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JORGE EDUARDO ADLLANO
De la 6a. Generación.
para inttoduC'ilnos en las peculiaridades de los Arellano} si es que éstos puedan generalizarse simplificando sus
Val icdades, no lo es el ubicarlos geográficamente, o sed en Granada POlque el Alellano tiene muy poco del CdláctGI comclcial, el sentido del humor y el espírj~
tu c!e aventUlct de los granadinos No es socarrón, ni fachento, ni cultivo la elegancia ni lo chic. Con la ex· cepción de don Faustino -el autor de El Lcdo. Jerónimo
y el Asesinato de la f"elona- su cOlácter está más cerca del de los leoneses que del de sus coten áneos Es más bien intloveltido, encellado en sus ideas, dominante, homado, honesto Nunca es servil Y la vanidad Y el lenCOI ¡a más lo dominan De sentimientos reflexivos y
duraclelos, obselvación aguda y memorio casi asom· brosa El caláctel psicológico que más se le acelca es el apasionado y el valor que en él ptedomina no es la tlanquilidad, ni el éxito social, ni la diversión, ni la acción, ni la intimidad, sino el complemento de la obra, esto es, la cosa bien hecha Es por eso que el Arellano es enemigo del desorden, ele la falsedad y de la im– ptovisación Y amigo del orden, la verdad Y la discipli– no Selio Y temático el veces pala cierta gente resulta hosco e impenetrclble "
PClra complei·ar esta imagen hay que tomar en (uen· ta la copacldCld intelectual de la familia y su conse– cuencia lógico: una locura más legendaria Y pintoresca que tlógíca y deplorable; y la ortodoxia en sus creen– cias productora del catolicismo ya referido leplesentado por la santa, educadora y apóstol Elena Arellano, o Ma– ma EII;~na como se la conoce en Granada. Tradicionoles han Sido} pues} la inteligencia y la locula de nuestra familia con las cuales se ha tejido una serie de anécdo– tas dignos de tlasmitirse que eiemplíflcarían fielmente esos aspectos .
Sólo conocíendo los rasgos señalados comprende– mos el cumplímiento del deber de don Carlos, el Go– bel nador, quien durante su gobierno mantuvo a raya a los piratas Y Granada vio. florecer el mayór comercio de su historia la inocencia de don Narciso, el prime– ro con ese nombre, ministro del Jefe de Estado Juan Atgüello, aparente y calumniosamente implicado en el Asesinato de la Peloha. la estimada posici6n social de don Faustino, íntimo amigo de don Enrique Guzmán El apostolado de Doiia luz, hermana de Doña Elena, en cuya casa se fundó el Colegio Salesiano de GranClda la sabiduría de don David, doctor en Humanidades Clásicas de la Universidad jesuítica de Fordhan, Nueva YOIk y ICls extravagancias de don Felipe y de don NOI– ciso -la repetici6n de nombres en cada genel aci6n es típica de los Arellano
Finalmente el rasgo más clOlo de los Arellano de hoyes su decadencía Atl ibuída a ICI falta de fortuna considerable y figulación política, sin embargo, conser· van pOi te de los caractel es de sus ascendientes Y sobre iodo delta mOlca física y 'espiritual, la suficiente pOla reconocel en ellos la estírpe de una de las familias que ha contribuído en mucho a la formación de nuestra so-ciedad. '
Toda persona lleva en su inteJiol, inconsciente–
mente, sus helencias genealógicas Quiera o no, las modalidades intrínsecas de su pelsonalidad dependen
en cierta medida de sus antecedentes familiares Este
fenómeno, a mi parecer, sólo se observa con c10lidad en los componentes de algunas familias antiguas, señe~
las pOI su influencia en el desarrollo histórico-social del
país
rn el coso de los Alcllano, una de las más sobte– salientes, los factoles hetenciales han sido decisivos y
reveladores Se quiere decir con esto que sin ningún esfuetzo es reconocible, en cualquiel momen10 y lugar, cualquiclo ele ellos la peculiaridad que los distingue, en pdrnel lugar, es el conjunto de rasgos físicos casi siempre idénticos que se ha plese1vado de maneta Sal·
plendente en la maYal ía de ~us integrantes De com· plexión recia sin caCt en la obesidad -la única excep· dón ha sido don David- Y mucho menos en lo cenceño, el Arellano suele ser dammente masculino, de estatura mediana -no llega a los seis pies Y nunccl baja de los 5,9-¡ piel blanca, muchas veces colorada¡ ojos café --contados son los de oios azules'--, frecuentemente lampiño Y pelo lacio tendiente a encanecer antes de tiempo
lo que oquí se quicl e dibujar es la imagen física del AlcBano clásico que básicclmente, como pueele no· tOlse, ha sido equilibrada y viril. Pela no sólo eso, sino cldemás aquellas características definidas de la fa· milia, talea sumamenie difícil pOI la divelsa Y c0!TIpleja psicología de sus miembros. Del análisís retiospectivo de sus principales replesentantes, sin eludir el propio autol retrato del que escribe} es posible por lo menos ex· trael algo claro y cOn muchos probabilídades de dOl en el clavo
Ante todo debelnos lemontarnos a su origen históM ríco o seá al noble cmcestlo español de donde provien¡¡ De allí hay que partir para explicOlnos la actitud hidalga, las sanas y sencillas costumbres, el entregado catolicis· mo y el espíritu de familia de los Al ellano nacidos en el siglo XVIII, en el XIX y a principios del XX y no necesariamente de los nacidos después de 1920 por– que de éstos no puede hablellse con amplítud y certeza, por razones de orden sociol6gico} de la vi· gencia totol de esos cuatro COldcteres. Nuestra hidal· guía familiar fue introducida a Nicaragua pOI don Car· los, alcalde de GUCltemala y Gobelnador de la Provincia en el siglo XVI La sencillez y mOlCllidad de las cos– tumbres, así como el catolicismo vivo} entregado Y sin· cero, no eta exclusivo de los Arellano, sino algo ca· rriente de nuestras familias tladícionales lo que los difelenciaba de atlas era el llamado espíritu de fami– lia, es decil aquello conciencia y autovaloraci6n genea~
lógica cuyas finalidades p,edominantes han sido la exi– gencia y el círculo¡ espíritu que se ha conservado intacto en unas cuantas familias nicOlagüenses} siendo las más replesentátívas los Chamono de Granada y los Saoasa de León.
Si el origen histórico es una condición indispensable
PARA UN RETRATO HEREDITARIO DE LOS ARELLANO
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