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nuestro Sus "Recuerdos de Provincia" son algo así como un baedeker que ayudan a la comprensión y

al IJariño inrnediato de nuestras cosas: gentes, cos–

lumbres, panal amas, arle local; apreciaciones de la inH-uencia telúrica sobre el hombre, que dejó de ser espaflol pat-a conv-er-lirse en gaucho, en llanero o en

montubio, infiltración de esteiismo ambiental en las =en1es sedentarias, pero no corno simple deliquio del ahua, sino como elemento sustantivo de nuesira m.anora de ser y de vivir

Ci01JO que anterior al ilustre argentino, don Andrés Bello había enumerado, recomendándolos en su lenguaje poético, los mil encantos de la N"atu– laleza americana Durante los neblinosos años de

Gn "ida en Londres, entre las clases de lafín y griego

qU0 didaba el humanista de Caracas para ganarse

l~ vida en Inglaterra, hubo de añorar la caña dulce del Caiuche, el olorDillo embriagador del guarapo, los frutos rojos del cafeto, las verdes panoplias de las palm.eras, la ahn6sfera tibia y sensual de las huerlas de cacao, las filas cimeradas del maizal, y

viblando en la alfa noche, sobre todas estas cosas, el golpe del arpa y la copla de amor, en contubernio con la luna de los trópicos Indudablemente añ01ó Don Andrés el solar nativo, y nos regaló su bellísima "Oda a la Zona Tórrida", qu~ enfoca la

inquie~ud del poeta sobre la gama vegetal de nues– tro vasto confinente

JvIuy cierto, también, que don Juan Montalvo añoró, exiliado en Francia, su agresfe retiro de Ficoa, las vegas exhuberantes de Ambato, el sulfanesco

albornoz del TungurahuB¡ pero tanto Don Andrés, cozno Don Juan, recordaron al terruño corno brote saudadoso de su obligada lejanía

El apostolado criollo de Sarmiento, determinado por el fruto de sus comparaciones, fue una reacción conscienie y decisiva de retorno hacia la propio Consecuencia de su actifud espiritual son los juicios de alaban~a "para Lin1.a, contenidos en su correspon– ,1encia privada y ofic;al cuando visitó la Ci\.ldad de los Reyes como Ministro argentino al segundo Con– greso Aluericano, reuriido en el Perú para rechazar

el ir..tenio reconquistador de España

Además del autor de "El Cosmopolita" esti:ma– mas al Arzobispo González Suárez como al escritor ecuaioriano más hondamente encariñado con nuestra tierra Es al regreso de sus peregrinaciones por Europa cuando el virtuoso mifrado y veraz historia– dor salda sus comparaciones entre lo que vio en el

viejo Inundo, y lo que contempla y admira en nues– tros Andes nevados, en nuestros valles lisonjeros, en nuestro liforal fecundo y policromo Sus cuadros

de la natutaleza ecuatoriana san comparables por la fidelidad del pincel y por la magnifud del conjunto

El las páginas mejor logradas de ese poeta del Cos– 1nos que fue el Barón de Humboldf, y cuyo magnífi– co poemario lo constituyen los diversos tornos de sus "Viajes por los Países Equinocciales del N"uevo Mun– do"

Si partir es entregarse a hacer comparaciones, mal podremos realizarlas conociendo, apenas, nUeS– fro propio ambiente, :término básico de la antifesis

y del juicio discrirninativo

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Conozcamos nuestra fierra antes de parlir a visitar airos países Penetremos en la variedad y

belleza del paisaje :montubio; sigamos el vuelo ma– yes:lático de la garza antes de abisman1.os COn el zigzagueo de la golondrina y con las acrobacias del gon-i6n normando Separarnos que nuestro Guayas --entre muchos grandes ríos de Axnérica y del Asía~

fue el esoogido por POrr'.ona para los éxtasis del goce paladial La canoa. del montubio, grávida de :man. gas, naranjas, piñas, mameyes y nísperos, es el aza_ fate de ambrosía con que Junio prestigi6 los ban– quetes del Olimpo 1

Conozcamos nuestra sierra escalando, en pocas horas, la argenfada diadema del Chimborazo. Bus_ quemos las huellas de La Condarnine, Huxnholdt, Bompland, Bolívar y Garda Moreno. Vayamos a Riobamba, Reina de las Nieves, custodiada por cin– co gigantes de hielo y de granito, Chimborazo, Ca– lihuairazo, ,Altar, Tungurahua y Coraz6n Sinfa– mas, en la nivosa noche purae, el redoble dantesco del Sangal Gustemos en Ambato, Huerlo de los Andes, todas las frutas que han dado mundial fama

al valle de Yoshemite Veamos ambular, bajo los capu1íes de Ficoa, a la rectitud y nobleza personifi– cados en la sombra de don Juan Monfalvo Corra– mos a Quito, paradigma del arle y de la gloria; cuna del grande Inca Aiahualpa Visitemos, absorlos, Su San Francisco herreriano, su estupenda Compañía,

su historiado San Agustín y su elegantísima Merced Volemos en automóvil a Ofavalo, la ciudad de las ;l1dias hermosas, tataranietas de las ñustas traídas del Cuzco imperial para que concibiese el Inca, en una de ellas, al extraordinario quiteño Aiabaliba Asomémonos, para no pensar en Suiza, a los lagos de Im.babura, en cuyas orillas medran los chirimo– yos y se tatúan de sienna los frufos del nogal

No ~adamos lejos, sin pasear nuestro orgullo y

sntisfacción patrióticos por las provincias azuayas

de la~, que dijo, hace cuarro cenfurias, Cieza de León: "Anchas y hermosas son estas fierras de los cañaris

El femplo de TOlnebamba es de piedras muy sutil– lnente IabTadas, algunas negrás y de variados jas–

pes Los naturales son de buen cuerpo y bellos rostros Teaen los cabellos muy largos para darse u_'1.a vuelta en la cabeza a manera de corona Sus =ujeres son muy hermosas, ardientes en lujuria y muy amigas de los españoles"

No obstante los cuafro siglos de esta descripción, las cosas no han cambiado mayormente, porque Cuenr:a, la Ciudad de Mármol, sigue siendo la ciu–

dad de los jaspes, de la hennosura femenil, del amor imenso y de la noble poesía

Más aJ sur, lindando ya con las fielTaS areno– sas del Perú, se fiende en su entereza y lealtad de gran dama de Caslilla la ciudad de Laja, paradigma

dcil buen decir castizo y guardiana de nuestra inta gridad territorial.

Bien que se viaje. que se busque y asimile la cultura de airas lejanos países; pero a condición de que conozcanl.OS anfes a nuestro hermosísimo Ecua dor, sus paisajes, su cultura, los hechos revelante!

0'" su historia y todas las posibilidadea ,de su riquez e

integral.

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