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El picodillo preporodo con pedodtos de chayote, corne picodo y monteco, es un ploto predilecto de los costorritenses, que los pobres consumen sin monteco, perdiendo, por lo tanto, su olto valor calorífico, No hoy postre; cuando mucho, un terrón de dulce". La causa de esta pobrezo alimenticio está en lo bajo de los jornoles-2 ó 3 colones diorios-y en lo ig– noroncio del verdodero arte culinorio, o seo, la mezclo racionol de carbohidrotos, proteinos y groso, pues el cam– pesino costorricense consume "suficientes carbohidrotos, poca proteína y apenas la tercera parte de la cantidad racionol de grasa". En números redondos, apreciando el valor de tol olimentación por caloríos, nuestros jornole– ros, que necesitan 3.750 colarías paro reolizar el duro trobojo diorio de 105 campos, apenos reciben 2.730 colo~

ríos. O como colcula el Lic. don Mouricio Fernández,

2649,38 calorías diorias, menos de lo que necesita un hombre normal en coma. "Deficiente desarrollo físico y mental, tuberculosis, caries dentorias, huesos contrahe– chos, deformidades de la pelvis que hacen el parto di_ fícil e imposible sí no es por medio de la operación ce– sáreo, hemorrogias operativas, retardada coagulación sanguínea, etc." odemós de que facilita el desorrollo anquilostomiático y palúdico, pues, como lo observo 01

Dr. Werner Potter, Patólogo del Hospitol Son Juon de Dios, el foctor olimenticio individual influye mucho en lo potogenesia de lo onemio tropical y, sobJe todo, en la Américo Central, la anemio anquilostomiótica causa sus moyores estrogos en lo pobloción rurol pobre. De toles sufrimientos y desgostes físicos ha debido formorse una otenuación en la voluntod, un oscureci– miento en lo inteligencio y uno atrofio en el sentimiento, produciéndose un tipo somnoliento, aletargado y fata– lista. Quizá nuostra falta de entusiasmo, nuestra indife– rencio por los grandes ideales, la rutinCl y estancamien– to que se observan en muchos aspectos de la vida co– lectiva obedecen, ante todo, a este empobrecimiento ali– menticio, a estCl falta de recursos biológicos.

EPILOGO

Sin pretender una síntesis de la vida y carócter de nuestros campesinos, ya que para ello habría necesidad de especializar el estudio sobre cada uno de los temas antes tratados, puede decirse que nuestro tipo humano

es digno de aprecio por muchos conceptos. Y no es que estemos influídos por quienes nos hablan de una Costa Rica ideal, esbozada con toda clase de atenuaciones y eufemismos para atraer al turista, eterno buscador de paraísos tropicales. A lo largo de nuestras póginas se han observado los defectos, al lado de las virtudes y no voy a repetir al infinito estos temos, pero sí estoy convencido de que con un poco de cultura, de sana y verdadera cultura, nuestro hombre puede revelarse con rasgos muy dignos y muy estimables, fuera de los que ya posee. El campesino "tico" vive una muy compleja serie de problemas que lo traen y lo llevan a la merced de influencias extrínsecas en su mayorío; su estado psi– cológico, de muy difícil dElterminación, necesita para reac– cionar toda una terapéutica humana y divi,na, mas sien– do esto así, hay sujet", como dllcían los médicos de (In~

taño, '.capaz de responder a todo l!l que se proponga el mejoramiento individual. Los vicios mós generalizados, como son el conformismo, el pesimismo, el fatalismo,

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etc., perderán fácilmente su ascendiente el día que haya una consciente reacción hacia ellos por parte de cada uno.

Bien quisiera dar con ICI precisión y claridad de lo científico, la síntesis de lo que somos, pero OCCISO no lo permitan mi importancig, ni los medios de que ahora dispongo. Con todo, he de repetir que nuestro "concho" en resumen tiene un vicio -las virtudes le abundan por~

que es acogedor, tolerante y humilde-: carece de vo– luntad, de fervor, de entusiasmo constructivo. La indi– ferencia con que míro la vida y sus más serios p~oble­

mas, lo mantiene inmóvil a través de todos los cambios, sin dejarse influir por nada ni por nadie. Mira con la mayor indiferencia los asuntos de la escuela; nada le im– porta la educación religiosa de sus hijos; aplaude a cualquier charlatán si no le pide dinero o esfuerzo; criti~

ca toda labor por mania pero es incapaz de dar apoyo a quien busque el mejoramiento de la comunidad, si– quiera sea de su propia aldea. Habida cuenta de nues– tra corta historia, no hay suceso que no sea explicable por este espíritu vacilante, desaprensivo, tolerante hasta la desesperación. Mentira es que nuestro régimen de vida tenga respaldo consciente en los hombros de los ciudadanos; por el contrario, el progreso 10grCldo" las po– cas conquistas que poseemos se deben, pacifismo apar– te, a que el pueblo ha dejado hacer a los hombres de gobierno lo bueno y lo ma,lo, sin protestar, con la mismCl indolencia con que el animol dejCl que lo gobiernen, in– consciente de la meto que persigue su ¡inete. El parti– do que toma es el de no tomar ningún partido. Razón tiene don Ricardo Jiménez cuando dice, hablando de los sucesos del 7 de noviembre del 89, que "el pueblo no contaba, como casi nunca ha contado", y que es que ese es nuestro temperamento, esa ICI constante morbosa de nuestro carácter nacional.

Al presente, nadie que tenga ojos para ver y oídos para escuchar, puede negar que vivimos horas decisivas. La actual generación sufre gran angustia, si es conscien– te y digna, por la inmorolidad que a todo alcanza con

sO nauseabunda pestilencia. Todos alzamos la cabeza para ver de dÓnde ha de venir la salvación; pero el cie– lo no responde a nuestras preguntas. Sin embargo, per– manece en pie con caracteres de tremenda realidad el problema cultural de nuestros campesinos. Por eso a ellos van nuestras miradas cuando pensamos en la re– generación de la patria, toda vez que en el pueblo se hallci la materia primCl, la ellergía plástica con que se amasa la nacionalidad.

Reneración nacional es equivalente de cultura po– pular. Pero sobre todo ha de ir ésta directamente a lo más urgente, ha de buscar 10$ medios de ilustración que permitan llevar a 105 individuos la noción concreta de las faltas consecuencias que a diario se expermeiltan en lo individual y en lo social por la indolencia, por la in– diferencia con que el tito mira todas las c.osas. Es im– posible de todo punto pretender cualquier mejoramiento si esta apatía continúa minando la voluntCld del hombre. La indiferencia, ha dicho Ernesto Ello, "es el triunfo de Satán; a ,quien le place el odio, pero no le ba~ta: ha me– nest!!r la indiferencia". Se trata, pues, de activar la vo– luntad, de poner a cada uno en condiciones de combatir, de servIrse de sí mismo, de poner a su di~po,sición su propia humanidad dispu!!sto a hacer valer su libertad.

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