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« Previous Page Table of Contents Next Page »de la espaciosa sala un cuadro de los hé– roes de n uesÍra Independencia, en lito– grafía, y el retrato, en crorn.o, del señor General D. Porfirio Díaz.
Allí fueron los primeros brindis, los primeros elogios inteligentes á México y sus hombres, nuestro HiInno Nacional vi– ioreado por un pueblo arn.igo.
Tuve un encuentro grafísirn.o: abra– cé á Vicente Acosta, el delicado poeta sal– vadoreño que tanio se dió á querer en México hace unos cuatro ó cinco años y
que ahora hállase recién llegado de Hon– duras. En un aparte rápido, desenten– diéndome de las conversaciones serias,. saboreaInos con delectación de antiguos bohemias nuestro anciano mteo. En un instanie nos preguntamos una porción de cosas, con inquiefos y afecmosos: -aTe acuerdas? ..
Ita Ceiba
Ahí concluyó, por este lado, el cami– no de hierro.
DesembarcaInos de los frenes frente
á menguado caserío, á cuyo alrededor miré porción de personas que me espera– ban, muchas caballerías ensilladas y dos
ó tres diligencias. De entre las primeras, distinguí al doctor Llerena y á José Este– ban Sánchez, que vinieron á mí con los brazos extenaidos, palpando yo, al estre– charlos, la sinceridad de la caricia.
Luego, el Gobernador de la provin– cia y el jefe del Estado Mayor del Presi– dente Regalado, ro.ás autoridades milita– res, diversos parlic.ulares que, m.e sal1.1,.– daban calurosa!nente.
Por un instante notóse alboro,fo inau– diio en las bestias, y gritos, latigazos; una partida de ganado que desfilaba len– tamente á ciería distancia, nps contein~
pIó con azoram.ien±o, deteniéndose y m.u– giendo... Hacia la estación, la m.áquina arrojaba sostenida colum.na de vapor; hacia el m.onte próximo', la ceiba secular que da no:m.bre al sitio, con sus ramas tensas y su tronco rugoso y grueso, simu– laba imperfecta colurrma envejecida de un templo que no existiera ya...
Asunto de calarnos las bofas y de despachar un Ginger Ale, y á caballo todo el xnundo, en :m.archa á Santa Tecla, en alegre tropel de cabalgaia de paseo...
Gracias á la bondad de Ini cabalga– dura, un tordiJlo pero.ano de bríos que con silla m.exicana destináronme espe– cialmente, en unión del jefe del Estado Mayor y de afro coronel me adelanté al resto de la caravana por el delicioso ca– mino de herradura que comenzaba á
obscurecerse con la puesta del sol iras os montes.
Fué hora y media de plática sabro– sa, á buen andar por ancha y oliente ve– reda, casi á la falda de enorme serranía,
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en una de cuyas revueltas asomó el Izal– ca, muy á los lejos, sie:m.pre m.andando á
las nubes su inxnenso penacho de humo denso y de color plomizo, que á dura~
penas se remontaba sin disgregarse, pe– sadamente, cual si estuviera tallado en un solo bloque.
Santa Tecla
(Al atardecer). Salgo de mi pero.ano para entrar en una "victoria" de la pre– sidencia, en la que á todo el troÍe de sus caballos atravesé media población de Santa Tecla á la luz vacilanie de la pri– ma noche.
Aspecto de iris±eza; las calles largas y rectas; casas bajas, en 10 general, alumbrado escaso y de aceite. Cruzarnos ancha plaza manchada de tiendas de lo– na, ilurn.inadas, de las que salían tufos de fritos, y voces y risas de parroquianos alegres.
-Los chinam.os-m.e explicaron, se– ñalándolos.
y durante un buen rafa, quedéme en la duda de cuáles serían los "china– mas", ¿los :tendajos?.. ¿los que los re– cuen±an? ..
Descanso de pocos Ininufos en una posada, casi en su totalidad habitada por emigrados guatemaltecos. RUInar de su charla y de los cubierlos y platos de su comida.
San Salvado!'
Media hora en tren expreso hasÍa San Salvador.
Antes de peneirar en la ciudad, des– cubrí á la izquierda su cementerio, muy poblado con sus monumentos funerarios,. los que le prestaban á la dulce claridad de la noche, apariencias de tallas de se– pulcros ó de caniera de m.ánnol en des– canso.
Benévola recepción en el: paradero; además del m.undo de gente que me aguardaba, acércanse.á saludanne :todos los Ministros del Gabinete.
En el carruaje del propio Presidente, condúcenm.e al hotel del "Nuevo Mun– do".
Impresión de grata sorpresa al con– templar su elegante y espacioso cozne– dor iluminado hasta el derroche.
El edificio entero, en obsequio mío, adornado con banderas m.exicanas y sal– vadoreñas.
No~ han dest~na:i0 para alojarn.ienfo una serIe de habl±aclones; en la sala, fi– gura e:p.±re lo~ m.uebles un piano, y entre los cuadros, un retrato del General Díaz haciéndole péndant el del General :Rega~
lado; e~ se.guida, mi dorrn.i±orio ; luego el do.rrn~torlo de Meneses, y al fin, un dornutono para el Cónsul de México en El Salvador, D. Tomás Ugar±e, jaliscien~
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