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rán aquellas que cuhninal án con la sanglÍenta 1 evolu– ción de 1891, en que tantos de sus amigos chilenos, de uno y otro bando, cayerOn inmolados. Este propósito de alejalse de todo partidismo se velá reforzado más tal de cuando asista a los sombríos sucesos de la caida del General l\'Ienéndez en El SalvadOl, que le da motivo pUla esclibb esa hemenda requisitolia conha nuestlas

1 evoluciones que tituló "HistOlia Negra"

Pero al contrario de Daría, esCls circunstancias que aleiaron al poeta de la politka fueron las que movie– ron a Balmes a entrar en ella con el noble proposito de buscar remedio a esos males.

El Marqués de Lozoya describe, con fuerte colorido, la situClcion que reinaba en España cuando Balmes in– greso ti la política.

"No afirmaciones -dice- sino negaciones ponen las almas en las manos de 10El advClElalÍoEl que no com– baten pOI una idea, sino conÜ a una idea y una pelElO· n8 Lucha ciega en los campos de batalla

<) en las ca– lles; lucha en el parlamento o en la prenEla. El poder apetecido solamente lIara gozal de los placeres de la lcvancha soble un enemigo que se consuela de la amal· gura de la derrota conspilando en la sombra u oflecien· do su odío a la luz del día en pronunciamientos, moti· nes o cuarteladas Corliente deshordada que auasfla a los mismos que llleSUlncn de dirigirla Y; a la orilla, impotentes para contenerla o encauzarla, únos cuantos hombles (IUe glitan palabras admhllbles, sin qne su voz apenas se escnche en el estruendo de la torrentera"

Qué mueve a Balmes a entrar a la política en esas condiciones? Don Erneslo Let Orden nos lo va a decir en su excelente obra "Jaime Balmes, Político":

"A Jaime Balmes lo llevó hasta la política un aplemio de patriotismo y de religiosidad, UI1 dolOl casi físico de España y una auténtica vocación de apostola– do Llegó a la política desde la filosofia y la apologé– tica. Ela un tempel amento geneloso y activo y no supo negal se a la pasión del bien social".

Pero el gran filosofo español no ingreso a la polí. tica como un mero teorizante, sino como un polltico acti– vo con intenciones de gobernar o como él mismo lo ex– presa, "con la mira de que el pensamiento se erija en gobierno" .

El Padre Casanovas dice hablando del solemne in– greso de Balmes en la política:

"Iba dispuesto a gobelnal, llC10 a gobernar denho del ministeIio COIl todo su PlO!lI ama o con la parte que

le fuera llOsible, es decir, iba a gobernar no solamente con doctrina, sino con hechos, con los \rechos que le pel– mitiera en cada momento la lealidad".

Porque Balmes, no obstante ser un profundo y for– midable teorizante político, era al mismo tiempo, un político de gran sentido realista.

"En política, decia, en efecto, en administración, y en todo lo concClniente a la pláctica, no ha de lla– marse verdadero lo que es inaplicable, porque desde el momento qUe ulla teoría no puede 1 ealizarsc es señal de que está en lucba con la misma naturaleza de las

('osn~"

En este concepto coincide con aIro gran político español, CémovCls del Castillo, quien decía que en polí. tica lo que no es posible es falso iGrandes lecciones éstas que deberían meditar aquellos políticos que viven en un mundo de fantcisía dando constantemente coces contra el aguijon!

Nuestro poela, según lo ha hecho notar el nuevo académico en la erudita glosa de su pensamiento po– lítico, considera que la cuestion social solo puede resol– verse por caminos racionales en que los hombres bus– quen sensatas vías de conciliacion y arreglo. Balmes expone los mismos conceptos en elocuentes palabras llenas de hondo sentido humano.

"En lIna uación bien aueglada -díce- todo se aplovecha, todo sÍ! ve, y en circunstancias como las mles–

tl as, todo se necesita Si ha de habel gobierno, si ha de haber nación, es necesario arreglado todo, al monizal– lo todo, vel cómo se puede cOllseguir que vivan en paz, sin chocarse y sin hacerse mil pedazos enemigos tan violentos y tan irreconciliables. No olvidéis, sobre too do, que nna nación no es una alena de combate, sino Una familia de hermanos".

Pero al mismo tiempo, por otra parte, Da río alza su palabra candente contra los violentos y los anárqui– cos que creían solucionar el problema con bombas y magnicidios Y el filosofo español también expresa su repudio al magnicidio en estos categoricos conceptos:

"La libertad de los pueblos no debe fundarse en el horrible dmccho del asesinato, la defensa de los fueros de la sociedad no se ha de encomendar al puñal de un frenético" .

Sn embargo, Balmes no niega el derecho de insu· rreccion de los pueblos; pero su ejercicio lo reviste de condiciones de prudencia a fin de que la medicina no resulte peor que la enfermedad.

"Si ha de ser legítima y prudente la insurrección, dice, contra un poder ilegítimo, es necesal io que los que acometen la empreSa de delrocarlo estén seguros de su ilegitimidad, se plopongan sustituirle por un podel legi– timo, y cU~nten, además, con probabilidades de buen éxi– to. En no mediando estas condiciones. la sublevacióll carece de objeto, es Un estéril desahogo, es una vengan– za impotente, que lejos de acarrear a la sociedad ningún beneficio, sólo produce dCl rarnamiento de sangre, exas– pelación del llodel atacado, y, por consiguiente, mayor

opresión y th unía"

No quiero, señores académicos, concluir este. aná– lisis comparativo enlre el pensamiento político de Da– ría, expuesto en el notable discurso de nuestro i1usfre recipiendario, y el pensamiento político de Balmes, sin cilar las palabras en que el gran filosofo define el apos– tolado de la política del que él mismo fué ejemplo vi·

VOl

"No hay esfuerzo que no se deba hacer, dice, no hay sacrificio que no deba arrostrarse cuando se inte· resa en ellos el pOl"venir de siglos de tantos millones de hombres: y más todavía cuando esos hombres son nues· tros compatriotas, cuando el país que ha de salir favo· recido o dañado es nuestra patria".

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