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« Previous Page Table of Contents Next Page »se establecido en Sonsonate hará seis años y á quien he autorizado para que me acompañe mientras dure mi perma– nencia en esta República.
Molidos los huesos por el cansancio del viaje, recójome temprano; durante largo rato, en la soledad de mi estancia, persíguenlne los recuerdos de mi mujer y de mi hijo; el fantasma de la fiebre amarilla, que bien puede estar asechán– dome hasta debajo de mi mismísimo le– cho, y el esírideníe silbido de alacranes invisibles y ponzoñosos que quizá me acometan duraníe el sueño...
22 DE DICIEMBRE
Despertar fantástico a los acordes de orquesla ambulante que pasa por frente
á mis ventanas tocando :música fúnebre 1
deben delenerse en cada esquina, pues oigo intermitentemente que los ejecutan– tes entonan algo á modo de salmodia.
En la duda de que ello fuese demos– tración en mi honor, con apresuramien– to salto de la cama, mal me lavo y visío,
y salgo al corredor en busca del hostele– ro, que es español, cojo y simpático. Sin el menor disimulo se :me ríe en las bar.., bas á carcajadas tendida cuando le pre– gunté si la música y los cantantes que acababa yo de escuchar fomaban paríe de alguna manifestación con que me fe– licitaran.
-1Qué manifestación ni qué ocho cuartos!-me dice en medio de sus car– cajadas,-es±o es un entierro, señor Mi– nistro. Aquí lo entierran á uno con canto y música, y esta calle queda camino del cemenierio.
Para neutralizar su risa y dándome– las de filósofo, le replico:
-Así quedan las calles de iodas las ciudades del mundo.
Regresé a mis habitaciones, me en– contré levantados ya á Meneses y á Ugar– te. Meneses me pregunta con asustada cara si he oído la música, y Ugarte, que
ríe de modo sui géneris, en do mayor sostenido, confirmó las explicaciones del hosielero á propósito de los entierros con canto. .
El resto de la mañana, lo empleo en recibir á todos los Ministros del Gabienie que vienen á saludarme.
Después de almorzar, voy á Santa Tecla á visifar al Presidente Regalado, en compañía del Dr. D. Francisco A. Reyes, hermano polífico de Regalado y excelen– fe amigo mío desde su llegada á Guate– mala como Enviado Extraordinario y Mi– nistro Plenipotenciario de El Salvador. 'Reyes ha 'hecho el viajo conmigo.
En cuanto llegamos, fuimos recibi– dos por el General después de que la guardia del cuartel que se hálla al lado de la modesta casa presidencial, y la del
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cuartel de Policía, que se halla á su fren– te, presenlaron armas á mi individuo. Ya me acostumbré á esto.
Tomás Regalado
Muy interesante la figura del joven General D. Tomás Regalado. No repre– senta más de treinta y cinco años de edad; es excesivalnente flaco, de rosiro exangüe, de grandes ojos interrogantes y dulces, y tan parco en carnes como en palabras; habla en voz más bien baja, despaciosa, sin perder de visla á su in– terlocutor y llevando de tiempo en tiem– po, por nervioso tic, la mano derecha á
su mutilada mano izquierda que conser– va siempre sobre el muslo del mismo lado, y á la que, con excepción del pulgar, fáHanle los demás dedos; falta que él di· sim.ula infan±ilmente llevándola enguan– iada. Precisamente á causa de esa extre– lna frialdad, co:mpréndese al verlo que ha de ser, en efecto, hombre inconmovi– ble frente al peligro y frente á la muer– íe, á la que ha galanteado de cerca tan– tas veces. Se comprende que Se haya lan– zado solo casi, á la torna de un cuartel; se comprende que cuando lo agredieron á tiros en las calles de San Salvador, ni por instante violentara su moderado an– dar de valiente; y enternece el recuer– do de la poética leyenda que corona su juvenil mairimonio por amor; leyenda que consiste en suponer que uno de sus sonados triunfos de guerrero adelan±óse á perturbar los castos sueños de la enton– ces doncella recatada y hoy dignísima esposa suya, la que entre pudores y al– borozo quiso presenciar desde la ventana de la casa paterna la triunfal entrada del soldado viciorioso, y al conocerlo-la rea– lidad no le deshizo la quimeral !-pren– dóse de él, y corno á él le ocurriera otro tanto, al poco tie:mpo estuvieran unidos con indisoluble y legífimo lazo.
No puedo decir si Regalado será un talento, pero sí digo que al despedirme de él en aquella prim.era entrevista, al esJ:rechar su diestra co:mpleta y franca, sentí que eSÍrechaba la mano de un hom– bre, y, cualidad mucho más estimable para nosotros, que estrechaba la mano de un hombre que ama á México.
A mi regreso á San Salvador, aguar– dábanme en el hotel, con serenata y ban– quete inesperados, que mis nuevos y ex– presivos amigos los salvadoreños tenían preparados para recordarme que hoy ajusto 35 años de vida.
Con el cha:mpaña que bullía á los postres, con los brindis íntimos que se pronuncian sin levantarse de la silla, so– bre la mesa las copas, los semblantes muy cerca y muy plácidos, y los espíritus. ±o– davía más plácidos y más cerca, deseá– ronme una porción de cosas; bebieron
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