal y España de segun– dona. Con la independencia de Cen:l:ro América en 1821, ya sin el estorbo de España, que por lo me– nos solía despachar conita los beliceños sus maltre– chos navíos de guerra, la cosa era ya mucho m~s

fácil, Belice podía ex:l:enderse hasta donde quisiera,

hacer dependencia suya a Roatán y las airas cuatro pequeñas islas del golfo de Honduras y :l:oda la cos– ta mosqui:l:ia hondureña, nicaragüense, panameña o la que hiciera falla, y llegado el caso, corno efecti– vamen:l:e llegó a mediados del siglo XIX, prolongar– la has:l:a el Pacífico y la bahía de Fonseca. Una so– la fue en :l:al sentido y a pesar de sus promesas en con:l:rario a los Estados Unidos, la política de Can– ning, que aunque :l:eniendo que aventurarse por los hielos traidores y las peligrosas encrucijadas del es– :l:recho de Magallanes, se enseñoreaba con sus bar– cos comerciales de la cos:l:a pacífica y ailántica de Sudamérica. y la misma fue la política de sus su– cesores Mr. Aberdeen y Mr. Palrners:l:on. Tres per– sonas distintas Y un solo gavilán verdadero para el desnudo nido centroamericano.

De suede que duran:l:e :l:odos esos largos cinco lustros que mediaron en:l:re la independencia de Cen– ira América Y el iratado Clayion-Bulwer, bien pudo decir aquélla (Centro América), parodiando una cé-

1. Dr. Saivador Calderlin Ramíre.. Alrededor de Walkker, Págs. 55 y 56, Ea Salvador.

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