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DIONISIO MARTINEZ SANZ,

Aunque parezca inn,odestia puedo decir que el Dr. Sapper de,nostr6 satisfacción cuan– do nos conocimos, pues al recibir noticias del "'tual estado de los Volcanes de Nicar"gua, al hablarle de la espantosa concavidad del Co– sigüina, de las formidables explosiones del Ometepe, ele las flores y plantas del interior del cráter elel San Cristóbal, de las erupciones del Cerro Negro, y de las infinitas llagas del Masaya, el Dr. Sapper parecía recibir noticias dG viejos e íntimos em,igo5.

ltecostado sobre una peña, quise observar para ver si podrfa darme cuenta de c6mo se agitan ras entwñ(.ls de la tierra; pero en aquel lugar

110, pude estar gran tiempo; una ola de humo sumamente cargada de azufre me obligó a retirarme, sintiendo cuctndo corría hacia la plazuela, una fuerte corriente de viento frío que me quería impeler hacia el abismo Confieso que sentí mIedo. Descansé unos segundos al pie de la pequeña asto, donde flamea la bandera blanca y azul; la reforcé con piedras su base a fin de que se mantenga firme.

Apartándose uno del pozo, pues– to en la plazuela de arena, la cual tiene aspecto del derruido coliseo ro– mano, se siente perfectamente bien.

El calor se va sintiendo a medida que se va ascendiendo. Grandes bo– canadas de humo azufrado inundan de cuando en cuando toda la cavi– dad del cráter y se pasan ratos su– mamente desagradables; calor sofo– cante; olor insoportable de azufre, cansancio general... Se siente aturdi– do y por instinta de conservación mete uno la cabeza y el brazo dere– cho entre las crucetas quo forman la escalera y... ya es de figurarse el aspecto Guiñolesco que nuestra cuer– po aflojado por el elesmayo ha de presentar colgando de semejante al– tura... Estas cosas solo se pueden hacer por honor. Yo, por ejemplo, no volvería a baiar ese infierno por dinero, y en canlbio bajaría con mu~

cho gusto, si, no hablendo quien lo hiciera me dijeran que era necesario sacar de aquella profundidad la bandera de Nicaragua

No importa que yo no tenga pa–

peles inscritos en los Registro de 1(.1

Propiedad, de la República, para que me considere dueño de sus montañas. Si estas montañas de NIcaragua son mías, sino en materio, en espíritu~ Las

he recorrido del este al oeste; del nor– le al sur. Por ellas he p"sado los

me;ores días de mi vida. ¡Son las montañas y tierras de mis amores, estas tIerras y estas montañas de Ni–

((nagua!

A LA PAR DEL GRAN SAPPER NOS DICE .•.

NUESTRO GRAN VUlCANOlOGO