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« Previous Page Table of Contents Next Page »que añadir las señales auténticas de un amor desinte– resado Libres de todo orgullo nacionalista, como de toda apariencia de racismo, los técnicos deben apren– der a trabajar en estrecha colaboración con todos Saben que su competencia no les confiere una supe– rioridad en todos los terrenos la civilización que les ha formado contiene dertamente elementos de hu– manismo universal, pero ella no es única ni exclusiva
y no puede ser importado sin adaptación. Los agen–
tes de estas misiones se esforzarán sinceramente por descubrir, junto con su historio, los componentes y las riquezas culturales del país que les recibe Se esta– blecerá con ello un contacto que fecundará una y otra civilización.
Diálogo de civilizaciones
Entre las civilizaciones, como entre las personas, un diálogo sinCero es, en efecto, creador de fraterni– dad La empresa del desarrollo acercará los pueblos en las realizaciones que persigue el común esfuerzo, si todos, desde los gobernantes y sus representantes hasta el más humilde técnico, se sienten animados por un amor fraternal y movidos por el deseo sincero de construir una civilización de solidaridad nlundral Un diálogo centrado sobre el hombre y no sobre los pro– ductos o sobre las técnicas, comenzará entonces Será fecundo si aporta a los pueblos que de él se be– nefician los medios que lo eleven y lo espiritualicen; si los técnicos se hacen educadores y si los enseñanzas impartidas están marcadas por una cuolidad espiritual y moral tan elevadas que garanticen un desarrollo, no solamente económico, sino también humano Más allá de la asistencia técnica, las relaciones así estable· cidas perdurarán ¿Quién no ve la importancia que entonces tendrán para la paz del mundo?
Llamamiento a los jóvenes
Muchos jóvenes han respondido ya con ardor y entrega a la llamada de Pío XII para un laicado misio– nero (6<1). Son muchos, también', los que se han pues– to espontáneamente a disposición de organismos, ofi– ciares o privados, que colaboran con los pueblos en vía de desarrollo. Nos sentimos viva satisfacción 01
saber que en ciertas naciones el "servicio militar" pue– de convertirse, en parte, en un "servicio social", un simple servicio Nos bendecimos estas iniciativas y la buena voluntad de los que las secundan. Ojalá que todos los que se dicen de Cristo puedan escuchar su llamada "Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui un extranjero y 'me re– cibisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y me vinisteis a ver" (61).
Nadie puede permanecer indiferente ante la suerte de sus hermanos que todavía yacen en la miseria presa
de la ignorancia, víctimas de lo inseguridad Como
el corazón de Cristo, el corazón del cristiano debe sen– tir compasión de tanta miseria. "Siento compasión por esta muchedumbre" (62)
(GO) el .nclellca F;d.¡ Donum. 21 abril 1957, AAS 49 (1957). l> 246 Ifl 1 ) Mntr.o, 25 35.36
(G2) Ma..o., 8, 2.
Plegaria y acción
La oración de todos debe subir con fervor al To– dopoderoso, a fin de que la humanidad, consciente de tan grandes calamidades, se aplique con inteligencia y firmeza a abolirlas' A esta oración debe correspon– der la entrega completa de cada uno, en la medida de sus fuerzas y de sus posibilidades, a la lucha contra el subdesarrollo Que los individuos, los grupos socia– les y las naciones se deh fraternalmente la mano, el fuerte ayudando al débil a levantarse, poniendo en ello toda su competencia, su entusiasmo y su amor desinteresado Más que nadie, el que está animado
de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de la miseria, para encontrar los medios de
combatirla, para vencerla con intrepidez Amigo de la paz, "proseguirá su camino, irradiando alegría y de– rramando luz y gracia en el corazón de los hombres en toda la faz de la tierra, haciéndoles descubrir, por encima de todas las fronteras, el rostro de los herma· nos, el rostro de los amigos" (65)
El desarrollo es el nllevo nombre de la paz
Los diferencias económicas, sociales y culturales demasiado grandes entre los pueblos provocan tensio– nes y discordias, y ponen la paz: en peligro Como Nos dijimos a los Padres conciliares a la vuelta de nuestro viaje de paz a Ja ONU, "la condición de los pueblos en vio de desarrollo debe ser el objeto de nues– tro consideración, o, mejor aún, nuestra caridad con los pobres que hoy en el mundo -y éstos son legiones infinitas- debe ser más atenta, más activa, más ge– nerosa" (M) Combatir la miseria y luchar contra la injusticia es promover, q la par que el mayor bienestar,
el progreso humano y espiritual de todos, y, por consi– guiente, el bien común de la humanidad La paz no se reduce a una ausencia de guerra fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas Lo paz se construye día d día, en la instauradón de un orden querido por Dios, que comporto una justicia más perfecta entre los hombres (65).
Salil' del aislamiento
Constructores de su propio desarrollo, los pueblos son los primeros responsables de él Pero no lo reali– zarán en el aislamiento Los acuerdos regionales en– tre los pueblos débiles, a fin de sostenerse mutuamen– te, los acuerdos más amplios para venir en su ayuda, las convenciones más ambiciosas entre unos y otros
para establecer programas concertados, san los jalo– nes de este camino del desarrollo que conduce a la paz.
Hacia una autoridad mundial eficaz
Esta colaboración internacional a vocación mun– dial requiere unas instituciones que la preparen, la coordinen y la rijan hasta constituir un orden jurídico universalmente reconocido De todo corazón Nos alentamos las organizaciones que han puesto mano en
e~to colaboración para el desarrollo, y deseamos que
(G3) Aloc:ución de Juan XXIII en la. entrega del premio Dalzan, ellO de
0' ' ' ' '0 de In6:l. AAS 55 (1963). p 456 .
(61) hAS 67 (1965l. l> 996
(65) cr enelelie" Paco", In terrls, 11 "blil 1963, AAS 55 (1963), p 301
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