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casi todo el zaguán. Me enteré de que allí se enC01¡ traba constantemente y parecía estar siempre listo pa– ra salir: pero a semejanza de una valiosa y magnífica obra de ebanistería que diese prestigio y honra a su dueño, se había convertido en un objeto estacionario, quedándose en su puesto para mantener la dignidad del e'stablecimiento.

El gran salón presentaba un espectáculo muy ani mado al pentrar yo en él. Las cornucopias de las pa· redes estaban alumbradas con iantas velas como pod ian soportar y éstas no bajaban de una docena. Ha· bían sacado la's dos camas que estaban en la sala: los sirvientes se veían muy afanados y, como de costum– bre, gentes de las clases populares más pobres se agrupaban en la espaciosa puerta. La concurrencia, que ya llegaba a cuarenta personas, estaba en gran paríe mejor trajeada que a la hora de la comida, espe– cialmente las señoritas, cuya animación traducía un placer más bien en cierne, pero que rara vez res~llta

tan grande como el que se tenían la esperanza de disfrutar. Era evidente que se trataba de los prepara– fivos de un baile: y creo que son pocas las señoritas que al regreso de una fiesta de esa clase se sientan tan felices como a la ida. En la concurrencia vi a las freE primas de mi hospedadora, a quienes había visitado por equivocación. Salvo dos o tres excepciones, era,¡¡ indudablemente las beldades del baile. Una de ellas tenía al parecer dos pretendientes, tan celosos ambos en sus cortejos que la pobre chica estaba enteramen– te azorada: de suerfe que en vez de bailar ml1Y agJ:l?dablemente toda la noche, como lo esperaba, no lo hizo con ninguno de los dos para no ofenderlos: pero se afectó tanio con su situación, de verdad o de pro– pósito, que tuvo que acostarse, haciéndolo muy cómo damente en una de las camas del cuarto siguienfe. Como enire los dos aposentos no había más que un marco de puerta la acompañaban constanemente sus pre– tendienies, 105 cuales le llevaron helados y las demás cosas que el caso requería. Sus amiguitas parecían sentir mucho la situación en que se encontraba y p~ ra ser justo diré que a. menudo las vi mirándola con ansiedad por si podían prestade algún auxilio. Unél de ellas. no fan bien dotada como las otras en cuanto

él personales atractivos, pa:recía ser la más juiciosa de todas: tenía también un ,carácter muy solícito: por– que habiéndose sentado en el e:~l:remo del escaño que estaba cerca del marco de puerta, se quedó con los ojos clavados en el lecho de su infortunada compañera. ¡Qué amable es la compasión!

Ya fuese porque se apiadam ele sus amigas o de sus enamorados, lo cierto es que la bella doliente re· levó a las primeras de su vigilancia y a los segundos de sus cuidados anies de que terminase el baile. En– tró en el salón con semblanie alborozado y, lanza'lIdo de soslayo una larga mirada de consuelo a uno de sus novios, rodeó con el brazo el talle del oíro, deslizándose con gracia a los compases del vals. .Aquello era para mí un gran acertijo. Había es:!ado verdaderamente indispuesta y ya estaba del todo bien; su desdi· cha se había trocado en felicidad: sus dos amantes, celosos ambos, se veían ahora conientos. Me senté al lado del que parecía menos favorecido, y eslimulado por la curiosidad pl'ocuré crientar la conversaCl0n hacia el asul1:fo de los a,fedos de la señorita; (1) pero no pude sacarle nada que me diese la clave del enigma.

~Siempre la he querido mucho-me dijo-y mi deseo ha sido verla casada con un hombre de bien (2). Luego añadió en :l:on,o muy bajo y cOl1fedencial:

-El señol: con quien baila es un frClcmasón.

-¡Cómo así!-le eoniasié.-¿Y po!: eso no es un hombre honrado?

Confrajo los labios hacia arriba como 'si hubiese dicho más de la cuenta, sacudió la ceniza ele su ciga. rro con el dedo meñique de la mano en que lo fenía, y después de darle dos chupadas murmuró:

-¿Quién sabe?-(3)

Esta expresión no suele tomarse en su sentido literal, sino en el de "No sé": y como Un v!a)ero :rara vez encuentra en sus andanzas una persona capaz de daLle los informes que le interesan, de cada diez pre. guntas que hace. r..ueve l'ecíben por respuesta un ¿quién sabe? (4) Sin embargo, algunas veces lo usan para expresar una duda, cuyo iamaño se mide por el del encogimiento de hombros del que responde y el fiem– po que se queda en esta posición: además, la cabeza de éste se inclinilJ de un lado y su mil'ada se dirige oblicuamen:1:e al suelo en sentido opuesto. Y como en aquella ocasión el ¿quién sabe? (5) fue dicho con acompañamieni:o de todos estos gestos, sumamente ccl'acterísiícos en cua1:110 al modo de hacerlos y el :Ham– po que duraron, era evidente que mi proposición originaba cuando menos muy serias dudas y que a juicio de mi apreciable compañero un fracmasón podía ser un hombre de bien.

(1) En español en el texto.

(2) En español en el texto.

(3) En español en el texto,

(4) En español en el texto. (5) En es pañal en el texto.

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