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« Previous Page Table of Contents Next Page »propias nccesidades. En otra parte hacía notar que en las estadísticas de los últimos años el g'rueso de los di– vorcios aparcce entre 105 hombres de campo; agréguese
(l esto el número creciente de amancebados y adúlteros, hijos naturales, prostitutas y enfermos gonorreicos y sifi– líticos -por adquisici6n o herencia- y se verá bien cla– ro,
110 sólo que el nivel de moralidad va decreciendo en proporción con el relajamiento de las resistencias ético-religiosas, sino también en proporci6n con el bajo nivel económico a que se han visto reducidos nuestros asaloriados conforme se acelera el proceso de concen– tración de la riqueza nacional.
La prostitución que parece inquietar a algunos de nuestros hombres de gobierno, siquiera en su aspecto sa– nitario, ha crecido tan ferozmente en los últimos años, que sólo en la c1,udad de San José existen 1000 prostitu– tas inscritas y 8000 encubiertas, existiendo en propor– ción a tanto relajamiento, un índice de impregnación si– filítica de la población costarricense tal que ya alcanza de un 15 a 18 %' No prtendo justificar todos estos he– chos por puras razones económicas, pero nadie puede olvidarsc de que uno de los grandes males traídos a la humanidad por el régimen capitalista es la prostituci6n de las masas. "En efecto, escribe Aquiles Loría, consi– dercmdo la prostitución en sus polos, la demanda y la oferto, SC! percibe que la demanda está representada por hombrcs cuyas condiciones de fortuna los pone en la imposibilidad de n!Clntener una familia con aquella holgura a que están acostumbrados, mientras que la oferta está representada por mujeres a quienes la mi– seria hace imposible proveer de otro modo a las nece– sidades de la existencia". De lo cual se sigue que si alguien lleva el peso de esta infamia sobre sus carnes es la población campesina, pues ella es la que soporta mClyor miseria e ignorancia, dos causas que actúan vio– lenlClmente, y cuya abolici6n traerá incuestionablemente su redención moral, como lo observa muy' bien el Dr. Enrique Berrocal en su estudio ya citado sobre "La Pros– litución" .
También puede estudiarse el problema social de los menores condicionado por rozones de orden económico. El niño abandonado reclama una mejor dlstribuición de la riqueza, pues muchos padres los abandonan, entre otros motivos, porque no puede" alimentarlos ya que ellos fueron despojados previamente por la sociedad. Un dato revelador de cuanto digo, entre muchos que podría traer, lo da la representaciÓn gráfica de la delin– cuencia infantil durante ocho años, .atendiendo a su pro– fesión u oficio, donde Clparecen 105 ¡ornaleros con el por– centaje méls subido de delincuencia.
La delincuencia y criminalidad de 105 adultos, muy extendida entre 105 campesinos, viene por idénticos ca– minos. De un lado, estos niños que al ser llevados a las cárceles son rápidamentiJ perfeccionados en los mil ve– ricuetos y enredos que pide el arte clásico de Rinconette
y Cortadillo, entran a la juventud por las amplias puer– tas del robo, cobrondo cada día mayores entusiasmos por lo 1I0no y expedito de este modo de vivir, y del otro, aquellos que viven en gron penuria, falseada su con– ducta por la dosvalorizoción moral que padecen, se in– clinan fácilmente al mercadeo, plaga que llueve lo mis– mo sobre las "trojas" y sembrodos del gamonal, como s.obra 105 solares del pequeño agricultor. A la crlmlna– hdad se llega en muchos casos de alcohólicos por una
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depresión morClI originada en las sombrías horas del hambre, de la miseria desesperante, del trabajo agota– dor que lleva al entontecimiento, al olvido, mediante las bebidas alcoh6licas, libertadoras del subconsciente bestial que actúa en el crimen con toda su horrible pre– potencia.
y está también el éxodo rural como uno de 105 he– chos más alarmantes que registra la historia contempo. ránea a causa del industrialismo en aquellos países me– canizados hasta el exceso, o del acaparamiento de la tierra en poíses agrícolas como el nuestro. La ciudad que ve crecer su poblClci6n de día en día, arranca a los hom– bres del campo y los zombulle en su tétrica, ruedo de miserios morales y materiales, exterminando a 105 re. presentantes de una vida aborigen superior, aniquilando ese espíritu de los campos "que vive en los surcos y en las proderas, en los setos y en las cosechas; alma bien– hechora, tranquilizadora, llena de dulces enseñanzas y de varoniles alientos" de que habla Carlos Wagner, contribuyendo al empobrecimiento del mercado interior por la disminución de 105 productos agricolas, efecto de la carencia de brazos con lo que a su vez aumenta la concurrencia urbana, haciendo descender 105 salarios y agravándose el burocratismo oficial.
Nuestro campesino se ha urbanizado porque se le ha despojado de su tierra, matando en su almCl el omor a ella, a la tradición, tomando de la ciudad, para su desgracia, no lo que la hace centro elevado de civilizo– ción y cultura, sino lo que la rebala y convierte en pesti– lencia digna del fuego celeste. De aquí que nuestra 01– deo tienda a ser un simple remedo de la ciudod, forman– do on su seno una diferenciaci6n ridículo de familias, al modo como lo tienen establecido 105 petulantes guiones de la moda, el flujo y la superficialidad urbana: las que morcon con sus saraos, reuniones, paseos, modo de ves– tír y hoblar, amistades y humos de superioridad, la cur– va de "urbanizaci6n" campesina, y las que por su moyor zafiedad y pobreza están condenadas a vivir como sier· vos de los gamonales -sean éstos de la ciudad o del compo- viéndosel"s, por lo mismo, por sobre los hom– bros, como seres inferiores a quienes no es dado alcan– zar 105 oropeles del refinamiento y distinci6n urbanos. Queda la salud del pueblo, que directamente deriva de sus posibilidades alimenticios, como un factor que modificCl de inmediato el carácter campesino.
No dice el Dr. don Ricardo Jiménez Núñez que en el menú campesino se repiten todos los días y a todas horas el arroz, los frijoles, la tortilla, los plátanos ver– des, una que otra verdurita cocida yagua dulce. "Al desoyuno: 3 bollitos de pan de 30 gromos cada
UIlO y dos larros de agua dulce, equivalentes a 8 gramos de proteína, 100 gramos de carbohldratos y 3.60 gra– mos de grasa.
Al almuerzo: arroz con frijoles cocidos sin manteca o apenas untados, 3 tortillas yagua dulce
Al n,edio dio: más agua dulce con una tortilla y algunos veces una fruta.
A la comida: la misma cosa: arroz, frijoles, agua dulce y lo que lIamon sopa de carne, que ni es sopa ni tiene CClrne; es más bien un caldo de verdura, con sal, chile, pimienta y achiote, al que se le ha agregado un hueso de lcmete. Algunos acostumbran la olla de carne, con algo de carne plátanos, y,:,ca y unas "tajadas" de ayote.
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