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El poema La dulzura del Angelus es otro paso ha– cia la claridad Absurdo y terrible es el destino del in– crédulo, afirma el poeta, pues no sabe hacia donde va, pues nada puede gozar en paz, ya su mundo está irre· mediablemente cerrado El incrédulo vive en un mun– do tamizado, en una eterna noche Pero el poeta aca– bd de escuchar sonar las campanas del Angelus y un dolor infinito invade su alma:

yeso atroz amargura de no gustar de nada, de no saber adonde dirigir nuestra prora, mien'ros e\ pobre esquife en \0 noche cénada va en las hostiles olas huérfano de la aurora . IIOh suaves campanas entre la madrugadCl!} (68)

La invocacion a Cristo Redentor se expresa con fe y pasion en Un gran vuelo y Spes En el primelo es la espera impaciente:

¡Oh Señor Jesuuisto! ¿por qué kndas?

¿Qué esperas? para tender tu mano de luz sobre las fieras y hacer brillar al sol tus divinas bcmderas? (69)

Es también la ofrenda de sí mismo, de un corazon plesto a recibir la claridad nueva:

Mi corazon ser6 brasa de tu incensario [ibíd 1

En Spes el poeta muestra las cosas de que quisie-ra deshacerse y como podría ayudarle Cristo: Dime que este espantoso horror de la agonía que me obsede es no más de mi culpa nefanda. que al morir hallaré la luz de un nuevo día y que entonces oiré mi "Levántate y ando!" (70) El poeta espera que su agonía sea la que precede a lo muerte, la que va a anunciarle "la claridad de un nuevo día" Fatigado de un pasado cargado de graves recuerdos, de fiestas galantes, de pasiones car– nales, de deseos eroticos y epicúreos, Rubén Darío aspi– ro solo a la soledad yola paz interiores Quiere ser otro, pelo ya no en los cuadros de lo erotico-calnal La conciencio trágico del tiempo y de la existenda lo con– duio a la contemplacion y a la admiracion de la vida de los anacoretas, de los enclaustrados que encuen– tran la felicidad en su diálogo con Dios Estos oponen rezando

las divinas ansias celestes al furor sexual. (71 )

Este deseo de metamorfosis, este deseo de seme– jarse al enclaustrado que, entre las cuatro murallas de su soledad, ha encontrado la paz del alma y de la conciencia, el verdadero amor; ese deseo de vivir lle– vando en el corazon el ruido musical de las campanas

y de los plegarias cuotidianas, resonar que acalla las tentaciones de la carne y el "furor sexual", es una de las grandes etapas en la vida y en el mundo poético de Darío, uno de los puertos por los que siente una nostalgia ardiente, después de haber sondeado los abis– mos de la desesperadon El poeta se convierte en el

~ de ese puerto en donde todo es soledad, silen-

~: :;Lo: dulzura del Angelus", p 898

70 ..Un gran v\1c)o de cuervos" p 881

SP..... p 886 •

11 HLa cartuja", p 1117 COmJH1T8r esta estrofa y las 8iguicntes con el

cio y paz, en su hermoso poema La Cartuja: los mon– jes conocen la nada amarga de este mundo, son castos y pobres, sometidos a una disciplina de humildad y caridad; han triunfado de las tentaciones y de Satanás, vencido la melancolía y el mal de vivir Darío hubiela querido ser uno de ellos:

¡Ah! fuera yo de ésos que Dios quería,

y que Dios quiere cuando osi le place., (ibid) No ser más frente al mundo estelar el contempla-tivo profano y pagano, no ser más el frío Pitágoras Gue mira la geometría celeste, sino allí reconocer la presencia divina, escuchar

como un Pitágoras cristiano

la música teologica del cielo ¡¡bid 1

Para matar en él "el orgullo perverso y la palpi– tadon de la carne maligna", quiere darse no solamen– te un alma nueva, sino también y sobre todo un cuer– po nuevo, una carne purificada:

Darme otros ojos, no estos ojos vivos

Darme olro boca en que queden impresos

Darme unas manos de disciplinante

DARME UNA SANGRE QUE ME DEJE LLENAS LAS VENAS DE QUIETUD Y EN PAZ LOS SESOS, Se observará como las expresiones darme otros ojos, darme otra boca, darme unas manos de disci– plinante, responden punto por punto a los artículos fe de su poesía erotica-carnal, de la cual reniega ahora: al gozad ¡ugueton de otro tiempo, el eco responde con el silencio y la plegaria

la última estrofa traduce toda la Intensidad de ese deseo de cambio: sentirse arrebatado e impulsado hacia la vida solitaria de la ermita, en su gruta:

y quedar libre de maldad y engaño

y sentir una mano que me empuja

Q la cueva que acoge al ermitaño o al silencio o la paz de la Cartuja.

¿Intentaría verdaderamente el poeta alguna vez esta metamorfosis? No parece Lo cierto es que el de– seo de paz interior, esa nostalgia de pureza, fueron vividos por él y figuran entre los protagonistas de su drama existencial Tres protagonistas se han repartido la escena de su vida y de su obra: el alma, la carne, la conciencia trágica de esa dualidad desgarradora El duelo, como en El reino interior, termina sin vencedor ni vencido Los tres protagonistas nacen con el pri– mer poema personal de Darío y en los últimos conti– núa todavía este duelo inmisericorde Esta dualidad constituye el edificio principal de la poesía de Darío; los otros motivos solo son sus bajorrelieves El duelo constante entre las exigencias de la carne y las aspi– raciones del alma, el vaivén interior que ignora la quietud, esto es lo que da a la obra de Rubén Darío esa tonalidad trágica y profundamente humana que sentimos como un poderoso encantamiento

voema analizado más arriba, en el cual la palabra gozad Be repite

varias veces, y se verá evident.e la truyectoria del pocta. A los cuatro C'ozad de aquel poema, responden 103 cuatro votos de purew

1

cuptro

fórmulas de renunciamiento

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